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‘El exorcista del Papa’: Espectacular ficción sobre un controversial personaje real

CORTE Y QUEDA. Gabriele Amorth llega de nueva cuenta al séptimo arte, encarnado ahora por el neozelandés Russell Crowe, con una propuesta de divertimento a contracorriente –aunque complementario- para estas fechas

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Fotograma del filme.

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Originario de Italia y nacido el 1 de mayo de 1925, Gabriele Amorth se ordenó como sacerdote católico en 1951, y en junio de 1986 se convertiría en exorcista oficial, al realizar su primer ritual de esa naturaleza en ese año. Sería nombrado por el Cardenal Ugo Poletti (Vicario General de la Diócesis de Roma), como Exorcista del Vaticano. Y de acuerdo a la Agencia Católica de Noticias, a lo largo de 30 años dedicado a esta tarea realizó unos 70 mil exorcismos.

El clérigo se volvería todo un experto en el tema, editando varios libros y participando en conferencias y programas de radio y televisión en torno a ello. En 1990 fundó la Asociación Internacional de Exorcistas, la cual presidió hasta su retiro a los 75 años de edad, en el año 2000, aunque fue declarado presidente honorario vitalicio por dicha asociación.

Amorth fue también un personaje controversial, ya que por un lado instaba a aquellos que acudían a él para solicitarle un exorcismo, a que primero buscasen ayuda de la medicina tradicional y la psiquiatría. “De cien personas que buscan mi ayuda, una o dos como máximo pueden estar poseídas”, explicó en su momento el padre en un artículo publicado en Vanity Fair. Por otro lado, fue el centro de la polémica primero en 2006, cuando en un programa de radio manifestó creer que Adolf Hitler y Josef Stalin estuvieron poseídos por el demonio. Polémica la cual se repetiría en 2015, cuando aseguró que el Estado Islámico “es Satanás”.

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Fotograma del filme.

En 2017, un año después de su deceso por complicaciones pulmonares, sería lanzado el documental The devil and father Amorth, el cual fue dirigido nada menos que por William Friedkin, cineasta responsable del filme de horror y de posesiones demoníacas más emblemático de todos los tiempos: El Exorcista (1973). En dicho documental, se muestra el noveno exorcismo de una mujer italiana realizado por el eclesiástico.

Y en este 2023, Gabriele Amorth llega de nueva cuenta al séptimo arte, encarnado ahora por el neozelandés Russell Crowe, quien estelariza El exorcista del Papa (The Pope's Exorcist). Basándose en las novelas An exorcist tells his story y An exorcist: More stories, de la autoría del propio Amorth, los guionistas Evan Spiliotopoulos y Michael Petroni, junto con el realizador Julius Avery desarrollan una versión muy libre del personaje, así como una trama la cual se mueve en terrenos del cine de horror, acción y que incluso ostenta tintes cómicos.

La historia es situada en julio de 1986, y nos muestra a un padre Gabriele ya muy experimentado en su oficio, quien incluso se vale en ocasiones de métodos poco ortodoxos para lograr llevar a cabo con éxito su labor. Dichos métodos no son del agrado de un sector del Vaticano encabezado por el Cardenal Sullivan (Ryan O’Grady), pero sin embargo cuenta con el total apoyo del propio Papa (interpretado aquí por el actor del culto Franco Nero).

La interpretación poderosa, carismática e incluso humorosamente cínica que Crowe hace de su padre Amorth es sin duda clave para que la cinta funcione adecuadamente

La interpretación poderosa, carismática e incluso humorosamente cínica que Crowe hace de su padre Amorth es sin duda clave para que la cinta funcione adecuadamente

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Y es justamente el Papa quien le asigna al padre Amorth la misión especial de atender el reporte del padre Esquibel (Daniel Zovatto), sobre un caso de posesión demoníaca ocurrido en una vieja abadía abandonada en Castilla, en donde la víctima es un menor llamado Henry (Peter DeSouza-Feighoney), hijo menor de Julia (Alex Essoe), la cual llegó a instalarse allí junto con él y su otra hija, la adolescente Amy (Laurel Marsden), con el fin de hacer restauraciones en el lugar.

Tras su llegada y los primeros escarceos con la entidad que ha poseído al niño, para Gabriele se vuelve claro que no se trata de una posesión similar a los casos los cuales ha atendido previamente, y está lidiando con un demonio muy poderoso el cual tiene un siniestro plan relacionado con sucesos sobrenaturales acaecidos en esa vieja abadía siglos atrás, y forman parte de una vieja conspiración nacida allí y que el Vaticano intentó ocultar.

Aunque la película tiene muchas referencias y lugares comunes propios del subgénero de posesiones demoníacas, director y guionista logran apartarse un poco de muchas producciones sobre el tema, gracias sobre todo a que consiguen sacarle partido a su protagonista central, apoyándose en varios aspectos representativos del personaje de la vida real y maximizándolos, creando con ellos un exorcista temerario, seguro de sí mismo e incluso un tanto aventurero, pero quien también es acosado por algunos errores de su vida pasada, los cuales deberá enfrentar para poder salir victorioso en su cruzada contra el mal. En ese sentido, la interpretación poderosa, carismática e incluso humorosamente cínica que Crowe hace de su padre Amorth es sin duda clave para que la cinta funcione adecuadamente. Como dato curioso, es el primer largometraje de horror estelarizada por el histrión.

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Y ese tónica ligera y desenfadada permea el corpus general del relato donde, además de mezclar lo sobrenatural con sucesos y personajes reales, se mezcla el horror y la acción, el cual remite no sólo a una obra previa del cineasta intitulada Operación overlord (2018), sino a otros filmes que enarbolan dicha combinación y además la aderezan con un humor muy particular, como pasa con El despertar del Diablo 2 (Sam Raimi, 1987) o Hellboy (Guillermo del Toro, 2004).

Así, Avery busca más que solo horrorizar, y desarrolla una historia que resulta espectacular, donde además hay suspenso, conspiraciones, mucha acción, mucha sangre y escenas grotescas, y todo ello es el pretexto perfecto para orquestar toda una sinfonía de efectos especiales. Y el espectáculo es presidido por un cura muy badass, digno de ocupar un lugar en los anales de la historia del cine. Todo en conjunto da como resultado un trabajo que resulta sorprendente e incluso refrescante dentro del género, un poco vapuleado en tiempos recientes por productos análogos que resultan demasiado solemnes y/o genéricos. Así, El exorcista del Papa constituye un divertimento a contracorriente –aunque complementario- para estas fechas.