Opinión

Prioridades, perfiles, pifias en el debate

La prioridad de Claudia Sheinbaum en el debate de anoche fue etiquetar a su rival como marioneta del “prian”. La prioridad de Xóchitl Gálvez fue mostrar a la abanderada de Morena como “fría y desalmada”. La prioridad de Jorge Álvarez Máynez (con una curiosa obsesión para prescindir de su primer apellido) era decir simplemente que estaba allí.

Con esos propósitos, era imposible que los candidatos presidenciales ofrecieran un debate de propuestas e ideas. Hubo ofertas de campaña: seguir en lo que estamos, a partir del diagnóstico triunfalista que Sheinbaum ofreció de la actual administración; o medidas como la tarjeta de salud o la beca universal que ofreció Gálvez.

La candidata del frente de oposición no se aventuró a confrontarse con el gobierno actual, como lo ha hecho en centenares de alocuciones. Al presidente López Obrador lo aludió oblicuamente y se concentró en alusiones imprecisas a la corrupción de algunos de sus cercanos, incluyendo a sus hijos, pero no cuestionó la orientación general del gobierno actual para no suscitar temores sobre un cambio radical. Gálvez se concentró en frases y desplantes ensayados: el pañuelito blanco emblema del combate obradorista a la corrupción que tiró a un lado suyo, el recordatorio sobre las víctimas en la Línea 12 del Metro. Empeñada en exhibir a una Sheinbaum insensible y culpable, Gálvez no se mostró a sí misma como una estadista. A lo sumo, confirmó que puede ser buena administradora.

Jorge Álvarez Máynez, Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum rumbo al debate presidencial

Jorge Álvarez Máynez, Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum rumbo al debate presidencial

Fotos Cuartoscuro

El discurso de Sheinbaum tampoco daba para mucho. Por una parte, quiso cobijarse en el prestigio y la obra del actual presidente. Por otra, en su guión traía varios golpes para desacreditar a Gálvez y a los gobiernos anteriores. El desafortunado esquema del debate le permitió hilvanar numerosas afirmaciones sin datos ni respaldo documental y sin que la candidata rival pudiera responder a tiempo, o con la amplitud que hacía falta.

Sheinbaum mintió cuando dijo, tratando de ufanarse de una trayectoria política que no ha tenido, que formó parte de un movimiento para enfrentar la decisión del PRI y el PAN para aumentar las cuotas en la Universidad Nacional (esa propuesta era de autoridades y miembros de esa institución pero no de los partidos). Mintió al ufanarse de reconocimientos a la presunta transparencia de su gobierno en la Ciudad de México y al llamado “Tianguis Digital” que, de acuerdo con Mexicanos contra la Corrupción, “en cinco años no ha transparentado un solo contrato”. Mintió al afirmar que durante su gobierno disminuyeron las agresiones a las mujeres en la Ciudad de México: los feminicidios aumentaron 60% en comparación con el gobierno anterior. Mintió cuando dijo que los gobiernos del “prian”, “cerraron los accesos para estudiar medicina”, cuando la matrícula universitaria en esa carrera ha sido de las más altas.

Gálvez tenía un conocimiento general de esos temas, pero no contaba con datos precisos que le permitieran confrontar falsdedades o exageraciones de Sheinbaum. Los tres candidatos desperdiciaron la posibilidad de ofrecer diagnósticos puntuales, y a partir de ellos propuestas claras, en los dos temas cardinales que ocuparon dos tercios del debate.

Salud y educación, áreas en donde las carencias resultan especialmente lacerantes para los mexicanos, fueron abordados con ligereza. Gálvez se refirió a los centenares de miles de personas muertas en la pandemia, por negligencia del gobierno, solamente en la última de sus intervenciones sobre política de salud. Lo hizo con datos atrasados, de un antiguo estudio de la revista Lancet, desaprovechando la información que acaba de publicar la Comisión Independiente que evalúa la pandemia. Recordó el empleo de Ivermectina en la Cdmx pero no pudo explicar de qué se trataba, ni cuál fue el papel de Sheinbaum en esa enorme irresponsabilidad.

Xóchitl Gálvez compite contra un gobierno autoritario e ineficiente, cuyos abusos se conocen día tras día. En lugar de enfrentar a ese gobierno, decidió hacerlo con quien la representa que es Claudia Sheinbaum. Por eso, en vez de referirse a la catástrofe educativa recordó la desidia de la entonces jefa de gobierno y a los niños que murieron en el Rébsamen.

El enredado procedimiento que se estableció para ese encuentro dificultó que fuera un auténtico debate. Algunas preguntas se repetían y no siempre fueron claras. Los tres candidatos y los dos conductores tuvieron momentos de confusión. El gran fracaso de la noche fue el reloj que indicaba el tiempo ocupado por cada aspirante presidencial.

Algunas preguntas, por lo menos, contenían datos que contrastaron con el discurso optimista de Sheinbaum. Algunas de ellas estaban mejor documentadas que varias intervenciones de Gálvez y, desde luego, de Máynez. Será poco lo que se recuerde de lo que dijo el candidato de Movimiento Ciudadano, pero seguramente quedará su imagen con la sonrisa tan forzada que, como dijo Cecilia Soto en un tuit, parecía anuncio de dentífrico. Se presentó a sí mismo en dos ocasiones, al principio y luego con un demagógico desplante en lenguaje de señas.

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Gálvez, con decisiones y alusiones inteligentes, quiso mostrarse como una mujer compasiva y preocupada por los demás. Invitó al debate a la mamá de una niña con cáncer, a la de una niña que murió en el Rébsamen y a una conocida madre buscadora. Pero no logró presentar un discurso estructurado. Afirmó su independencia política sólo a medias (“no vengo a defender a nadie” dijo cuando Sheinbaum cuestionó a personajes del PRI y el PAN; “no tengo partido político” expresó, con parquedad, casi al final). Sin necesidad alguna, incursionó en un terreno delicado cuando aludió a Dios, para decir que la mejor manera de honrarlo es servir a las personas.

La inquietud de Gálvez para subrayar la inhabilidad emocional de Sheinbaum la condujo a sus frases más agresivas, siempre lejos de las propuestas: “no tienes corazón”, “ la dama de hielo”. No fueron esas descripciones, sino la grosera indiferencia de su rival, las que confirmaron ese talante. Sheinbaum no volteaba a mirar a su interlocutora. La candidata de Morena no iba a debatir sino a golpear y a ignorar señalamientos contra ella y el gobierno. En esa competencia de imágenes, que nutren más los memes que el análisis, Sheinbaum habría propiciado más mofas de no ser por la deplorable pifia final de Xóchitl Gálvez mostrando el escudo nacional de cabeza.