Opinión

Las elecciones del pasado domingo 5 de junio

Mario Delgado, presidente de Morena, vaticinó que en las elecciones del domingo 5 de junio, su partido ganaría las seis gubernaturas en disputa. Se equivocó: no fue así. El marcador fue 4 a 2. En Durango, Esteban Villegas, de la coalición PRI, PAN, PRD, se alzó con la victoria; en Aguascalientes Teresa Jiménez, también de la coalición PRI, PAN, PRD, alcanzó la mayoría de votos. Dicho de otra manera: Morena ganó, pero no arrasó. Y eso es bueno porque para las aspiraciones avasalladoras de Andrés Manuel López Obrador, el propósito—como lo dicta el manual del populismo—es debilitar el sistema de partidos. Incluso, si se puede, desaparecerlo.

Foto: Especial

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No sé en cuántos programas de análisis político he oído la cantaleta de que el PRI, el PAN y el PRD están a punto de desaparecer. Los, dizque, especialistas lo dicen hasta con cierto regocijo, sobre todo quienes son afines a Morena. Es más, se discute si ya Morena ejerce una “hegemonía” política en el país. En realidad, el concepto “hegemonía” fue acuñado por Antonio Gramsci (1891-1937) para resaltar la preponderancia político-cultural que ejerce un cierto grupo de dirigentes e intelectuales sobre una sociedad.

Con todo y que Morena y sus aliados ahora controlan 22 de las 32 entidades de la república no se puede decir que ya tenga una posición hegemónica; no la tienen porque debemos tomar en cuenta que el año pasado el partido de López Obrador perdió la mayoría calificada en la Cámara de diputados y las alcaldías que están al occidente de la Ciudad de México. El partido gobernante tampoco tiene un grupo de intelectuales que le brinden un marco ideológico coherente; más bien tiene gacetilleros y “jilgueros”.

Lo que se hace en el gobierno y en el partido no es resultado de determinaciones bien planeadas y acordadas con la sociedad civil en materia de políticas públicas; tampoco producto de una discusión abierta sobre las directrices que debe seguir el país. No. Lo que se hace es producto del capricho y las ocurrencias del mandamás: si todo el tiempo estuvo diciendo que el neoliberalismo es malo, pues allá va toda su grey a repetir el salmo; si luego cambia de parecer y afirma que el neoliberalismo no es tan malo, pues pone a todos en un predicamento: ¿y ahora qué decimos? No hay coherencia.

En México está ocurriendo un fenómeno que en Italia sucedió en la época de Silvio Berlusconi y que llamaron “transformismo”. Dicho de otro modo: como el partido dominante siempre había sido la Democracia Cristiana (DC), pero ese partido se desmoronó con la operación “Manos Limpias” y tomó su lugar el partido “Forza Italia”, pues muchos optaron por obedecer a la primera ley de la política pragmática que es la de sobrevivir a como dé lugar. Un día esos mequetrefes eran férreos adherentes de la DC; al día siguiente aparecían como militantes convencidos de FI.

Si ponemos atención en los candidatos morenistas victoriosos de estas elecciones estatales, nos daremos cuenta que varios de ellos son material reciclado: Salomón Jara de Oaxaca venía del PRD; Américo Villarreal de Tamaulipas procedía del PRI, y Julio Ramón Menchaca de Hidalgo tiene sus orígenes en el PRI.

Igual sucede con algunas candidatas perdedoras: Marina Vitela de Durango tiene sus raíces en el PRI, y Nora Ruvalcaba de Aguascalientes tiene su origen en el PRD.

Toda una melcocha cuyo común denominador es, como en los viejos tiempos, ir tras el “hueso”. No importa la persona o el partido que esté en el poder; lo importante es estar cerca del poder. Como dijo Gonzalo N. Santos: “la moral es un árbol que da moras, o si no sirve pa’ pura…” En el caso de las elecciones del domingo pasado a lo que asistimos fue a una mascarada: antiguos líderes y grupos que alguna vez estuvieron alineados con el PRI o con el PRD ahora los encontramos vistiendo la camiseta de Morena. “Vino viejo en odres nuevos.”

La única competidora que no entra en el rango de este “transformismo” es Mara Lezama quien ganó la gubernatura de Quintana Roo. Desde 2015 se inscribió en Morena y, hasta donde mis conocimientos alcanzan, no ha militado en algún otro partido.

Frente a este fenómeno autoritario-populista, coincido con Dante Delgado fundador del partido Movimiento Ciudadano (entrevistado por Joaquín López Dóriga el lunes 6/6/2022), que para 2024 la oposición debe presentar un programa y un candidato que sean convincentes para la ciudadanía.

Para que se me entienda: una coalición aún más amplia que “Va por México” en la que lleve la voz cantante la sociedad civil mexicana que ha sido tan agraviada por López Obrador: el movimiento feminista, el movimiento LGBT, los ecologistas, los padres de los niños con cáncer, los periodistas y periódicos a los que se atacan todos los días en las mañaneras y en especial en la sección “quién es quién en las mentiras de la semana”, las clases medias a las que, sin ningún fundamento, López Obrador ha hostigado, también los empresarios que no encuentran certidumbre y estabilidad para invertir.

Los puntos mínimos de ese programa opositor son los siguientes: reestablecer el imperio de la ley, el equilibrio de poderes, elaborar un programa de combate al crimen organizado en vez de estarlo contemporizando como hoy sucede, reestablecer el seguro popular, combinar la eficiencia económica con la responsabilidad social, libertad de prensa y no persecución a los periodistas críticos, política exterior que proteja los derechos humanos y la democracia; en consecuencia, que deje de proteger tiranías como las de Cuba, Nicaragua y Venezuela.