¿El retrato o el retrete?
Por mucho como quiera el señor presidente ganarle tiempo al tiempo con las inauguraciones de obras inconclusas no logrará alargar los días del calendario.
El agua hierve a los 100 grados centígrados, digan cuanto quieren los boletines de lo inacabado, porque hay una persona inmune y muda --a su modo—ante sus discursos y sus recursos de propaganda, persuasión o hipnosis de masas ignorantes: la realidad.
Y esa nos dice cosas cuyo lenguaje debe ser interpretado --o mejor, traducido--, con mayor razón a partir de la próxima semana cuando el año final comience, para lograr una tarea importante: escribir y describir este sexenio.
--¿Quién podrá trazar siquiera el esbozo de tan gigantesco fresco?
No se sabe si necesitaremos un pintor de caballete, un muralista o un médico forense.
Si la acción de gobierno es por ahora inmune a un análisis frente a la catarata de verbos de apoyo y publicidad desplegados desde el fatigado salón de la Tesorería en el Palacio Nacional, esos recursos no impedirán la autopsia cuando llegue --por fin-- la noche de su plazo.
En el reposo de estos días de fiesta y poco trabajo, releí a Margarite Yourcenar en uno de sus geniales ensayos sobre la historia del mundo romano. Analiza una obra poco divulgada: “Historia Augusta”, en la cual seis historiadores retratan a 28 césares, de Adriano a Carino. Del esplendor a la mediocridad.
Una frase suya me movió reflexionar sobre el futuro empeño lo emprenda quien sea:
“… De diez veces, nueve la mentira suele hallarse dictada, como es natural, por el odio partidista o por la lisonja al príncipe en el poder…”
Esto quiere decir, ¿será confiable el aún desconocido historiador? Depende quien sea y cuáles sus motivaciones. ¿Taibo o Martín Moreno?
Un ejemplo:
“…La semblanza de Galiano no es más que un panfleto inspirado por el rencor senatorial; la de Claudio, el Gótico, contiene aproximadamente la misma verdad que un discurso electoral en nuestros días o que una oración fúnebre del siglo XVII.” O una mañanera, pudo decir.
La inclinación personal, el grado de compromiso, el tamaño de las dádivas recibidas, la cercanía o la distancia voluntaria producida por legítimas divergencias morales o políticas o por simple antipatía, tiñen las pinturas de los personajes de la historia o el pasado. El retrato o el retrete.
Obviamente la Cuarta Transformación (ese mito --¿o garlito?-- genial), todavía no es historia. Apenas se le puede catalogar como historieta; pero pronto comenzará a ser simplemente ritornelo pasado.
¿Cómo los cronistas de la Historia Augusta, incurriremos en situaciones como estas?:
“…Sus furibundas declamaciones contra el lujo o la corrupciónde las costumbres (con frecuencia unidas a la afición por el detalle obsceno) son extraídas del trivial repertorio de
retóricos y sofistas de la época.
“…A esta moral intemperante, que mete en el mismo saco el crimen de comer frutas y verduras tempranas o de orinar en orinal de plata y el asesinato político o fratricida, se superpone, naturalmente, la más completa indiferencia ante las verdaderas taras de la época: la apatía de las multitudes, el universal servilismo a los amos del día…”
Si los hombres del pasado incurrieron en semejantes deficiencias, ¿también ahora le daremos cabida a a un “montón de habladurías sin valor junto con unas cuantas informaciones útiles, más una avalancha de literatura propagandística y las revelaciones sensacionalistas de los periódicos de la tarde?”.
Muy difícil será la tarea cuando el cánon se realimenta de su propia ponzoña verbal.
Ejemplo:
La recuperación de Acapulco (inexistente, por otra parte), es un éxito absoluto y una muestra de compromiso con el pueblo. La ruina cotidiana, un invento de quienes desean el fracaso de la transformación para regresar a la época de los privilegios y la corrupción:
Entonces la discusión se traslada a la disyuntiva y se olvida de la realidad.