Opinión

Hegemonía socialdemócrata

La lucha por un sistema democrático y de calidad donde los ciudadanos tomen las decisiones más significativas a través de instituciones comúnmente aceptadas, nunca es lineal y los retrocesos son frecuentes. Así acontece desde sus orígenes hace siglos y continúa ocurriendo. Cuando López Obrador llegó al poder por medio de elecciones democráticas, muchos pensaron que la transformación prometida sería en sentido progresista. Han pasado cuatro años de gobierno y nunca pudo configurar un programa coherente de transformaciones vanguardistas consensadas socialmente. Por el contrario, la improvisación y los continuos desatinos han sido las características de su gestión. A 19 meses de que concluya este mandato presidencial, el balance anuncia un sexenio perdido en materia económica, social, cultural, ambiental y de seguridad pública, además con un pronunciado descrédito internacional por el apoyo a diferentes dictaduras.

Resulta necesario impulsar un reequilibramiento de nuestro sistema democrático en las elecciones de 2024. Un reajuste que favorezca un cambio en la conducción del poder político para revertir el enorme daño provocado por una forma arbitraria de gobernar nuestra vida colectiva. Pero ello solo será posible si se integra un poderoso bloque opositor, no necesariamente unitario y homogéneo, que abrace un radical programa ciudadano como expresión nítida del país que se anhela –integrado por ellos mismos y no por las burocracias partidarias- y que tome en seria consideración los extendidos reclamos sociales de justicia, libertad, seguridad humana y buen gobierno. Todo esto con el objetivo de impulsar nuevamente un empoderamiento ciudadano que termine con las simulaciones prevalecientes en todas las instituciones que integran el sistema político de nuestro país.

López Obrador durante su mañanera aseguró que a la marcha contra su reforma electoral sólo fueron los

López Obrador durante su mañanera

Cuartoscuro / Moisés Pablo Nava

Es el momento de contraponer al movimiento populista una novedosa hegemonía socialdemócrata que incluya trabajadores, clases medias, intelectuales y una amplia gama de grupos sociales vulnerados por las actuales políticas oficiales. Por ello, el programa de la oposición debe ser socialdemócrata y tener como punto de partida, el reconocimiento de la urgente necesidad de una hegemonía cultural que coincida con la hegemonía democrática que se pretende construir en México. Un programa que enarbole las causas ciudadanas y convoque a todos. Se afirma reiteradamente que la mayoría de las organizaciones políticas opositoras han abandonado el terreno de las ideas y del debate político-cultural, olvidando uno de los espacios fundamentales de toda acción transformadora en la disputa por la hegemonía. Este proceso de construcción hegemónica tiene un carácter político y un carácter cultural que son representativos, por un lado, de una capacidad para unificar la voluntad disgregada de las clases subalternas y, por el otro, de una tarea organizativa que sea capaz de articular los diversos niveles de conciencia ciudadana para orientarlos hacia la defensa del orden democrático.

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La hegemonía cultural que la socialdemocracia necesita debe enfrentar las concepciones absolutistas de la política que niegan la pluralidad, reconociendo la influencia que los sistemas de ideas y principios culturales ejercen sobre la sociedad a través de la difusión de valores, prácticas y modalidades de convivencia que se convierten en normativas en los contextos democráticos. Mientras que la hegemonía política expresa el control o dominación que una fuerza partidaria ejerce sobre el Estado y las instituciones políticas, la hegemonía cultural se refiere a una política de la cultura y a un sistema de ideas que expresan los valores del dialogo y del mutuo reconocimiento. La hegemonía cultural que la socialdemocracia mexicana debe construir implica la capacidad de proyectar una visión del mundo y de interpretar una vida civil comprometida con las libertades y la diversidad de puntos de vista, promoviendo las prácticas incluyentes y tolerantes. La hegemonía cultural que urge a la oposición puede articularse en un programa radicalmente ciudadano capaz de interpretar los nuevos tiempos políticos de México.