Metrópoli

La payasita salchicha ya no ríe, sólo llora desde que su hija fue entregada al narco

Busca a su hija desde 2004, desapareció hace 18 años. La jovencita se dirigía a la universidad cuando un compañero la entregó a un grupo delictivo

10 de mayo, día de las madres

Mónica Alejandrina Alvarado.

Mónica Alejandrina Ramírez Alvarado.

Lizeth Diana Hernández

Adela Alvarado es Payaso Salchicha, aún trabaja, pero este 10 de mayo marchó en las calles de la capital del país para exigir la búsqueda de su hija Mónica Alejandrina. Asiste con el atuendo completo de trabajo, el que sigue poniendose para cumplir dolorosamente con la premisa que su padre le trasmitió: "El show debe continuar"; aunque ahora, cada vez que se desmaquilla, regresa el llanto.

Desde el año 2004, Adela no sabe el paradero de Mónica, desapareció el martes 14 de diciembre a las 11 de la mañana cuando iba de su casa a la FES Iztacala a recibir sus calificaciones, ella ya estaba en el último semestre de la carrera de sicología. 

"Ese día yo salí temprano a trabajar y no pude verla", cuenta Adela en entrevista con La Crónica.

Ese mismo día por la tarde, una compañera de la estudiante llamó a la familia para avisar que Mónica no había llegado a la cita que tenían en la escuela. Sus padres comenzaron a inquietarse al ver que no recibían ninguna llamada telefónica de la joven.

Más tarde acudieron a la Procuraduría General de la República en Ecatepec y a las autoridades capitalinas. El sábado 18 de diciembre del 2004 recibieron el mensaje de un grupo de secuestradores que les exigía 250 mil pesos para devolverles a su hija con vida.

Pero los presuntos secuestradores no volvieron a llamar. Como en infinidad de casos más, los familiares se fueron más eficientes que las policías: Payaso Salchicha y su esposo se enteraron de que el celular de Mónica era utilizado por un compañero de su escuela llamado Jesús Martín Contreras Hernández. Con esa pista, el muchacho fue detenido y lo único que aceptó confesar fue que pertenecía a un grupo delictivo y que "Mónica Alejandrina fue entregada al grupo".

Desde aquella detención, Adela y su familia han sido amenazados de muerte

El culpable de la desaparición de Mónica, Jesús Contreras se titulo estando en  la cárcel, llevaron a los profesores y abogados para que lo titularan adentro de su celda.

"Yo difiero con las autoridades de la escuela", dice la mamá, no sólo que las autoridades hayan apoyado al muchacho, confeso de haber colaborado en la desaparición de otra universitaria, además de darle un título de sicología, "de saber lo que hizo, ¿qué madre o padre va a querer llevar a su hijo a una consulta con este sujeto?", pregunta Adela, miestras alza la pancarta con el rostro de la jovencita ausente. 

Adela Alvarado y su hermana marcharon este 10 de mayo para exigir la búsqueda de Mónica.

Adela Alvarado y su hermana marcharon este 10 de mayo para exigir la búsqueda de Mónica.

Lizeth Diana Hernández

Risa y llanto

La profesión de hacer reír resulta complicada y es aún más difícil cuando, todos los días, se tiene una incertidumbre que no deja vivir en paz. Y así la vida de Adela-Payaso Salchicha, es un viaje constante entre la risa y el llanto. 

En su hogar, ser payaso es tradición.

Su maestro en el negocio de hacer reír a los niños fue su papá, Lolito, quien en sus actos tenía como pareja de trabajo a su otro hijo, Babo. Ambos payasos trabajaron juntos durante muchos años, hasta que un día Babo enfermó y murió, ante el desconsuelo de su padre.

En el funeral, a Salchicha le marcaron cuatro palabras de su padre, muchas veces escuchadas, pero esta vez pronunciadas junto al féretro: “el show debe continuar”. Pese al profundo dolor, al día siguiente Lolito disfrazó a sus hijas de payasos varones y dio una función en el Palacio de Hierro. 

Hizo reír a los infantes y contó chistes. Todo, aunque por dentro estaba destrozado. Al terminó del show, se metió a su camerino, se quitó el maquillaje y Lolito se arrojó en un sillón y lloró desconsoladamente.

Aquel ejemplo de profesionalismo enorgulleció a Adela. Pequeña, aún, no sabía que ella misma habría de usar ese temple a partir del 2004, cuando su hija cruzó las puertas de su casa en el Estado de México para ir a la universidad y nunca volvió... han pasado 18 años desde entonces, 18 años en los que, como su padre, va y viene de la risa al llanto. Asegura que no se detendrá hasta encontrarla.

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