Opinión

La herencia de la Brigada Blanca

En la Secretaría de Gobernación arrancó el proceso para seleccionar a los integrantes de la Comisión de la Verdad que investigará el periodo de la Guerra Sucia. Su tarea será esclarecer las graves violaciones a los derechos humanos cometidas durante la ofensiva del Estado mexicano en contra de grupos guerrilleros que operaron, sobre todo, en los sexenios de Luis Echeverría y José López Portillo. El subsecretario Alejandro Encinas conduce el proceso que busca, entre otros objetivos, efectuar un juicio histórico, definitivo, en contra de la Brigada Blanca.

Este grupo nació con el nombre formal de Brigada Especial. Se creó durante el gobierno de Luis Echeverría a mediados en la década de los años 70. En su primer contingente estaban policías capitalinos, mexiquenses, personal militar y agentes del llamado Servicio Secreto y de la Dirección Federal de Seguridad. Eran, según versiones publicadas, alrededor de 250 elementos.

La Brigada Blanca

La Brigada Blanca

Su misión era aniquilar a la Liga Comunista 23 de septiembre. La Liga fue un grupo de guerrilla urbana creado en Jalisco y que operó en el Distrito Federal, Edomex, y Monterrey, entre otras plazas. A este grupo se atribuyen el asesinato del empresario regio Garza Sada y el fallido secuestro de Margarita López Portillo, entonces hermana del presidente electo. La Guerra Sucia fue, de cierta forma, otro furto nocivo de la Guerra Fría protagonizada por soviéticos y norteamericanos que agarraron al mundo de arena global para su lucha.

El mando más visible de la Brigada Blanca, que no el único, fue Miguel Nazar Haro. Él construyó, junto a otros personajes, la leyenda negra de la Federal de Seguridad. El gobierno mexicano no escatimó recursos para pertrechar a la Brigada con armas, cuarteles, equipo de comunicación, armas. Le brindó además un apoyo político vergonzante. Se hizo de la vista gorda ante los excesos cometidos. Los dejaban hacer y nunca les exigieron cuentas. Para no mancharse las manos los políticos veían para otro lado.

La Brigada rastreaba las huellas de los guerrilleros por todo el Valle de México, incautando propaganda, detectando casas de seguridad. En una entrevista Nazar sostuvo que los guerrilleros eran fanáticos y para combatirlos había que ser tan fanático como ellos. Lo fue. El problema, lo que generó la suciedad de esa guerra, fue que el combate a la guerrilla se llevó a cabo fuera del marco de la ley. Se desplegaron acciones sin sustento jurídico. La tortura se convirtió en el principal, acaso único, método de investigación. La Brigada se especializó en la desaparición forzada. Rara vez un detenido terminó ante un juez. Muchos simplemente desaparecieron después de ser capturados. Sus familiares, décadas después, todavía los siguen buscando. Precisamente sobrevivientes y familiares presionaron para crear la Comisión de la Verdad.

La Guerra Sucia y el brazo ejecutor de la Brigada Blanca constituyen uno de los periodos más oscuros del México moderno. Lo que causa hondo pesar es que las condiciones no fueron mejorando con el paso del tiempo, al contrario. Las cosas han ido de mal en peor. México es hoy un país de desaparecidos, centros de exterminio y fosas clandestinas. Ya no existe la DFS, pero múltiples cuerpos policiacos municipales y estatales están al servicio de bandas del crimen organizado. Esos policías y narcos conforman un tándem diabólico que secuestran, torturan y desaparecen personas por miles todos los años y lo hacen con total impunidad, sin preocuparse por las consecuencias legales de sus actos. Son la herencia maldita de la Brigada Blanca.