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‘Muerte infinita’: Brandon Cronenberg imprime su propio sello en el horror

CORTE Y QUEDA. El cineasta, hijo del mítico David Cronenberg, se aleja de la influencia de su padre para buscar proponer su propia narrativa con resultados muy favorables. Uno de los filmes más interesantes del año hasta ahora

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Fotograma del filme.

Fotograma del filme.

Cortesía

Tras haber regresado en el 2020 con Possessor, después de haber estado ocho años inactivo desde su primera película (Antiviral), Brandon Cronenberg estrena su más reciente filme, Muerte infinita, una cinta de horror, suspenso y ciencia ficción que nos cuenta la historia de James y Em, una pareja que, en sus vacaciones, descubren un secreto terrorífico y cambiará el rumbo de sus vidas.

Obviamente no podemos hacer spoilers de la que ya se posiciona como una de las películas más interesantes de lo que llevamos de año, pero no es ninguna sorpresa que los conceptos y premisas que maneja Cronenberg en sus cintas son, cuanto menos, muy peculiares. Y es que tiene como padre a David Cronenberg, uno de los considerados padres del body-horror.

Si bien en su anterior trabajo, Possessor, Cronenberg hacía uso y se dejaba influenciar por el estilo de su padre, en Muerte infinita busca, como muchos de los hijos de grandes artistas, alejarse de la obra de sus antecesores para idear un sello artístico propio. En este caso, utilizando body-horror, sí, pero de una manera muchísimo más contenida y “normal” de lo que el propio subgénero significa. Brandon opta por darle una perspectiva de ciencia ficción al terror que le queda como anillo al dedo, pues ya lo había explorado con anterioridad en el filme protagonizado por Andrea Riseborough, y que ahora sería tratado con muchísima más profundidad.

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En el apartado actoral, Muerte infinita se destaca por las portentosas interpretaciones de un Alexander Skarsgard confundido, asustado y sucumbido por la locura y el terror, y una Mia Goth que va en ascenso y aquí demuestra de qué está hecha; dándole vida a un personaje multifacético que jugará no sólo con el protagonista, sino con el espectador.

Es bastante normal que una cinta de esta índole, donde los conceptos que se manejan son complicados y la incorporación de elementos surreales y oníricos se interponen entre secuencias, pueda generar cierto descontento con una parte de la audiencia. Y es que la película busca constantemente extrapolar los deseos de los antagonistas y el descontrol de nuestro protagonista, para que el espectador se sienta muchísimo más parte de la historia.

Podrá funcionar para muchos, sobre todo aquellos que desde un inicio pudieron atravesar la barrera del fantástico para sumergirse en una historia claramente descolocada, pero también será un obstáculo para aquellos que pierdan de vista la pantalla, aunque sea por un momento.

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A pesar de que Muerte infinita es una película de poco menos de dos horas de duración y con no muchos personajes principales, Cronenberg, también escritor del guion, aprovecha de muy buena manera los tópicos presentados para conjugar una amalgama de dilemas morales que acompañarán y atormentarán a James a lo largo de su estancia en esta isla.

Esa manufactura y conjugación de géneros nos permiten a nosotros como espectadores, introducirnos más en la propia psique de los personajes, que de complicada tiene mucho.

En definitiva, Muerte infinita es un gran acierto dentro de la filmografía de Brandon Cronenberg. Probablemente se trate de la mejor de sus tres filmes (ha reserva de haber visto su ópera prima), pero sin duda es la más ambiciosa.