¿Estará presente, en el obrar de nuestro subconsciente colectivo, la creación imaginativa de seres imposibles? Las mitologías están plagadas de criaturas híbridas; fijémonos en la griega: encontramos allí sátiros, como la intersección morfológica del humano y la cabra; Equina, la mujer serpiente; la Quimera, con cabeza de león, cuerpo caprino y cola de dragón…; el Minotauro, con cabeza de toro y cuerpo humano.

Nos agradan y llaman morbosamente nuestra atención los seres ajenos a nuestra realidad, nacidos en fábulas antiguas o contemporáneas. Los circos, con sus atracciones bizarras —y algunas no tanto— convocan a la contemplación de la mujer barbuda, el fortachón y, por supuesto, los payasos de zapatos desproporcionados y rostros pintados.
En tiempos más recientes abundan, en las series animadas o caricaturas, animales fantásticos y hasta bichos alienígenas o postapocalípticos, como los de “Hora de aventura”, y, no se diga, los populares Pokémon.
Lo último en criaturas distorsionadas nos llegó de Internet con Skibidi Toilet allá por 2023, con personajes tan absurdos y alucinantes como hombres trajeados con cabeza en forma de televisión, bocina o cámara de videovigilancia. Famosos en las redes sociales, sobre todo en YouTube y TikTok, los videos de estos personajes los muestran bailando tras su triunfo sobre el ejército de inodoros humanoides, los Skibidi Toilet.
Ambientadas con pegadizas canciones, las historias de estos personajes juegan con el absurdo y con giros narrativos inesperados que gustaron mucho, sobre todo, entre niños y jóvenes. Ya ha pasado el auge de esta serie de Internet, Skibidi Toilet, pero hasta la fecha sigue acumulando millones de vistas en YouTube.
Bastó esperar dos años para que aparecieran en Internet nuevos personajes quiméricos convertidos en la nueva sensación de la web. Sin nada que envidiarles en lo psicodélico a sus antecesores, las criaturas agrupadas bajo el Italian Brain Rot parecen sacadas de una alucinación o de un sueño surrealista. Todas creadas con inteligencia artificial, entre las más famosas están Ballerina Capuchina, que, como su nombre lo indica, es una taza de café con cuerpo de bailarina; Tralalero Tralala, un tiburón con piernas que calza tenis… y, tras ellos, un bombardero con cabeza de cocodrilo, una vaca con cuerpo del planeta Saturno, un coco con patas y cabeza de capibara, un elefante con cuerpo de cactus… Su conexión con Italia es simple: en los videos que los presentan, los narradores muestran un marcado acento italiano.

Si en el nombre Italian Brain Rot “Italian” proviene del inglés italiano, ¿cómo traducimos brain rot? Suele usarse como calificativo bromista o chusco, pero su significado real es más alarmante. Designada palabra del año 2024 por el Diccionario de Oxford, su traducción literal es “podredumbre cerebral”, entendida como el deterioro cognitivo o intelectual provocado por el consumo excesivo de contenido superficial o de fácil comprensión, simplemente llamativo o entretenido, como los videos del Italian Brain Rot. En la popularización de estos contenidos —sensacionalistas, tristes o sentimentales, violentos…—, Internet ha destacado, sobre‑excitando o incluso deprimiendo a sus usuarios.
El brain rot produce una afectación en nuestras capacidades cognitivas y emocionales que merece atención. Sobre todo, los jóvenes de las generaciones más recientes pasan observando las pantallas de sus celulares, computadoras y demás gadgets hasta siete horas al día, por mero entretenimiento.
Los algoritmos que gobiernan las redes sociales están diseñados para atrapar nuestra atención y, por tanto, favorecerán mostrarnos videos, imágenes e incluso textos, todos cortos y de gratificación instantánea, que resultan adictivos y, a la larga, perniciosos a nivel neuronal, tal como lo explica Nicholas Carr en su libro “Los superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?” (2011).

Acostumbramos a nuestros cerebros a estos contenidos hasta volverlos demandantes de ellos; terminamos enganchados y necesitados, hasta la saturación, de nuestra dosis diaria de TikTok, YouTube, Instagram… Pasamos rápidamente de un contenido a otro haciendo scrolling, es decir, desplazándonos por una página web o aplicación —ya sea en sentido vertical u horizontal— en busca de estímulos placenteros que eleven nuestros niveles de dopamina.
Así como en tiempos más analógicos se hablaba de buenas o malas lecturas —libros formativos y otros perniciosos—, y de forma similar a lo que ocurre con la nutrición, en la que se distingue entre alimentos restituyentes y dañinos o chatarra, lo mismo ocurre con los contenidos de Internet: producciones al estilo del Italian Brain Rot y otras aún más nocivas pueden ocasionar estados de hipervigilancia, fatiga mental, dependencia, necesidad de estar todo el tiempo conectados, pérdida de la capacidad de concentración, dificultades para tomar decisiones, estrés o desesperación.
Los seres mitológicos de antaño por quiméricos que fueran en su diseño obedecen a toda una lógica simbólico sagrada: un centauro, por ejemplo, con su parte superior humana y la inferior de caballo significa la prevalencia de la razón, el entendimiento, sobre los impulsos más naturales o bestiales. Este grado de significación no lo encontramos con un tiburón con tenis que es simplemente eso un ser absurdo sin sentido alguno creado para sorprender, causar morbo o simplemente entretener.