Escenario

‘Scream’: No es otra hueca secuela de una franquicia

Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett no solo dan seguimiento a un clásico del terror contemporáneo sino que rinden homenaje a Wes Craven y, de paso, reflexionan sobre el status quo del cine actual

corte y queda

La quinta entrega se convierte en la más sangrienta hasta el momento.

La quinta entrega se convierte en la más sangrienta hasta el momento.

Cortesía

A mediados de los noventa Wes Craven, cineasta detrás de obras y sagas importantes dentro del cine horror como Pesadilla en la calle del infierno o La colina de los ojos malditos -por mencionar solo dos ejemplos- revolucionaría nuevamente el cine de horror con Scream: Grita antes de morir (Scream, 1996), cuya trama gira en torno a un grupo de jóvenes amantes de las películas de terror (en especial de los slasher), quienes son víctimas a su vez de un implacable asesino enmascarado el cual comienza a ultimarlos uno a uno, y su única posibilidad de salvarse reside en su conocimiento de las reglas básicas de supervivencia empleadas en las producciones de dicho subgénero.

Con esta premisa - aprovechada para criticar pero también rendir tributo a ese cine-, el filme se convertiría en un éxito comercial en el año de su estreno, desatando además una oleada de cintas que trataron de capitalizar su éxito, como Se lo que hicieron el verano pasado (Jim Gillespie, 1997) y Leyenda urbana (Jamie Blanks, 1998), etcétera.

De forma paralela, la franquicia se expandió y se volvió muy rentable, generando no solo tres secuelas rodadas entre los años 1997 y 2011; sino también una serie de televisión en 2015, e incluso un documental intitulado Still Screaming: The Ultimate Scary Movie Retrospective (Ryan Turek, 2011), en torno a las primeras tres entregas. Mención aparte merece Scary Movie (Keenen Ivory Wayans, 2000) largometraje dedicado en principio a burlarse de ella, y que luego derivaría en otra franquicia de comedias dedicada a parodiar muchos otros trabajos de corte fantástico.

Pero sobre todo, Scream: Grita antes de morir se convertiría en un clásico instantáneo, y con el tiempo marcaría a la (entonces) nueva generación del milenio, quien la convertiría en un referente cultural obligado, atesorando a Ghostface en sus recuerdos de forma entrañable.

‘Scream’: No es otra hueca secuela de una franquicia

 

  

Once años después de la última secuela, la saga cinematográfica busca ser revivida con una quinta entrega, titulada sencillamente Scream y dirigida por Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett (Boda sangrienta), con un plot en esencia igual al del filme de 1996, pero con algunos detalles interesantes.

Por principio de cuentas, dentro del grupo de jóvenes acosados y asesinados por Ghostface en esta ocasión, hay un par de ellos quienes tienen una conexión directa con uno de los personajes clave en los hechos ocurridos en el aparentemente tranquilo poblado de Woodsboro años atrás, narrados en la primera entrega. 

Este vínculo será el detonante de otra sangrienta masacre donde, además de los nuevos protagonistas (encabezados por la mexicana Melissa Barrera) veremos también el regreso de algunos de los personajes emblemáticos de la franquicia original, como Sidney Prescott (Neve Campbell); Gale Weathers (Courteney Cox) y el oficial Dewey Riley (David Arquette).

Acompañando el regreso de parte del cast original, el argumento está colmado de autorreferencias aludiendo a hechos ocurridos o detalles significativos de la serie, como ocurre por ejemplo con Stab, la película inspirada en la masacre efectuada por Billy y Stu en la primera entrega.

‘Scream’: No es otra hueca secuela de una franquicia

 

  

Por estos y otros detalles, de entrada parecería que Scream es uno más de esos productos enfocados meramente a explotar la nostalgia de un sector del público mediante fanservice y otros recursos similares. 

O también podría pensarse que se trata de un reinicio/secuela (ahora denominado requel, término mencionado dentro de la propia trama). Y efectivamente, hay algo de eso. Pero también hay algo más…

Bettinelli-Olpin y Gillett tratan de apartarse del tono un tanto autoparódico en el que la saga se había estancado desde la tercera entrega, refrescándola con una combinación balanceada entre humor y horror. 

Los reliefs y momentos graciosos o chuscos, son contrastados con un aumento en la crudeza de la violencia gráfica en varias de sus escenas, sumada a atmósferas y un tono mucho más oscuro que el de sus predecesoras inmediatas. 

Cabe recordar que esta brutal ferocidad en los asesinatos y el humor negro son elementos que ya estaban presentes en el filme previo de la dupla de directores.

‘Scream’: No es otra hueca secuela de una franquicia

 

  

Pero además, se rescata algo que las anteriores Scream ya habían dejado de lado: el jugar con las convenciones del subgénero, produciendo incluso cierta autocrítica hacia el mismo, a través del propio relato.

Así, mientras el leitmotiv en la historia original de 1996 eran los lugares comunes (a veces irrisorios) del cine slasher de los setenta y ochenta, en la entrega actual se incluye una ingeniosa sucesión de apuntes y comentarios que propician un atractivo juego metaficcional entre la historia y su público, los cuales aluden también a diversas situaciones y vicios del cine industrial contemporáneo: la devaluación sufrida por las películas acerca de asesinos sádicos imparables, el encumbramiento de otros subgéneros como el arthouse horror, la sobreexplotación comercial de cualquier franquicia cinematográfica buscando exprimirla al máximo en detrimento de la calidad de la obra.

El dogmatismo y la hostilidad de ciertos fans tóxicos quienes vierten su odio -especialmente en redes- en contra de aquellos a quienes consideran que están “desvirtuando” tal o cual historia, rechazando por completo su visión… y otros asuntos similares.

El resultado de esto da frutos en un trabajo que, metafóricamente hablando, se vuelve autoconsciente de sí mismo, y si bien no puede desembarazarse completamente de los propósitos de marketing que le dieron origen, se permite algunos comentarios jocosos y acciones estéticas y narrativas que buscan transgredir y autocriticar su condición, generando en el camino algo que, sin ser pretencioso ni excesivamente ambicioso, ofrece al espectador -de la mano del vehículo de la diversión- algunas reflexiones sobre el status quo del cine actual. Y al mismo tiempo rinde (de modo directo) un emotivo y sincero homenaje al legado de Wes Craven.