Opinión

La revuelta de los electores

Votar es importante y democrático porque las elecciones representan el mejor sistema, entre aquellos diseñados con el transcurrir de los siglos, para resolver los conflictos políticos sin negar la libertad. Las elecciones tienen una gran función que es la de pacificar a la sociedad sin reprimir la libertad y sofocar el disenso. Ellas permiten una competencia libre y no destructiva entre ciudadanos con diferentes concepciones políticas. Hacen posible la existencia de una sociedad en movimiento permanente sin hacerla precipitar en el caos. Son deseables porque permiten bajo ciertas condiciones, proceder con libertad y paz civil a pesar de los conflictos que surgen en la sociedad. Los procesos electorales representan las esenciales reglas del juego político democrático. Sin embargo, las elecciones no prometen darnos certidumbre sobre la eficacia del voto. No son garantía de que la elección que saldrá de las urnas será la más justa o que nuestro voto tenga correspondencia directa con aquello que sucederá después de las elecciones y tampoco con lo que hagan o no hagan los políticos. La insatisfacción con los resultados electorales no es equivalente a una insatisfacción con los procesos electorales en cuánto mecanismos para tomar decisiones colectivas.

El filósofo de la política Norberto Bobbio sostenía que la democracia de las reglas del juego es subversiva en el sentido pleno de la palabra, porque donde se establece logra modificar radicalmente la concepción tradicional del poder. Agrega que los ciudadanos de las democracias modernas se han comprometido recíprocamente en tres aspectos: en primer lugar que todos pueden disentir libre y públicamente sobre el significado de su participación como sujetos políticamente iguales; en segundo lugar que las divergencias serán temporalmente resueltas mediante decisiones tomadas contando cada voto en base al principio de la mayoría y reconociendo la existencia de la oposición, y en tercer lugar que ninguna decisión será considerada definitiva o indiscutible dado que el pluralismo es un valor compartido. Nuestras sociedades son democráticas en cuanto establecen elecciones libres, existen más de dos partidos en competencia y en la medida que permiten una evaluación periódica de los políticos. Si queremos democracia debemos fortalecer las elecciones. Ellas son el marco dentro del cual distintas personas libres pueden disentir pacíficamente sobre cómo mejorar el mundo circundante a través de visiones, valores e intereses contrastantes.

Tiene sentido preocuparse por las elecciones dado que México necesita un sistema más eficaz para formar nuevas mayorías. Por ello, resulta necesario insistir en la separación del sistema político de aquellos otros sectores decisionales del Estado como son el legislativo y el sistema de justicia, lo que representa una condición necesaria para contener el creciente poder discrecional del partido oficial. De esta manera y gracias a la posibilidad de expresarse por medio del voto democrático, los electores mandaron un poderoso mensaje rechazando el modelo político y las prácticas clientelares que se observaron durante las campañas. Consideradas las votaciones más importantes previas a las presidenciales de 2024, ellas demostraron que los ciudadanos son votantes racionales capaces de construir nuevos equilibrios políticos entre el oficialismo y la oposición. Se trata de una insurrección de la gente normal contra las estructuras del poder político que evidenció las debilidades de un sistema que necesita legitimación y consenso. Nuestra frágil democratización continúa enfrentando, como una amenaza constante, la caída de la confianza hacia los diferentes actores políticos, las autoridades y las instituciones. Se ha sostenido siempre que ningún régimen político, democrático o no, es capaz de resistir una imponente caída de la legitimación popular. En esta ocasión, la participación ciudadana fue un fiel reflejo del creciente malestar social respecto del actuar de sus gobernantes.

Elecciones 2022 en México

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Cuartoscuro
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