Opinión

Una puntualización necesaria

Algunos amables lectores me han hecho la observación de que en mi artículo “López Obrador y la cumbre de las Américas” (04-06-2022) no toqué el tema que prometí en el título; es decir, no hablé sobre la posición asumida por el presidente de México respecto de esa reunión internacional. Por ese motivo, quisiera aclarar, con más precisión, mi punto de vista al respecto.

Cuartoscuro

Cuartoscuro

Como se sabe, Andrés Manuel López Obrador no fue a la Cumbre de las Américas, que se llevó a cabo en la ciudad de Los Ángeles entre el 6 y el 10 de junio de 2022, porque no fueron invitados los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Considero que ese acto fue un error sobre todo porque AMLO ostenta la investidura de jefe de Estado y jefe de gobierno de México y, por encima de sus preferencias personales, debe honrar el cargo oficial que desempeña. Eso, por un lado.

Por otro lado, en mi artículo publicado aquí, en LA CRÓNICA DE HOY, el 4 de junio de 2022, puse énfasis en la ilegitimidad de los tres tiranos que oprimen a los pueblos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, respectivamente.

Ciertamente, las revoluciones se justifican restándole legitimidad al régimen que derrocaron y proponiendo una nueva legitimidad. Así la Revolución francesa descalificó lo que Max Weber, llama la legitimidad basada en el eterno ayer (las dinastías), o en el origen divino de los reyes; en contraste los revolucionarios franceses reivindicaron “Los derechos del hombre y del ciudadano”. Declaración publicada el 26 de agosto de 1789. Dicho esquemáticamente, la justificación del poder no fluye de arriba hacia abajo (el derecho divino de los reyes), sino de abajo hacia arriba (de los ciudadanos hacia sus representantes).

En el caso de la Revolución cubana, en mi artículo destaco que este movimiento armado fue traicionado por Fidel Castro. Ahora abundo en la explicación: la revolución cubana, en un origen, no tenía una inspiración comunista. El triunfo del 1 de enero de 1959 se hizo posible con base en la convergencia de tres tendencias: el Directorio Revolucionario, el Partido Socialista Popular y el Movimiento 26 de julio. En esas corrientes bullían las más diversas ideologías; pero todas coincidían en la necesidad del derrocamiento del dictador Fulgencio Batista.

Fidel Castro impuso el comunismo en Cuba y se echó en brazos de la Unión Soviética. Progresivamente, nulificó a la disidencia, se desentendió de los derechos humanos, coartó las libertades civiles y políticas al tiempo que nulificó cualquier intento de implantar el Estado de derecho, la división de poderes, un sistema electoral independientes y un sistema de partidos.

El 19 de febrero de 2008 Fidel le traspasó el poder (por lo menos formalmente) a su hermano Raúl. Y éste, a su vez, le cedió la presidencia de Cuba a Miguel Díaz-Canel el 10 de octubre de 2019.

Las protestas que tuvieron lugar entre el 11 y el 17 de julio de 2021, prácticamente en toda la isla caribeña, se llevaron a cabo contra el gobierno, la crisis sanitaria por la pandemia del Covid-19, la escasez y el racionamiento de alimentos y medicamentos, y las restricciones a las libertades de expresión y de reunión.

Acaso el régimen castrista, al inicio y en su auge, pudo haber adquirido alguna base de legitimidad (haciendo referencia a la justificación del título del poder), pero no hay duda que esa base ya hace tiempo la perdió por el abuso de poder (haciendo referencia al ejercicio del poder).

El gobierno de Daniel Ortega, en Nicaragua, también es ilegítimo: Ortega se reeligió por cuarta vez consecutiva en los comicios que tuvieron lugar el 7 de noviembre de 2021: violó flagrantemente la norma jurídica al poner en arresto domiciliario o meter a la cárcel a sus posibles contrincantes en la competencia por la presidencia y la vicepresidencia. Ortega es tirano por doble motivo: tanto porque llegó al poder sin tener derecho a él como porque ha abusado del poder al ejercerlo arbitrariamente según los caprichos de él y de su esposa, Rosario Murillo.

Nicolás Maduro es otro caso de gobernante sin legitimidad, o sea, también es un tirano que llegó al poder mediante una serie de aberraciones jurídicas. Se trata de la llamada “Crisis presidencial de Venezuela” que se produjo el 10 de enero de 2019. Ese mismo día el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), aprobó una resolución en la que se declaraba ilegítima la presidencia de Nicolás Maduro.

El meollo del asunto es que los tres tiranos a los que defendió Andrés Manuel López Obrador para que fuesen invitados a la Cumbre de las Américas son gobernantes ilegítimos. En consecuencia, hizo bien Joe Biden en no convocarlos. Esos autócratas no representan ni a su país ni a su pueblo.

El empecinamiento de López Obrador por cobijar a estos sátrapas es preocupante: demuestra una afinidad política e ideológica opuesta a la democracia constitucional. Y así está procediendo el inquilino de Palacio Nacional; vale decir, está demoliendo la institucionalidad y la legalidad democráticas. Pongo algunos ejemplos: la siembra del encono y la polarización entre los mexicanos; los ataques sistemáticos al INE; el debilitamiento del sistema de partidos; la ruptura del equilibrio de poderes; la violación sistemática de la ley; la indulgencia con la que actúa frente al crimen organizado; las generosas concesiones que les ha hecho a las fuerzas armadas; el simulacro de una sucesión presidencial adelantada que tiene visos de transformarse en un nuevo Maximato.

Estos ejemplos, y otros muchos que se podrían dar, deberían ser elementos suficientes para que la sociedad civil y los partidos políticos actuaran con urgencia para formar un frente común en defensa de la democracia constitucional mexicana.