Escenario

Margarethe von Trotta y Celine Song diseccionan en Berlín el amor o su ruptura

COBERTURA. La alemana volvió a la Berlinale con un retrato de mujer fuerte y emancipada, la escritora austríaca Ingeborg Bachmann, mientras la surcoreana presentó una historia que se mueve con suavidad exquisita, sin temor a lo ñoño

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Fotograma de 'Ingeborg Bachmann. Journey into the desert'.

Fotograma de 'Ingeborg Bachmann. Journey into the desert'.

CORTESIA

Dos directoras, la alemana Margarethe von Trotta y la surcoreana Celine Song, trazaron en la Berlinale sus historias de amor, desde la perspectiva de la ruptura o del reencuentro, en ambos casos con un lenguaje minucioso y apuntalado en las excelentes Vicky Krieps y Greta Lee.

La veterana Von Trotta (Berlín, 1942) volvió a la Berlinale con un retrato de mujer fuerte y emancipada, la escritora austríaca Ingeborg Bachmann, de pronto rota y abandonada por su colega suizo Max Frisch, con quien formó pareja hasta que los celos y promiscuidades por ambas partes echaron abajo el amor.

Song (Seúl, 1989) debutó con Past Lives, una película de perfiles autobiográficos, sobre una niña que emigra con sus padres desde Corea del Sur a Canadá, primero, y a Nueva York, después, pero deja atrás a un compañero de escuela que seguirá prendido del primer amor.

Ingeborg Bachmann. Journey into the desert es la travesía en el desierto al que Frisch envía a la mujer elegante, libre y seductora que es la escritora, asidua a los ambientes sociales y literarios elitistas, como él mismo.

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“Ingeborg llega al desierto exhausta y con el trauma del abandono. Ahí tendrá su revancha amorosa y recupera su energía”, explicó Von Trotta ante la Berlinale, el festival en el que ha competido seis veces y al que acudió ahora tras recibir en diciembre el premio de honor de la Academia del Cine Europeo.

El desierto es un lugar de silencio, alejando del ruido que rodea este circo llamado vida social”, apuntó por su parte Krieps, premio a la mejor actriz en Cannes con Corsage, su indómita revisión de Sissi.

Von Trotta encuentra en Krieps la Ingeborg perfecta y añade esa figura a la lista de personajes femeninos de su filmografía, sean Gudrun y Christiane Ensslin -la terrorista de la Fracción del Ejército Rojo (RFA) y su hermana-, la comunista Rosa Luxemburgo o la escritora Hanna Arendt.

Le falla un actor masculino de talla similar para Frisch, el personaje que interpreta Ronald Zehrfeld, un rostro habitual en producciones de la televisión alemana.

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En Past Lives, en cambio, todo funciona a la perfección: Greta Lee interpreta a la surcoreana integrada en Estados Unidos, cuya adolescencia discurre sin altibajos, se convierte luego en autora sin mayores problemas y encuentra pareja igualmente en armonía.

El primer amor que dejó en Seúl la buscará a través de Facebook años después, contactarán por skype y recuperarán virtualmente el hilo emocional que dejaron atrás. La racionalidad de ella interrumpe esas comunicaciones, pero no de forma definitiva.

Todo en la película de Song se mueve en una suavidad exquisita, sin temor a caer en lo ñoño. La contraparte de Greta Lee es Teo Yoo, el enamorado surcoreano que no se conforma con que le corten las comunicaciones por skype.

El hilo argumental de Past Lives queda aparentemente resuelto en su escena inicial -un encuentro en el bar de un hotel entre un trío asiático-estadounidense, donde uno de los tres queda descolgado de la conversación-. Song, sin embargo, deja espacio para las sorpresas.

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La tercera película a competición de la jornada era Disco Boy, dirigida por el italiano Giacomo Abbruzzese. El actor alemán Franz Rogowski interpreta a un bielorruso que consigue cruzar Europa y llegar a París, donde se enrola en la legión extranjera como vía para adquirir algún día la nacionalidad francesa.

Se convierte en miembro de un comando cuya misión es rescatar a rehenes franceses capturados por una guerrilla del delta del Níger, a merced del expolio petrolero y medioambiental de las grandes compañías occidentales.

Rogowski, un valores sólido del cine alemán, queda inmerso en un argumento algo delirante, entre bailes en trance en la jungla que luego se trasladan a lo tecno, de regreso en París, y aderezado con una mimetización física con el guerrillero nigeriano y su hermana.