Durante el proceso de selección de candidato al gobierno de Coahuila a Morena se le hizo bolas el engrudo. El resultado fue algo insólito que tal vez no volveremos a ver: el PRI les dio una paliza.
El origen del problema fue que el presidente mandó señales engañosas. Permitió que durante meses Ricardo Mejía, entonces subsecretario de Seguridad, hiciera campaña abierta en las mañaneras. Le dio alas y Mejía se lo creyó.
A la hora de la verdad, gracias a las encuestas de popularidad, el candidato resultó ser el empresario del carbón, Armando Guadiana, que ya entonces padecía la enfermedad crónica que le quitó la vida hace poco.
Mejía no aceptó el resultado y se rebeló. El PT nacional lo abandonó, pero el PT local lo mantuvo como candidato contra viento y marea.
Después de la derrota estrepitosa la carrera política de Mejía parecía haber llegado a su fin, pero no. Volverá, se asegura, enarbolando la bandera del PT como diputado plurinominal.
Los desplazados de Chiapas
El fenómeno de los desplazamientos forzados en Chiapas es considerado una forma de tortura por los especialistas. El abandono de casas y comunidades, detonada por el asedio de delincuentes, se registra en un entorno de injusticias históricas por tratarse de grupos originarios siempre discriminados.
En su paquetazo de reformas constitucionales, el presidente envió una que suena a todo dar para proteger a las comunidades indígenas, cualquiera diría que está preocupado, pero no. Cuando se refirió al problema de desplazados en Chiapas, López Obrador minimizó el problema diciendo que no es un número significativo.
En la órbita de la propaganda política el presidente se muestra como aliado de las comunidades indígenas, pero en el día a día lo único que le preocupa son los votos a favor de Morena.
Hasta hace poco las diferencias religiosas entre evangélicos y católicos era problema central en las comunidades indígenas de Chiapas. Ahora el motivo principal es la intimidación de las bandas criminales, entre ellos sicarios kaibiles sin Dios.
¿Enésimo espaldarazo?
En Cuernavaca, Morelos, todo está listo para lo que se espera sea el enésimo espaldarazo del presidente López Obrador al gobernador del estado el exfutbolista Cuauhtémoc Blanco. Las bases morenistas de la entidad cada vez están más consternadas. No hay, dicen, justificación para seguir sosteniendo a Blanco y sus cómplices, porque ya no generan ningún tipo de respaldo en las urnas.
Morena tiene una buena candidata, pero en Morelos cada vez hay más que piensa que Blanco es en realidad es un fardo para los candidatos morenistas, que le han hecho el vacío.
El principal problema en Morelos es la fuerza adquirida por las bandas del crimen organizado durante los últimos años, coincidiendo con el gobierno de Blanco primero en Cuernavaca y después a nivel estatal.
Se han detectado grupos de morenistas dispuestos a mostrar su descontento con Blanco durante el evento que encabezará el presidente en el centro de Cuernavaca. Hace años todo era algarabía, hoy la regla son los ceños fruncidos.
México no es piñata
El embajador de México en Estados Unidos, Esteban Moctezuma, exigió que Estados Unidos brinde a México, en todos los ámbitos, el trato que se merece por ser su primer socio comercial. Estados Unidos no le compra a nadie más de lo que le compara a México, pero entre la clase política norteamericana parece que México es el enemigo a vencer y no el socio principal.
El presidente López Obrador lo dijo bien: México no es piñata de nadie.
Por desgracia, de poco servirá el planteamiento presidencial. La frontera común ya es el eje de la campaña electoral 2024 en Estados Unidos y las ráfagas contra México se intensificarán, sobre todo si Trump termina siendo el candidato presidencial republicano como todo parece indicar.
Lo visto hasta ahora en la relación bilateral es juego de niños. Le peor está por venir.
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