Deportes
'Para entender el deporte'  --

​Dr. Mario Antonio Ramírez Barajas

Campeones y Villanos: la Alquimia Mediática de la Identidad Deportiva

"Del mismo modo que la pelota en juego desconoce su destino hasta que es tocada por el pie o la mano, así también el atleta permanece en la incertidumbre, pendiente del juicio que sobre él emita la pluma del escribano."

El creador de dioses y monstruos

Imagine por un momento una cancha, pero no una común y corriente. Imagínela como un tablero de ajedrez donde cada jugador es simultáneamente peón y reina, héroe y villano. En la grada, la multitud observa con avidez.

  • Pero en la sala de prensa, ocurre otra partida; ahí, un periodista —el alquimista moderno— está transmutando plomo en oro, errores en aciertos, personas en mitos.

El partido de la subjetividad: el árbitro invisible

Si te paras a pensar, los jugadores en este tablero son meros mortales. Se entrenan, sudan, cometen errores, sufren lesiones, a veces incluso se enamoran en los vestuarios. Pero cuando atraviesan la línea de cal, se someten a una transformación. Ya no son individuos, sino personajes en una narrativa que nosotros, como sociedad, estamos desesperados por consumir.

¿Quién escribe esta historia? Te sorprendería saber que a menudo no es el atleta, sino el periodista deportivo, ese escritor inadvertido de epopeyas y tragedias.

En sus manos, una simple jugada se convierte en un acto épico digno de la Ilíada. Un fallo, un error humano, muta en una traición shakesperiana que merece la pena de destierro público.

Héroes de barro, villanos de cartón: la dicotomía fabricada

Revisemos el caso de un futbolista prodigio. A los dieciséis años, se convierte en el jugador más joven en marcar un gol en una liga profesional. Se vuelve el niño dorado, el futuro, el héroe que vendrá a salvarnos. Los periódicos lo consagran, los patrocinadores lo visten con armaduras de oro. Pero no olvidemos algo crucial: este chico aún tiene que hacer sus tareas y preocuparse por cosas tan mundanas como el acné.

Años más tarde, este mismo futbolista se ve envuelto en un escándalo. La prensa, la misma que lo había encumbrado, ahora lo echa al abismo de los villanos. De ser el “Salvador del Futbol Moderno,” pasa a convertirse en el “Judas del Deporte Nacional.” Y la audiencia, nosotros, nos sumamos a este juicio sumarísimo, olvidando que estamos apuntando a un ser humano, con una vida y una historia más allá de la cancha.

Te sorprendería saber que a menudo no es el atleta, sino el periodista deportivo,

Te sorprendería saber que a menudo no es el atleta, sino el periodista deportivo,

Foto: Autor

La paradoja del observador: nosotros, los cómplices

Hay algo perversamente atractivo en el ascenso y la caída de un héroe. Nos atrapa porque nos vemos reflejados en ese ciclo de apogeo y decadencia. Pero, ¿alguna vez nos detenemos a pensar en el papel que jugamos en esta representación? Consumimos la información, compramos las camisetas y coreamos los nombres, olvidando que cada vez que lo hacemos, participamos en este acto de creación y destrucción de identidades.

Para el periodista deportivo, el dilema es aún más complejo. Sabe que es un demiurgo en miniatura, capaz de moldear la percepción pública, pero también consciente de que está jugando con algo más delicado que una pelota: está jugando con vidas humanas. Y cada palabra que escribe, cada titular que publica, no es más que un pincelazo en el retrato que, entre todos, estamos pintando.

Autores y protagonistas de una epopeya

Así, en este juego de espejos que es la prensa deportiva, nos encontramos a nosotros mismos, oscilando entre el papel de víctimas y victimarios, entre campeones y villanos. Somos, en última instancia, autores y protagonistas de una epopeya que se escribe en tiempo real, tan fugaz como un gol en el último minuto y tan eterna como la mancha de una tarjeta roja. Y en este drama, la única certeza es que la historia nunca termina.