Cronomicón

Cuento de la Sogem

El portal

Hace tiempo que no te pasa nada emocionante, sientes que ya no hay aventuras en tu vida. Te has comprado la idea de que naces, creces, ni siquiera te has reproducido, así que irás directo a tu muerte. Quieres ser más espontáneo, pero la sola idea de ponerte los zapatos se siente pesada. Pierdes la mirada ante la indecisión de si quedarte otro fin de semana más en casa, o salir. Imagina que ves cómo se empieza a abrir un círculo irregular en la pared de la sala, suponte que es un portal.

Figúrate que te paras y vas directo allá. Observas aquel espacio de obscuridad que te invita a cruzarlo. Sin duda, la aventura ha tocado directo a tu puerta. Lo piensas unos segundos, dudas de si ponerte los zapatos, desistes y cruzas descalzo. El portal te succiona. Después de un par de vueltas en caída libre, aterrizas en un campo lleno de flores que nunca antes has visto. Ese lugar no puede ser la tierra. Caminas, pisas, lodo, es distinto, es rojo y piensas que debiste ponerte los zapatos.

Cuento de Sogem

Suponte que aparece un hada o algo parecido a lo que tú crees es como lucen las hadas, ella te habla en una lengua nunca antes escuchada por ti, pero de alguna forma logras comprender. Ella está igual de sorprendida que tú. Te pregunta cómo has llegado hasta ahí y te invita a su casa a tomar algo. Aceptas. Te cuenta que estaba indecisa en si dar un paseo, pero su kiet, intuición en tu idioma, la hizo salir. Le parece increíble que te haya encontrado, pues ella ha estudiado mucho a los humanos porque se le hacen muy interesantes. La bebida que te prepara es deliciosa, no se parece en nada a algo que hubieras probado antes; al ingerirla, tus cinco sentidos la disfrutan. La tarde ha sido tan increíble, que no te pasa por la mente la idea de regresar a casa, ni sientes que te hagan falta tus zapatos.

Cuento de Sogem

Suponte que observas de nuevo el portal que se abre, ella te toma de la mano y te dice que te quedes más tiempo, luego puedes volver. Quieres ser más espontáneo, así que te quedas. Las semanas pasan, conoces a más seres como ella, todos te tratan bien, te piden que les cuentes sobre la Tierra, aprendes de sus costumbres e incluso empiezas a desarrollar ciertos poderes de percepción extrasensorial. Lo mejor es que allí nadie usa zapatos, los tuyos no te hacen falta y, aunque a veces te preguntas si alguien estará preocupado buscándote; si ya contratarían a alguien más en tu trabajo, si el portal volverá a aparecer, nunca te habías sentido tan vivo y feliz como en este lugar.

Ahora imagina que sigues en tu sala observando el portal, indeciso de si ponerte o no los zapatos. Es mejor hacerlo, así que te das la vuelta, vas hacia el sillón, te sientas, colocas uno, luego el otro y los amarras. Cuando levantas la mirada, listo para la aventura, ves cómo el portal se cierra.

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