Opinión

La transmutaciones no son literarias.

Transmutación y travestir me sirven para nombrar un fenómeno actual en el mundo de las ediciones y la literatura. El de Carmen Mola es el más reciente. Escritora que obtuvo un buen recibimiento en el público lector en España, tanto que ha vendido más de 400 mil ejemplares de sus libros detectivescos y ha sido traducida a media docena de lenguas, en los que la inspectora Blanco protagoniza las historias. Varios aspectos de la vida personal de la escritora los dio a conocer ella misma, mediante entrevistas por correo electrónico. Se trataba de una profesora universitarias de cuarenta y tantos años, casada y con tres hijos. Pero resulta que Carmen Mola, por lo menos esa Carmen Mola, no existió nunca sino que es el pseudónimo de tres escritores españoles: Agustín Martínez, Jorge Díaz y Antonio Mercero. Como ustedes saben, la identidad de Carmen Mola se reveló cuando “mandó” su nueva novela al concurso del Premio Planeta y lo ganó. Los tres escritores, más conocidos como guionistas de televisión, se llevaron un millón de euros, más o menos 1.16 ,millones de dólares. Pas mal

¿Se vale transmutarse así y engañar a los lectores y a las editoriales? Yo pienso que sí. Me parece un juego divertido y literariamente muy interesante. En las series de televisión, algunas tan buenas que podríamos llamar como “nueva narrativa”, intervienen varios escritores. Entre todos le dan varias vueltas a la historia, la complican, la enriquecen y el producto resulta fenomenal la mayoría de las veces. Los espectadores nos dejamos seducir y pasamos horas ante la pantalla de plasma, ahítos de curiosidad y también de culpa.

¿Por qué no escribir una novela entre tres e inventar a un autor o autora como parte de la ficción? Confieso que no he leído a Carmen Mola (sic), pero lo haré en las vacaciones de diciembre.

Elena Ferrante, en Italia, es otra escritora encubierta. No sabe de dónde surgió. Nadie la conoce en persona y ha publicado varias novelas hasta ahora, con estupendo pulso literario. También da entrevistas por correo electrónico y su obra ha sido traducida a muchos idiomas. ¿Quién se esconde tras Elena Ferrante? Vayan ustedes a saber. George Sand en Francia durante el siglo XIX, lo mismo que George Eliot en Inglaterra, eran mujeres. En ese entonces el mundo se les abría con pseudónimos masculinos, mientras la gran Jane Austen escribía de tretas y ambages de lo femenino. Eliot escribió varios libros, entre otros Daniel Deronda, una novela en la que critica a la aristocracia británica, mientras ensalza la integridad del pueblo judío. Es probable que como Mary Ann Evans no hubiese podido ahondar en ese tema.

Mutis mutandis el mundo de la política, hoy, también se interna en los caminos de lo ficticio y de extrañas transmutaciones. Como se sabe, el presidente López Obrador dice todos los días mentiras, crea historias y neologismos con toda tranquilidad. Expresa sus filias y sus fobias y todo aquello que no le plazca lo reduce al talante conservador, al arraigo neoliberal de sus adversarios, que son siempre “la derecha”.

¿Es válido hacer estas distinciones? Aquí es donde la ficción se topa con la realidad. En lo que toca a la política, las adjetivaciones constantes no pertenecen a los múltiples engranajes de una novela sino que tergiversan los hechos y el sentido de las cosas, como en sus invectivas cotidianas a la UNAM. ¿Querrá López Obrador imponerle a la Universidad el proyecto mengeliano que Luciano Concheiro, subsecretario de Educación, ha elaborado para la Universidad de Zacatecas? Esta por verse. 

Especial

Especial