Cultura

Recuerdan a Roberto Fernández Balbuena y su odisea para salvar 600 obras de arte

El arquitecto y pintor logró rescatar del franquismo piezas como “La Anunciación” y “La Coronación de la Virgen”, del Greco; y “Las meninas”, de Velázquez. En 1938 era subdirector del Museo del Prado y salvó su acervo

legado cultural

El cuadro “Pastora de negro”, de Roberto Fernández Balbuena.

El cuadro “Pastora de negro”, de Roberto Fernández Balbuena.

“Eran 300 kilómetros de distancia, las camionetas iban a 30 kilómetros por hora con las luces apagadas para que no las descubrieran los bombarderos, las obras de arte serían llevadas a Valencia, España, acompañadas de un equipo antiincendios y con una patrulla de republicanos para defenderlas”, narra Elvira Fernández Gascón, hija de Roberto Fernández Balbuena, arquitecto y artista español nacionalizado mexicano artífice de resguardar 600 obras de arte durante la Guerra Civil Española.

En entrevista, la escultora cuenta cómo fue la labor de su padre en las Juntas de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico de España en los años de guerra, anécdotas acompañadas de fotografías que se publican en el libro “El Prado en peligro. Una biografía de Roberto Fernández Balbuena”, editado por Turner.

“Personajes como Roberto y otros republicanos que decidieron valientemente trabajar en Madrid bajo los despiadados bombardeos fascistas para salvar el patrimonio artístico, son héroes porque el gobierno de la República y la mayoría de los intelectuales, cuando se acercaban los franquistas a la capital, se refugiaron en Valencia, ¿qué hizo Roberto? En lugar de irse a Valencia a pintar, decidió quedarse en Madrid a defender el patrimonio en peligro”, señala Fernández Gascón.

La también promotora cultural narra que fueron tres años (1935-1939) en los que su padre y más de 100 republicanos estuvieron bajo las bombas y cañonazos sacando obras de museos y colecciones privadas.

“La mayoría de estos héroes se vieron obligados a morir en el exilio, como mi padre, y merecen ser recordados, recibir el calificativo de héroes; lo más importante del libro no es que sea sobre mi padre, sino que fue el salvador del Museo del Prado durante la Guerra Civil Española”, indica.

Fernández Gascón platica que su padre estudió arquitectura para cumplir los estándares económicos y familiares; sin embargo, su deseo siempre fue pintar. Cuando Roberto Fernández Balbuena decidió dedicarle tiempo a la pintura, llegó la guerra.

¿En dónde está la obra de su padre?

Hay 16 óleos en el Museo Reina Sofía, España. Después, en México hay muchos en colecciones particulares, el autorretrato que aparece en la portada del libro ya pertenece a la colección del Museo del Prado, me lo llevé a Madrid cuando presenté el libro en el Instituto Cervantes y lo doné al museo.

“En 1991 el Palacio de Bellas Artes de México realizó una retrospectiva de Fernández Balbuena, en la sala Diego Rivera, con 64 óleos y para esa exposición entrevisté a Juan José Arreola, resultó muy bonita y la recuperamos en el libro; también hay fotos de Juan Rulfo, otro de sus grandes amigos”.

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Imagen del filme.

Caminar en la Guerra

“Sucedió que a los cinco días de producirse el golpe de estado de Francisco Franco, el gobierno de la República instruyó la Junta de Protección del Tesoro Artístico, en el mismo de agosto (1936) que empezó a funcionar, Fernández Balbuena se fue a trabajar con ellos, recorría Madrid viendo qué cuadros habría que recoger y resguardar”, menciona Fernández Gascón

En noviembre, el gobierno se fue de Madrid para instalarse en Valencia, ahí se creó la Junta de Incautación y Protección, en donde Fernández Balbuena fue nombrado presidente.

“Trabajaría en la junta todos los años de la guerra ayudando con 100 voluntarios republicanos, ¿qué sucedió después? En enero 1938 lo nombraron subdirector del Museo del Prado, el director era Pablo Picasso, pero como saben, él no se movió de París; entonces Fernández Balbuena se encargó de ser el director en funciones, hizo todo el salvamento del museo, de otras colecciones particulares y de otros museos”, platica la autora.

Al frente de la subdirección del Prado, Roberto estuvo cuatro meses y se lograron enviar a Valencia 600 obras maestras.

¿Entre éstas, algunas son de El Greco?

Muchos cuadros que recogían para protegerlos y enviarlos a Valencia habría que restaurarlos porque no estaban en buenas condiciones, la más llamativa de estas labores fueron los Grecos de Illescas, es una población de España, que cuando empezó la guerra las autoridades decidieron guardar los cuadros de El Greco en las bóvedas del Banco de España, a 35 metros de profundidad, y se negaron a entregarlos a la Junta de Madrid dirigida por Roberto.

“Una semana después, cuando entraron a recoger los cuadros del Greco (como La Anunciación y La Coronación de la Virgen) estaban cubiertos de moho, ahí están las fotos: como si les hubieran puesto una tela encima… Tuvieron que recuperarlos y restaurarlos, Roberto se encargó de eso y así muchos cuadros, antes de ser enviados a Valencia, los restauraban y protegían”, expresa.

Otro caso llamativo fue el traslado de “Las meninas” de Diego Velázquez, señala la escultora. “Es un cuadro enorme, lo llevaron en camioneta y al llegar al Puente de Arganda que es de fierro, no pudieron pasar, entonces tuvieron que bajar a pie el cuadro, pasar la camioneta y volverlo a subir. Otros cuadros tuvieron que ser enrollados en cilindros de madera para no sufrir percances”.

Fernández Balbuena no estaba en su oficina trabajando, enfatiza su hija. “Mi padre estaba en Madrid caminando, arriba de una camioneta, en el Madrid de guerra, recuperando cuadros, aparte de generosidad, ¡qué valor!”.

Gracias a la política del expresidente Lázaro Cárdenas, Roberto Fernández Balbuena y su familia llegaron a México como exiliados, donde el arquitecto y pintor se acercó a la vida intelectual y cultural del país.

Roberto Fernández Balbuena en una fotografía tomada por Juan Rulfo en la década de 1950.

Roberto Fernández Balbuena en una fotografía tomada por Juan Rulfo en la década de 1950.

Juan Rulfo

-En México, tu padre tampoco pudo pintar, ejerció la arquitectura…

Él era un hombre bueno, llegó a México y se nacionalizó mexicano, dijo: tengo que trabajar como arquitecto para sacar adelante a mi familia; buscó la revalidación de su cedula profesional, lo logró, fundó una asociación de arquitectos y construyeron escuelas, gimnasios, deportivos, el Rancho Cortés en Cuernavaca y el Hospital Español en Ciudad de México

“No se relacionó ni hizo amistad con los españoles residentes, se relacionó con los escritores como Juan José Arreola, Juan Rulfo, Tito Monterroso, Ernesto Mejía Sánchez y Alfonso Reyes, ellos le enseñaban sus libros en borrador y él les enseñaba las fotos de su labor de salvamento”, responde.