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‘Vamos a llevarnos bien’, dicen los dibujos animados a los rusos en tiempos de guerra

‘Vamos a llevarnos bien’ es el título de una exposición dedicada al universo de los dibujos animados rusos en su 110 aniversario

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Imagen de la exposición sobre animación

Imagen de la exposición sobre animación

EFE/ Fernando Salcines

Vamos a llevarnos bien es el título de una exposición dedicada al universo de los dibujos animados rusos en su 110 aniversario, que permite a los moscovitas volver a sentirse niños mientras resuenan los cañones en la vecina Ucrania.

Durante toda su existencia la animación ha abordado temas como la amistad, el amor, la familia, el bien y el mal. Por ello conforma los valores de la sociedad”, comentó a EFE Alexandr Karmáyev, director del proyecto Planet9, organizador de la muestra junto a los estudios de animación de Rusia, Soyuzmultfilm.

El nombre de la exposición interactiva que acoge VDNJ, el principal recinto expositivo de Moscú, nos remite al gato Leopoldo, protagonista de una serie animada rusa que entre 1975 y 1987 contó las peripecias del felino enfrentado a las maldades de dos ratones, y que siempre llamaba a “llevarse bien” pese a las discrepancias.

ANIMACIÓN ATEMPORAL

Para Karmáyev, se trata de temas trascendentes que no están vinculados a ningún contexto en particular, por lo que “sería injusto inscribir la exposición en la situación actual”.

Y es que la escuela de animación rusa ha destacado por recurrir a historias con una moraleja clara y aleccionadora, lo cual convirtió en entrañables y trascendentes a cientos de sus personajes.

La muestra, “única”, según su productora Agnia Stérlingova, reúne más de 250 obras e instalaciones referentes a más de un centenar de filmes de animación rusos y soviéticos, desde sus albores hasta la actualidad.

Muestra toda la historia de la animación, lo cual no solo permite dejarse llevar por la nostalgia, sino también aprender”, comentó a EFE.

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DEL MUDO AL 3D

El recorrido comienza en los albores del siglo XX, con los experimentos mudos del bailarín ruso Alexandr Shiryáev, dados por perdidos durante nueve décadas hasta que fueron hallados en 1995.

Le siguió en 1912 el cineasta Vladislav Starévich, con toda una saga de batallas entre escarabajos -que muchos creyeron amaestrados-, uno de los precursores de la animación con muñecos.

La exposición cubre todas las tendencias de la animación rusa y sobre todo soviética, incluyendo su poco conocida temporada “pro Disney”, cuando la influencia estadounidense cautivó a los creadores rusos durante varios años para generar filmes como Hace calor en África (1936) y Kotofei Kotoféyevich (1937).

La animación soviética puede vanagloriarse con todo derecho de personajes arquetípicos como Cheburashka (1969-1974), Los Tres de Prostokváshino (1978-hasta la actualidad) o El erizo en la niebla (1975), entre muchos, ya fueran muñecos “stop motion”, marionetas planas o dibujos.

Una larga lista a la que recientemente se han sumado Masha y el oso, muy popular en todo el mundo, y los Fíxiki, entre muchos otros que ahora exploran las tecnologías 3D.

BUENOS DIBUJOS, MEJORES PERSONAS

La animación soviética no se diferenciaba en nada de la de otros países, salvo que al igual que en cualquier cultura, devino en un sello y en un particular reflejo de la sociedad”, explicó a EFE el historiador ruso Pável Shvédov, curador de la muestra.

Para el experto, los animados soviéticos y rusos “en gran medida son artefactos al margen del tiempo, que nos exponen sus ideas sobre el humanismo, la justicia y la unidad de la humanidad”.

A lo largo del recinto expositivo las pantallas de vídeo, muchas de ellas de contornos irregulares, conviven con muñecos o dibujos en láminas de acetato e instalaciones con las que el público interactúa, ya sean rompecabezas, juegos de computadora o mirillas de puertas por las que uno puede fisgonear a los personajes.

Nos hicieron mejores personas”, comentó a EFE Nikolái, un informático que pasea frente al “salón de la fama” de Soyuzmultfilm, con esculturas de los personajes y pantallas de vídeo: “Me gustaría que mis hijos también crecieran con estos personajes”.

En la última sala, antes de abandonar la exposición, los visitantes se detienen a tirarse una foto junto a un Cheburashka interactivo -ese ser inventado y enamorado de las naranjas que hace poco protagonizó una exitosa película-, que reacciona con una sonrisa, el mejor legado de la animación rusa.