Escenario

‘Scream: Grita antes de morir’: El inicio de una saga que despidió dignamente a Wes Craven

CORTE Y QUEDA CLASSICS. A propósito del estreno de la sexta entrega revisitamos la primera película que data de 1996 y con la que se revolucionó el género de los slashers

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Imagen de la emblemática escena inicial del filme.

Imagen de la emblemática escena inicial del filme.

ESPECIAL

En 1996, el subgénero del slasher no pasaba un buen momento. Después de la fiebre ochentera que explotó a más no poder la premisa del asesino que mata a todo el que se le ponga enfrente ya sea en un campamento de pubescentes con hormonas alteradas (Jason Voorhees), o el que persigue niñeras en la noche de Halloween (Michael Myers), o usando muñecos para poseerlos y seguir desatando sus muertes (Charles Lee Ray alias Chucky). Incluso, hay quien se atrevió a hacerlo a través de algo tan intangible pero peligroso como lo son las pesadillas (Freddy Krueger).

Ante la crisis de este tipo de cintas, el director Wes Craven, uno de tantos maestros del terror que tuvieron su auge desde la década de los 70 gracias a obras como Pesadilla en la Calle del Infierno (1984), The hills have eyes (1977) o La última casa a la izquierda (1972), que llevaron al género a ser transgresor, provocativo y motivo de censura, volvería con una idea interesante al lado del, en ese entonces, primerizo guionista Kevin Williamson, donde inevitablemente revitalizaron el slasher de la manera más ocurrente: burlándose de él, rompiendo todas las reglas establecidas en el mismo.

Para ello, se valdrían de un asesino que adquiriría el nombre de Ghostface, un tipo cuya arma predilecta son los puñales, vestido de túnica negra y con una máscara que había sido creada entre 1991 y 1992 por una empresa llamada Fun World, misma que se ha convertido en icónica con el paso del tiempo: la de un fantasma que remite a la famosa pintura de Edward Munch, El Grito, con un toque de las caras vistas en el álbum The Wall de Pink Floyd así como las caricaturas de fantasmas que acompañaban a Betty Boop en los 30. Tal vez por ello el título de la cinta haya sido el más apropiado, Scream: Grita antes de morir.

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La premisa era sencilla y rodaba alrededor de Sidney Prescott, una adolescente que justo un año después del asesinato de su madre, es aterrorizada por un nuevo asesino que la ha escogido como blanco. La particularidad de este villano es que utiliza películas de terror como parte de su juego mortal y buscará desatar la muerte en ese pequeño pueblo llamado Woodsboro. Pero ¿qué hace que esta película sea diferente a todos estos relatos antes vistos? La respuesta: la capacidad de burla usando la metaficción como un recurso que atraería a los fans del género, usando los clichés a su favor sin perder el sentido del suspenso.

Desde la primera secuencia, Craven y Williamson establecen las reglas del juego que se volverían la constante de una saga que ha llegado ya hasta seis filmes. Y es que esa escena con Drew Barrymore despliega mucho de lo que será el filme, usando no sólo referencias a los clásicos del género sino algunos easter eggs que los más clavados seguidores del terror entenderán. Curiosamente, Wes rechazó inicialmente formar parte del proyecto, pues quería alejarse de ese estigma de cineasta de género, pero cuando Barrymore aceptó entrar al filme con ese pequeño cameo, el realizador cambió de opinión.

Algo similar sucedió con la estrella del filme, Neve Campbell. Inicialmente, Williamson buscaba que el papel fuera para el icono de los 80, la actriz Molly Ringwald (El club de los cinco, Se busca novio). Sin embargo, lo rechazó debido a que no le parecía la idea de representar a una estudiante universitaria teniendo 27 años de edad. Craven entonces le solicitó a Neve, después de verla en la serie Party of five, que hiciera una audición para el rol pues vio en ella la capacidad de manejar los conflictos físicos y emocionales que Sidney enfrentaba. De ahí, surgió el papel que marcaría su carrera.

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Otro personaje clave en este relato de Ghostface es, sin duda, Gale Weathers, una cínica reportera que siempre ve por sus intereses y se ve metida en este embrollo de asesinatos y persecuciones. Para ello, la actriz Courtney Cox presionó al estudio para obtener ese rol, ya que no quería quedarse con la imagen buena onda de la popular serie Friends. Al final, consiguió ser un perfecto complemento para la saga, pues su malicia se complementaba muy bien con la fortaleza de Sidney pero, sobre todo, con la inocencia y debilidad del policía, Dewey, interpretado por David Arquette.

La escritura de los personajes es de llamar la atención, pues tipos como Stu Macher, interpretado por Matthew Lillard; Billy Loomis, encarnado por Skeet Ulrich o el cinefilo sabiondo Randy Meeks, a quien da vida el comediante Jamie Kennedy, enriquecen la historia de buena forma para mantener ese suspenso y constante duda en el espectador. Williamson incluso agradeció a Lillard por darle una mayor profundidad a este alocado muchacho, Stu, así como Craven agradeció a Kennedy su poder de improvisación para crear líneas que rompieran la tensión, consiguiendo que se riera un par de veces. Esa solidez ayuda mucho a la construcción del filme y su propósito.

Pero esta película no funcionaría del todo si no fuera por ese gran guión lleno de giros inesperados que rompían con lo esperado por la audiencia. Incluso al caer en lo obvio, Craven y Williamson lograban un balance interesante para hacer creíble (y hasta un poco risible) todo lo que iba sucediendo alrededor de Ghostface. Pero este villano no sería ni la mitad de amenazante de no ser por la voz de Roger Jackson, cuyo rol vocal fue elogiado por Wes al considerar que mezclaba adecuadamente un tono de maldad e inteligencia que lo hacían amenazante simplemente por el teléfono. 

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Aunque realmente este villano no tiene los poderes sobrenaturales o motivaciones de los grandes clásicos, es ahí donde reside lo interesante, dándole un sentido de misterio al asesino así como de sospecha constante. Pero lo más brillante resulta la capacidad del guionista y director de voltear la situación para que el leitmotiv de Ghostface sea el cine mismo y la obsesión por los fans del género que los llevarían a la locura vengativa que desata este letal matón. Esto, sumado a la interesante musicalización del entonces debutante Marco Beltrami, le dan un toque adecuado al filme que funciona como una mezcla entre homenaje y sátira de un género muy querido.

Veintisiete años después de su estreno y ese gran éxito que consiguió, la franquicia sigue viva, sentando la base para una explosión de muchas historias más en ese entonces que comenzarían a destacar una nueva era en el terror en Hollywood, una que le supo hacer frente por un momento a la ola de horror japonés y del ahora muy explotado found footage para crear un asesino moderno, un villano para el nuevo milenio que sigue apuñalado salvajemente la taquilla aunque, tal vez, ya no provoque los mismos gritos o sorpresas de antes. No hay duda de que Scream: Grita antes de morir fue la saga con la que Wes Craven tuvo una digna despedida.

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