Escenario

‘Rocky’: El día que nos levantamos a correr

TICKET AL PASADO. En un texto más sobre los filmes que marcaron a nuestros especialistas nos remontamos a la película que consagró a Sylvester Stallone e inició una de las franquicias más exitosas de Hollywood

Rocky Balboa
Fotograma de 'Rocky'. Fotograma de 'Rocky'. (ESPECIAL)

El jueves 14 de abril de 1977, en el extinto Cine Roble, los asistentes a la VII Muestra de Cine de primavera tuvieron el enorme privilegio de conocer la historia de un golpeador a sueldo y aspirante a boxeador de mala muerte que por azares del destino tuvo la oportunidad de enfrentarse al campeón mundial en ese momento para contender por el título de peso pesado. En un simplón resumen de mi parte, ése era el argumento de Rocky, del director John G. Avildsen.

La película se estrenó comercialmente el jueves 5 de mayo, iniciando su camino en los cines Diana, Manacar, el desaparecido Futurama y el otrora Pedro Armendáriz, donde yo la vi. Se mantuvo en cartelera cuatro meses en el Distrito Federal y luego recorrió el país seis meses más para quedar enraizada en la mentalidad del espectador mexicano desde hace ya más de cuatro décadas.

TIENES CORAZÓN ¡PERO PELEAS COMO UN MALDITO MONO!

La película fue escrita por el que resultó ser el protagonista de la misma, un actor de nombre Sylvester Stallone que había tenido una que otra aparición en el cine porno setentero y en varias películas clase B, de las cuales Death Race 2000 (1975), del director de culto Roger Corman, fue la más conocida.

Stallone cuenta una historia con ciertos tintes autobiográficos –no del mundo del boxeo pero sí del cine– acerca de un boxeador de barrio al que nunca termina de llegarle la gran oportunidad hasta que un día es seleccionado por el campeón del momento para que se enfrenten en una pelea por el título. Usando la doble fórmula ganadora en el cine -Deportes-más el pobre diablo que asciende por dedicación y empuje- Stallone logró crear un relato inspirador que no envejeció aun cuando su estreno en México ocurrió hace 46 años, y que se conserva fresco y emotivo para las nuevas generaciones que la ven por primera vez.

Personajes descritos de forma idónea, con los altibajos normales que permanecen en el anonimato; que viven y se desenvuelven en lugares donde la fortuna y el éxito no siempre están presentes, son el contexto natural donde a este hombre, que se dedica entre otras cosas a trabajar para los mafiosos de Filadelfia, se le abre el mundo para demostrarse a sí mismo y a la mujer que ama (Recuerden: siempre hay una mujer que impulsa a un hombre... ¡SIEMPRE! ) que no importa el origen sino el ímpetu para seguir adelante.

SI ATRAPAS ESTA COSA, PODRÁS ATRAPAR UN RAYO

Con una historia escrita de manera impecable en sus manos, el director John G. Avildsen viste de forma sobria el ascenso de este boxeador que se enfrenta no sólo al campeón mundial sino a sus propios demonios e inseguridades; con manejos de cámara que muestran el contexto a la vida íntima de Rocky: el barrio donde vive, calles envueltas en vapor y basura, vecinos levantándose para ir a trabajar, el mercado empezando actividad y todo lo que ocurre en una zona de la clase trabajadora, el ojo de la cámara también nos narra cómo, en la medida en que Balboa va saliendo de su “zona de confort” para entrenar y prepararse para la pelea, y acompañado siempre por el espectador, esa misma narrativa abre la toma como una metáfora del rompimiento de las ataduras para entrar en una carrera de esfuerzo y subir las escaleras del Museo de Arte de Filadelfia para recibir el amanecer de su nueva vida. Pero el “camino del héroe” no termina ahí; de hecho ahí arranca en la figura de un férreo entrenamiento bajo la implacable dirección de su mentor, Mickey, que lleva a Balboa al extremo de sus capacidades.  

G. Avildsen maneja con mano firme el guión de Stallone para el cierre del enfrentamiento entre hombre común y toda una arrogante sociedad en su contra en la poderosa figura de un Apollo Creed seguro de sí mismo y con todos los privilegios a su favor. Con un uso magistral de la edición, el director logra meterse hasta lo más profundo de las sensaciones del espectador al mostrarnos a estos dos peleadores que en un principio se muestran en un cauteloso baile hasta que Rocky conecta derribando a Apollo.

A partir de este momento, el ritmo va escalando de la sorpresa hasta la desesperación, y donde la fuerza de los boxeadores no sólo está en los golpes sino también en el hambre de la victoria descrita puntualmente en off por los cronistas de la pelea. Y no es sino hasta el tercer round que, además de la voz de los locutores, entra la magia del compositor Bill Conti acompañando esta coreografía salvaje con la música idónea para lograr todos los ambientes necesarios con la acción, la reflexión y la motivación que a muchos nos erizó la piel aún cuando, para sorpresa de todos, el resultado fuera adverso a lo que esperábamos. Y esto, lejos de ser decepcionante, fue otro chispazo de genialidad volcado en el guión de Stallone y lo descubriríamos dos años más tarde en la segunda parte.

No por nada fue ganadora del Oscar a Mejor Película, Mejor Director y Mejor Edición, además de la nominación por Mejor Actriz principal, actor secundario, sonido, música original y hasta ese año lo más interesante de todo: Sylvester Stallone fue la tercera persona en ser nominada como actor principal y escritor en el mismo año por la misma película.

Los dos anteriores fueron Charles Chaplin por El Gran Dictador y Orson Welles por Ciudadano Kane, ni más ni menos.

¡LEVÁNTATE HIJO DE PERRA! PORQUE MICKEY TE AMA

El fenómeno de Rocky trascendió no sólo al ámbito cinematográfico o deportivo sino también al discurso motivacional de los años siguientes. Conferencistas profesionales dedicados a asesorar empresas encontraron en la temática de Rocky el ejemplo perfecto de cómo salir adelante –eso que ahora los millennial le llaman resiliencia– , cómo superar adversidades e ir contra todo pronóstico por adverso que este sea para triunfar a base de esfuerzo y perseverancia siendo el tema de Bill Conti, “Gonna fly now”, la marca y acompañamiento perfecto para motivar al más desmotivado.

Pero esto no es nuevo. Estoy seguro que al salir del cine no fuimos pocos los que nos levantamos en las madrugadas siguientes –para sorpresa de nuestros padres, que no nos visualizaban precisamente como deportistas– nos pusimos unos pants y salimos a correr a las calles de nuestros respectivos barrios esquivando primero a los vecinos que nos veían con actitud de “¿Y a este qué le pasa?” para luego recibir los claxonazos de los autos cuando bajábamos de la banqueta por cualquier circunstancia no para animarnos sino para no ser atropellados y dar por terminada nuestra nueva vida de ejercicio al amparo de la fanfarria de Rocky. Y no dudo que haya habido quienes se atrevieron a tomar un vaso de tres yemas con clara de huevo antes de salir a correr; yo intenté con uno y luego de vomitar y ser la burla de mi padre, decidí que eso sí me lo podía saltar.

Y desde luego que los más agradecidos fueron los propietarios de cientos de gimnasios en todas las ciudades donde se estrenó la película porque las inscripciones aumentaron exponencialmente y los rastros tuvieron que tener más control en su acceso porque nunca faltó el desquiciado que, ultra-motivado, quería colarse y dar unos cuantos uppercuts y jabs a las reses; de hecho, si por alguna circunstancia de vida veo un trozo de res colgado en algún lado - mercado, nevera, casa, rancho o donde quiera que haya una - no puedo evitar soltar unos cuantos golpes hasta oír el grito burlón del encargado del lugar: “¡Ya wey, bájale a tu Rocky!”. También debo reconocer que en la adolescencia me duró poco lo de Rocky; al menos hasta la siguiente película.

Pero la importancia de Rocky sobrepasa la pantalla, porque no es cuestión de la edad que tengas cuando la ves sino de la narrativa impuesta desde el guión de Stallone, la entendida dirección de Avildsen o la música inspiracional de Conti, sino que todos estos elementos logran crear en el espectador una sensación de triunfo pese a las circunstancias que estés viviendo en ese momento; que no hay nada que te pueda desviar del objetivo que te hayas propuesto y que siempre podrás levantarte pese a la tremenda golpiza que te esté dando la vida. Y pongo mi palabra en prenda que así es.

De hecho, mientras escribo este texto, tengo mis audífonos puestos con el tema de “Gonna fly now” y siento que el mundo es un inmenso cuadrilátero donde soy como Rocky Balboa aunque la vida insista en recordarme que parezco su cuñado Paulie.

Y aún así, mañana salgo a correr en la madrugada.

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