Opinión
¿Qué está tramando el zar Putin?
Fran Ruiz

¿Qué está tramando el zar Putin?

Vladimir Putin tiene una misión sagrada desde que emergió de las cloacas del KGB para sentarse en el trono del Kremlin en 1999: restaurar la gloria imperial de la Madre Rusia.

Obviamente, Putin no quiere el regreso del imperio de los zares, aplastado por la revolución rusa en 1917, ni el soviético, que colapsó a finales de 1991, sino un imperio diferente, donde el zar, no lleve ni hoz, ni martillo, ni corona, y sobre todo no mire a Occidente con envidia, sino al contrario, con mirada desafiante y helada…una mirada como la suya. En otras palabras, el presidente ruso se ha empeñado en levantar un imperio que ensalce la tradición autócrata rusa y desprecie la democracia liberal y sus cuentos feministas, gays, etc…

Con el envenenamiento fallido y posterior encarcelamiento de su rival más peligroso en las urnas —Alexei Navalni—, con la persecución de disidentes, periodistas, diputados y jueces, y finalmente, con la reforma de la Constitución, diseñada para que pueda perpetuarse en el poder, Putin está a punto de lograr su objetivo de ser coronado zar… pero hay un obstáculo que no le deja dormir. El presidente ruso no ambiciona ser sólo el zar de Rusia, sino el zar de Todas las Rusias, y para ello necesita poseer la joya de la corona perdida: Ucrania.

Esta es la razón espiritual que hizo a Putin llevar más de 100 mil soldados a la frontera con Ucrania. Porque la esencia del alma del pueblo ruso nació en Kiev, donde floreció la primera tribu de eslavos llamados los rus, hace más de dos mil años, antes de que fundaran al norte Moscú.

Pero hay, lógicamente, otras razones geoestratégicas y más políticas por las que el Kremlin considera a Ucrania una línea roja.

Humillado y abochornado por la imagen del presidente Boris Yeltsin, empapado en vodka y riéndole la gracia al presidente de EU, Bill Clinton, ganador de la guerra fría, Putin prometió tomar el poder para hacer lo que no hizo en su momento el primer presidente de la Federación Rusa: proteger a los más de 40 millones de rusos que quedaron en minoría, tras la eclosión de nuevos estados independientes surgidos del colapso de la URSS. Ucrania es la ex república soviética con la minoría rusa más numerosa, pero antes de cualquier maniobra maquiavélica, Putin tuvo primero que devolver a Rusia el poderío militar perdido.

Con la ayuda de los precios del petróleo y el gas, y su mente de exagente del KGB —lo que mejor funcionaba en la URSS—, puso de nuevo en pie la potencia militar rusa y probó suerte por el flanco más fácil. Armó a los prorrusos de la caucásica Georgia, y les animó a declarar las repúblicas independientes de Abjasia y Osetia del Sur.

Lo consiguió y no pasó nada. Occidente no reaccionó y, además, cometió un error geoestratégico mayúsculo: rompió el acuerdo no escrito para que la OTAN no llegase a las fronteras rusas. Los “vencedores” estadounidenses metieron en la OTAN a casi todos los países de la Europa del Este, y dieron la excusa a Moscú para protestar airadamente.

Cuando Ucrania quiso entrar en la Alianza Atlántica, al calor de la revolución naranja que expulsó al presidente prorruso Viktor Yanukovich, Putin no se lo pensó: se anexionó Crimea en 2014, violando todas las leyes del derecho internacional.

Ahora vuelve a la carga y amenaza con invadir el este prorruso de Ucrania, pero sabe que esta vez, Occidente no lo consentirá y el riesgo de guerra es gravísimo.

¿Qué quiere entonces Putin? Elemental. Que la OTAN nunca “colonice” Ucrania, y que él pueda extender sus dominios sobre el antiguo imperio, aunque sea sin tanques y con mando a distancia desde Moscú.

fransink76@gmail.com

Foto: Especial

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