Escenario

‘Godzilla 1984’: Una fuerza de la naturaleza imparable que le dio nuevos aires al cine de kaijus

CORTE Y QUEDA CLASSICS. La décimo sexta cinta de la franquicia, dirigida por Koji Hashimoto, marcó un estelar regreso del popular kaiju a sus raíces

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Fotograma de ‘Godzilla 1984’.

Fotograma de ‘Godzilla 1984’.

ESPECIAL

Después de su debut en 1954 con la obra maestra del cine kaiju, Godzilla, de Ishiro Honda, en la que el denominado Rey de los Monstruos ejemplificaría los miedos de una sociedad japonesa post bomba atómica ante un monstruo que encarnaba la devastación y angustia sentida en ese período, la era Showa explotó a este coloso por dos décadas en las que pasó de ser el azote de los nipones a una especie de protector con tintes de entretenimiento infantil.

La franquicia, producida por Toho, pondría de moda el estilo tokusatsu y sería puesta en pausa después del fracaso en 1975 del filme Terror of Mechagodzilla, donde el enorme kaiju desaparecería del panorama hasta nueve años después, en el marco del 30 aniversario de su debut, para emerger nuevamente de las profundidades y dar pie a la nueva era de esta bestia, la Heisei, borrando todo lo sucedido en la anterior para hacer una continuación directa de la cinta de Honda del 54.

Así nace Godzilla 1984, décimo sexta cinta de la franquicia, dirigida por Koji Hashimoto, marcando un estelar regreso del popular kaiju a sus raíces, aquellas donde la criatura venía a destruirlo todo sin dejar de lado esas raíces atómicas, pero adaptándolo a las condiciones geopolíticas del momento, haciendo a Japón una víctima colateral de la Guerra Fría y los dilemas del uso de recursos nucleares para terminar con una amenaza, dejando de lado los daños colaterales posibles.

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Hay cuestiones que este “reinicio” retoma de sus bases originales, como el uso de las grandes maquetas para ejemplificar la destrucción de Japón mientras un actor se ponía el traje de goma de Godzilla. En esta ocasión, es Kenpachiro Satsuma, que ya tenía experiencia previa dando vida a monstruos de este talante como Hedorah y Gigan en la era Showa, quien se pondría ese traje para emular lo hecho en su momento por el icónico primer monstruo, Haruo Nakajima, logrando una buena interpretación a través de un diseño que tiene muchos tintes de ese clásico kaiju con algunas modificaciones ligeras que lo hacían más expresivo, especialmente en los ojos y la mandíbula.

Ni que decir del uso de los efectos especiales, sello del tokusatsu donde los láseres falsos, las explosiones y la destrucción física dependen enteramente de un montaje con efectos bastante chafas que también recuerdan aquella primera aparición del Rey de los Monstruos. Sin embargo, también se perciben aires del cine fantástico hollywoodense, específicamente de la más reciente versión de su eterno rival norteamericano, King Kong (Guillermin, 1976), dándole peso a la acción sobre todo hacia la segunda mitad del filme.

Si bien el Godzilla original (o Gojira, en su nombre japonés) era una criatura que mutaba a partir de la radiación de la bomba, aquí el monstruo despierta gracias a una erupción volcánica que lo saca de su letargo bajo tierra y lo lleva a alimentarse de la radiación que existe en plantas nucleares niponas. Esto es uno de los temas que cambia para adecuarse a la época de la Guerra Fría, dándole el adecuado trasfondo humano-político llevado a un nivel que no había tenido tanto peso en la versión de 1954 pero que sí sentaba las bases no sólo para los dilemas de la era Heisei sino para futuras entregas como los cuartos de guerra de Hideaki Anno en Shin Godzilla (2016).

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Entre las cosas curiosas de este relanzamiento destaca el modificar la estatura de Godzilla, que pasó de tener cerca de 50 metros a medir en este universo unos 80, incluso agregándole otro tipo de detalles no antes vistos en el diseño del coloso. Asimismo, la producción utilizó también un modelo robótico que usaban para algunos planos cercanos, otro aspecto tomado del Kong producido por De Laurentis. Todos esos elementos conjuntos le dan un sentido de película antigua admirable que ayuda a sortear los problemas argumentales del filme, especialmente la justificación de su regreso o el desconocimiento por parte de los habitantes nipones de la existencia de esta criatura después del caos ocasionado treinta años atrás.

Si bien el factor humano existe, se vuelve a tener una especie de dilema amoroso entre el periodista que descubre el regreso de la bestia, Mako, con la hermana del único sobreviviente al primer ataque de Godzilla, Naoko, llevándolos a tener que sobrevivir ante el plano de destrucción masiva que el kaiju desata en el acto final del filme. Asimismo, son las discusiones políticas alusivas a la batalla entre Rusia y los Estados Unidos los que toman parte central de los primeros actos, así como el dilema moral del pueblo japonés que después se convierte en mediador y salvador de una guerra entre potencias.

A pesar de esos detalles o de personajes que no lucen del todo, Godzilla 1984 demuestra nuevamente la importancia de este monstruo en la cultura japonesa e internacional, mostrándolo como es: una fuerza de la naturaleza imparable que le dio nuevos aires al cine de kaijus de la forma más tradicional posible para abrirle la puerta a una generación que no logró vivir su anterior momento de gloria, mostrando además que los miedos representados por el Rey de los Monstruos seguían vigentes de una forma entretenida con una fórmula que sigue funcionando a la fecha.