Opinión

Una reportera frente al presidente

A las 7 de la mañana del viernes 10 de marzo, la reportera Nayeli Roldán estaba en primera fila de la conferencia de prensa en Palacio Nacional. Pudo colocarse en el centro y llevaba saco y pantalón de un insoslayable color amarillo, así que el presidente López Obrador tenía que verla y le dio la palabra media hora más tarde.

Roldán trabaja en Animal Político, uno de los medios que tres días antes confirmó, con documentos oficiales, el espionaje oficial a Raymundo Ramos, el defensor de derechos humanos que ha denunciado abusos criminales del Ejército en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Ese espionaje se realizó con el software Pegasus, de fabricación israelí.

López Obrador minimiza la investigación

López Obrador minimiza la investigación "Ejército Espía" publicada hace unos días

Cuartoscuro / Rogelio Morales

Los documentos, obtenidos gracias a la enorme filtración que dio a conocer a fines de septiembre el grupo Guacamaya, demuestran que Ramos ha sido espiado aunque no se conocen evidencias de que haya existido una orden judicial que lo autorice. El espionaje lo hizo el Ejército Mexicano utilizando Pegasus, en una operación reportada directamente al secretario de la Defensa, el general Cresencio Sandoval.

La investigación fue realizada por las organizaciones Red en Defensa de los Derechos Digitales, Artículo 19 y SocialTic, junto con tres medios de información: Animal Político, Aristegui Noticias y Proceso. Ese esfuerzo conjunto ha demostrado que el gobierno espía a ciudadanos, aunque lo niega.

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La reportera Nayeli Roldán planteó el asunto del espionaje con el aplomo que da el dominio del tema del que se está hablando, e insistió con serenidad y sin dejarse envolver en las provocaciones e insultos del presidente.

Durante 51 minutos, López Obrador escuchó e intentó eludir las preguntas de esa periodista. En ese lapso hubo extensas divagaciones y digresiones del presidente, pero Roldán volvía al espionaje que realiza el Ejército. El presidente eludió responder si ha autorizado esas acciones.

Ante las evasivas del presidente, la periodista perseveró:

“¿Cuál fue el objetivo de ese espionaje a estos civiles que le menciono?

“No sé, no sé, no sé. Sí sé perfectamente que el objetivo de Animal Político y de Página 19… Artículo 19".

“Artículo 19, y de Carmen Aristegui, pues es estar constantemente atacándonos, desacreditándonos, de eso no tengo duda”.

Una y otra vez, López Obrador quiso colocarse como víctima de una conspiración conservadora, en este caso de los medios que han documentado el espionaje gubernamental. Dijo que él es quien fue espiado en otras épocas. Roldán mantuvo el tema:

“¿La base legal no importa, presidente?

“Claro que sí se hace, existe, el Estado mexicano tiene una oficina de inteligencia y tiene facultades.

“¿Para intervenir un teléfono de un civil?

“Para hacer investigaciones con autorización.

“En este caso no hubo autorización, se lo preguntamos a la Sedena vía transparencia, la Sedena respondió que no hizo ninguna solicitud para intervenir comunicaciones y, sin embargo, el reporte que dan al secretario de la Defensa se trata de la intervención del teléfono de un civil”.

“Sí, pero puede ser algo relacionado con el general Audomaro Martínez Zapata, que es el encargado del Centro de Inteligencia del Estado. Miren, esto es desde que estaba yo en Tabasco…”

López Obrador evadía las preguntas, sin admitir la responsabilidad de su gobierno en el espionaje reciente. De lo que es víctima el presidente, es de la retórica que utiliza para negar ese espionaje. Afirma que lo que existe es “inteligencia”, pero ese es un subterfugio para no decir espionaje.

Todos los gobiernos interceptan las comunicaciones de individuos o grupos que consideran riesgosos. En los estados democráticos, en donde existen controles legales y eficaces sobre las acciones del gobierno, cada acción de espionaje es autorizada por jueces competentes para ello. En los regímenes autoritarios, los gobiernos espían sin cumplir con formalidad alguna.

Roldán exhibió esa confusión o engaño del presidente cuando le preguntó cuál es la diferencia entre inteligencia y espionaje. “Pues el espionaje tiene que ver con la persecución política, con limitar las libertades, con amenazar, intimidar, reprimir a los opositores, lo que nosotros padecimos durante años”, replicó López Obrador sin admitir que su gobierno hace lo mismo.

Enmarañado en su propia demagogia el presidente no comprende, o no reconoce, que el espionaje puede ser una actividad legítima si está ceñido a las leyes. En su gobierno, sin embargo, no solamente se espía sino que esa tarea ha quedado en manos del Ejército. El Centro Nacional de Inteligencia, que sustituyó al antiguo CISEN y depende de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, es dirigido por el general Audomaro Martínez Zapata. Ahora, gracias a la investigación de varios medios, se sabe que, además, existe un organismo llamado Centro Militar de Inteligencia, ubicado en el Campo Militar Número Uno aunque no se encuentra en la estructura oficial de la Secretaría de la Defensa.

Más tarde la reportera Dalila Escobar, de la revista Proceso, insistió en el espionaje. El presidente admitió que no sabe qué es Pegasus, a pesar de que ha sido tema de numerosas publicaciones y denuncias. Cantinfleó así: “Entiendo que es una marca, que es un sistema que incluye aparatos para espiar, para intervenir teléfonos. Pero el Pegasus existe desde antes de Pegasus y después del Pegasus”.

Evidentemente, es una cuestión que le incomoda. Poco antes el presidente se había negado a la solicitud de Nayeli Rodán para que el general Martínez Zapata vaya a la conferencia de prensa a explicar qué justificación legal tuvo la adquisición del programa Pegasus: “No es a partir de lo que a ustedes les conviene, que son contrarios a nosotros”.

“Pero esta tribuna es para la sociedad”, argumentó Roldán. “Sí, para todos, y hay otros temas, pero ustedes no van a poner la agenda”.

Allí está el detalle, como diría aquel clásico. A López Obrador le molestan sobremanera las crecientes dificultades que encuentra para imponer la agenda de los asuntos públicos. Gracias a la perseverancia de reporteros como Nayeli Roldán el periodismo de calidad, que aporta datos y hechos porque investiga, seguirá contribuyendo a la agenda pública —aunque le disguste tanto al oficialismo—.