En junio 15, un grupo de expertos en virología, vacunología, medicina y ciencia se reunió en la FDA de los Estados Unidos (Federal Drug Administration), la instancia encargada de regular y autorizar los medicamentos, tratamientos y vacunas que se utilizan en medicina. Este grupo de expertos, con gran concomiendo del tema y análisis cuidadoso de lo que ha pasado con la variante del SARS-CoV-2 a lo largo de la pandemia, decidió en forma unánime que, para la próxima temporada invernal, se debía de actualizar la vacuna anti-COVID para hacer una nueva versión monovalente, con la secuencia del linaje XBB 1.5 de la variante ómicron del virus. Este es el virus que causa COVID en este momento y se espera que será el causante durante la época invernal.
En consecuencia, la semana pasada la FDA hizo público el anuncio de que la vacuna ya estará disponible en unos días y que son elegibles para vacunarse todas las personas mayores de 5 años que pueden recibir una dosis de esta nueva vacuna monovalente. Los menores, entre 6 meses y cinco años, que ya recibieron vacunas anti-COVID, son elegibles para recibir dos dosis de esta nueva versión y si no han sido vacunados previamente, son elegibles para recibir tres dosis.
Los datos clínicos muestran sin lugar a duda, que las vacunas anti-SARS-CoV-2 han sido claves en convertir a la enfermedad de grave y mortal, a una infección de vías respiratorias altas de diversa intensidad, pero no grave. Los individuos con mayor riesgo de hacer una forma grave son quienes no estén vacunados o tengan inmunosupresión. Cada individuo que hace una forma grave y fallece, además del trauma familiar que eso significa y la pérdida de la vida, representa un gasto enorme para el sector salud. Es más barato prevenir que atender enfermos graves.
El virus causante de COVID ha tenido múltiples mutaciones. La cepa original ya es historia. Ese virus, ya no existe. Todavía no sabemos que tanto sirvan las vacunas hechas con la cepa original para proteger a la población de infección grave por la cepa XBB 1.5. Pero, dado los tiempos tan difíciles que se vivieron en el mundo durante los primeros 12 a 24 meses de la pandemia, me parece que no es apropiado cruzarnos de brazos y esperar a ver qué pasa.
Desafortunadamente, eso es lo que vamos a hacer en México. Cruzarnos de brazos. Las únicas dos vacunas disponibles para la población mexicana son la Sputnik y la Abdala que no han sido aprobadas por la OMS y cuya adquisición tiene que ver más con razones políticas que científicas. Ambas fueron hechas con la versión original del virus. Ya no sirven. Como consuelo, nos dicen que pronto ya estará la tan anunciada vacuna Patria que, antes de salir, ya está obsoleta. No hay aún un estudio que la avale y como fue hecha con la secuencia original, no va a servir. Es como si la vacuna de influenza del 2023 se hiciera contra los virus que hubo en el 2017. No tiene sentido. Se presumió que había sido mucho menos cara que las Pfizer o Moderna, pero de que sirve gastar menos en algo que ni siquiera existe todavía y cuando eso suceda, no va a servir. Lo barato sale caro.
Con esta acción desafortunada se promueven las diferencias sociales. Los mexicanos que reciban la vacuna contra XBB 1.5 y estén mejor protegidos contra el virus serán los que tienen recursos para viajar y llevar a su familia a vacunarse a Estados Unidos. Esta acción no va nada de acuerdo con el lema de “por el bien de todos, primero los pobres”. De acuerdo con este lema, los pobres deberían tener acceso a la vacuna monovalente anti XBB 1.5.
Dr. Gerardo Gamba
Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán e
Instituto de Investigaciones Biomédicas, UNAM
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