La indecente solicitud de Ely
Ya no sé si tomar a burla las ocurrencias de Jesús Sesma,
diputado pevemista por CDMX y presidente de la Comisión de
Bienestar Animal del Congreso, pues por un lado recurrió disimuladamente a toda clase de argucias y artimañas que
terminaron por impedir el pase a votación, en el Pleno, de la
Iniciativa del perredista Jorge Gaviño por la que de
conformidad y en congruencia con el artículo 13 de la
Constitución local, debieron quedar prohibidas las “corridas de
toros” en la capital mexicana, pero, por el otro, nos sale antier
con una propuesta que aunque de urgente necesidad (que se
persigan de oficio los actos de maltrato y crueldad a los
animales), sólo será a modo de jala-votos a partir de que
pondría en la picota a sus cuatachos taurómacos, a menos…
claro… de que nos salga con la peregrina de siempre de que
toros, gallos de pelea, jaripeos y demás prácticas de evidente
crueldad quedarían excluidas del proyecto. De lo contrario,
promotores, participantes y patrocinadores de tales salvajadas
tendrían el honor de inaugurarse en prisión hasta por 18 años.
Y a lo primero anterior lamentablemente se sumó la Dra. Claudia Sheinbaum, Jefa de Gobierno en CDMX, al pronunciarse públicamente a favor de que la prohibición referida se lleve a “consulta”, cuando tal sugerencia es hasta desacertada dado el camino que la Iniciativa alcanzó, pero aparte, porque no procede consultar lo que ya no está permitido constitucionalmente al haberse reconocido a ese nivel, que los animales no humanos son seres sintientes y como así con derechos. Menos aún se entiende esa postura, cuando su gobierno carga un enorme pendiente con la elefante africano ELY, cuya mala condición física quizás resulte hasta más sana que la mental y emocional que está padeciendo como única representante de su especie cautiva en la capital mexicana.
Respecto al estado mental que aludo, les cuento que hay un grupo de expertos encabezados por el profesor Bob Jacobs, que se ha dedicado a estudiar cerebros de grandes mamíferos, entre ellos los elefantes, documentando -con una revisión reciente de los trabajos que lo fundamentan- que el cerebro de estos paquidermos contiene 257 mil millones de neuronas, contra los 86 mil millones que presenta el cerebro humano adulto, por lo que dejarlos ser y estar libres y en su entorno… no en recintos empobrecidos o enriquecidos al limitado entender humano… es lo que corresponde ética y moralmente. Y si lo anterior no es factible, al menos buscarles un semicautiverio con posibilidad de que recorran a placer distancias suficientes que les permitan interactuar con congéneres e incluso hasta con otras especies afines, siendo entonces y por lo mismo indispensable y mínimamente decente, permitir a ELY estar en compañía de los suyos como especie gremial que es, máxime, tras pertenecer a una comunidad matriarcal, compasiva y solidaria.
Y que lo sepa la Dra. Sheinbaum, que luchar por enviar a ELY a un santuario no es un capricho. Es conciencia mundial no seguir manteniendo elefantes en zoológicos y menos cuando por falta de recursos o de conocimiento y habilidad o quizás hasta por negligencia, ELY va en detrimento más allá del problema crónico que se le determinó, manifestando a través de diferentes estereotipias el drama mental y emocional que está padeciendo. Y es que la piel habla y suele no equivocarse.
ELY está absolutamente sola y sin poder disfrutar de los rangos de acción que acostumbran estos animales y que se extienden desde decenas a 10 mil kilómetros, viajando entre 8 y 12 por día, traslados durante los cuales realizan muy diversas actividades de socialización, de cuidado de crías y de búsqueda de variada alimentación entre plantas, hierbas, árboles, raíces, cortezas y frutos, oportunidad imposible de proporcionárseles en zoológicos, empezando porque el promedio de sus recintos va de 0.017 a 6.937 Km2 por individuo, cuando mejor les va. Continuaré…