Opinión

Guaymas, la ruta del fentanilo

Códice

Guaymas ha sido un dolor de cabeza para Alfonso Durazo desde que el hoy gobernador de Sonora era secretario de Seguridad del gobierno federal. Durazo le entró al problema de la seguridad en ese puerto del Mar de Cortés, pero sin éxito. La violencia no se contrae, se expande.

En su calidad de funcionario federal, Durazo operó para entregar la seguridad de la localidad a un integrante de las fuerzas armadas, el capitán de la Marina-Armada, Andrés Humberto Cano, cuyo nombramiento como comisario generó altas expectativas que la realidad ha ido reduciendo a su mínima expresión. Nombrar a un militar jefe policiaco y enviar más agentes de la Guardia Nacional, se han convertido en las muletillas de la 4T para atender crisis de seguridad. El problema no se resuelve, pero las autoridades ganan tiempo para que el asunto salga del radar de los medios de comunicación y deje de tener, en consecuencia, costo político.

El capitán tomó posesión en el 2019 y su presencia no ha sido obstáculo para que Guaymas se haya convertido en un destino crucial en la ruta del fentanilo, la mortífera droga que está de moda entre los adictos norteamericanos. ¿Por qué el capitán conserva su puesto a pesar de que no ha entregado buenas cuentas? ¿Sigue siendo un personaje confiable para la población? Tal vez sus jefes, comenzando por el almirante Rafel Ojeda, piensen que, en efecto, las cosas están mal en Guaymas, pero podrían empeorar si remueven a Cano. Solo que sea por eso.

El hecho es que ese puerto sonorense enclavado, decíamos, en el paradisiaco Mar de Cortés, ha sido escenario de los más importantes decomisos de fentanilo de la historia y varios grupos de la delincuencia organizada batallan entre sí para tener control de la localidad que puede recibir los precursores químicos provenientes de China o de la India, que se usan para elaborar el fentanilo y metanfetaminas y, al mismo tiempo, servir de plataforma para su envío a la frontera con EU a la altura de Nogales, ya sea por carretera o en avionetas en vuelos cortos de una hora.

Los expertos señalan que operan ahí células del Mayo Zambada, de los hijos del Chapo Guzmán, de Rafael Caro Quintero y de La línea. No es la única localidad de Sonora emproblemada, en Cajeme y Empalme también se han multiplicado los asesinatos. Los delincuentes no solo trafican drogas, también trafican indocumentados y cobran derecho de piso a las grandes empresas mineras.

El fentanilo deja más ganancias que la mariguana, la cocaína e incluso que la heroína. De hecho, como consecuencia del auge del fentanilo los cultivos de adormidera declinaron. Los campesinos, desocupados, ahora buscan chamba con los carteles. En fentanilo tiene otra gran ventaja competitiva: es fácil de ocultar.

Ninguno de los muy graves problemas de seguridad en Sonora arrancó con la llegada de Alfonso Durazo al palacio de Gobierno apenas en septiembre pasado. Eso no se discute. También es verdad que la chamba anterior de Alfonso como secretario de Seguridad, con acceso cotidiano a los reportes de inteligencia, lo convirtieron en el hombre mejor informado de la situación imperante en su estado, de modo que sabía muy bien lo que le esperaba. Tiene que pensar en soluciones innovadoras. Llevar a la entidad más agentes de la Guaria Nacional, poner marinos y soldados como jefes policiacos son medidas cosméticas, un maquillaje que no logra ocultar el horror de la violencia en esa entidad fronteriza, tan lejos de Dios y tan cerca de los adictos norteamericanos.

Foto: Especial

Foto: Especial