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El segundo milagro de Lesly: sobrevivir a un avionazo y sacar vivos a sus hermanos de la selva

Antes de morir su mamá, cuatro días después de estrellarse la aeronave, le dijo a su hija mayor: “Váyanse”. 40 días después fueron rescatados

colombia

Lesly (marcada en círculo y sus tres hermanos pequeños junto a sus rescatadores en la selva

Lesly (marcada en círculo y sus tres hermanos pequeños junto a sus rescatadores en la selva

Presidencia de Colombia

Lesly, de 13 años, no tuvo tiempo para llorar la muerte de su mamá en las circunstancias trágicas que ella misma sufrió y de la que salió viva milagrosamente: el avión en el que viajaba se estrelló en la selva colombiana hace 40 días. 

Sólo ella y sus tres hermanos menores sobrevivieron al accidente aéreo, en el que perdieron la vida instantáneamente el piloto y un amigo de la familia, perteneciente a la tribu amazónica muinane.

La mamá de Lesly, Magdalena Mutucuy, quedó gravemente herida tras el fuerte impacto, pero murió cuatro días después, según reveló este domingo su viudo y padre de los cuatro niños. En su agonía y confusión mental ante la muerte que le acechaba, dijo sus últimas palabras a su hija mayor: “Tal vez, váyanse”. O eso, al menos, fue lo que Lesly le contó a su papá, Manuel Ranoque, quien, en su primera declaración tras reunirse con sus hijos en un hospital en Bogotá, no dudó en calificar lo ocurrido como “un milagro de Dios”.

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Pero, a falta de que los menores se recuperen, el segundo milagro parece obra exclusiva de Lesly, sobre quien recaerán todos los micrófonos para que relate su historia: la de cómo lograron sobrevivir 40 días en la peligrosa e inhóspita selva amazónica colombiana, no sólo infestada de animales depredadores, venenosos, sino también de los guerrilleros de las FARC que no se sumaron al acuerdo de paz y que no dudarían en secuestrar a los menores como botín de guerra.

Heroína nacional

Desde que fueron rescatados el pasado viernes, los medios colombianos empezaron a calificar a Lesly de “heroína nacional”.

Sin saberlo, Lesly empezó a forjar su historia de heroína desde el primero de mayo a las diez de la mañana, cuando la aeronave se estrelló. Como pudo, sacó de los restos de la aeronave a su madre, sus hermanos Solemni, de 9 años; Tien Noriel, de 4, y el pequeño Cristin, que en ese momento apenas tenía 11 meses de nacido.

La avioneta que se estrelló en la selva y de la que salieron vivos y sin heridas los cuatro hermanos

La avioneta que se estrelló en la selva y de la que salieron vivos y sin heridas los cuatro hermanos

Presidencia de Colombia

Tras morir su madre y recibir la última orden de la misma, su primera decisión importante fue "alejar a sus hermanos de la muerte".

Como relató el portal colombiano Semana, a partir de una reconstrucción temprana de lo que pudo ocurrir, “se alejaron lo suficiente para encontrar comida, Lesly llevaba en los hombros la responsabilidad de las decisiones importantes: avanzar, acampar, detenerse, atender al bebé y luchar contra la desesperanza del pasar de los días viendo sólo selva, lluvia, sol y animales peligrosos”.

El transitar de los niños quedó en evidencia con las huellas encontradas, como unas tijeras, un biberón, un pañal, un bolso abierto con cosméticos y restos con alimentos con mordeduras humanas. Pero lo que fue esencial para que los soldados rescatistas dieran con los niños fueron los “cambuches”; en colombiano, refugios improvisados hecho con materiales rústicos. Con sus apenas 13 años, Lesly usó las ligas de su cabello para montar tiendas de palos y hojas, para que descansaran lo más ocultos posible, del sol, de la lluvia, de los animales y de los "hombres armados".

Salvados por criarse en la selva

Esta historia de supervivencia infantil probablemente no habría sido posible, si Lesly y sus hermanos hubieran nacido en Bogotá o en cualquier ciudad colombiana. Los cuatro hermanos vivían con sus padres en Araracuara, un pueblito en el corazón de la selva amazónica donde sus residentes aprendieron a vivir entre culebras, jaguares y plantas venenosas.

Lesly, como hija de aquel entorno, conoce los secretos de la selva. Sabe guiarse por los rayos del sol que se filtran entre los árboles, reconocer los caminos transitables, las ramas quebradas, los hongos comestibles, según realtó a El País un tío de la menor. Un urbanita difícilmente sobreviviría en ese paraje, pero la gente de las comunidades indígenas se orienta con facilidad y puede recorrer 30 kilómetros en una jornada, incluso sin zapatos especializados para senderismo extremo.

Pero todavía tenían que subirse a esa avioneta, la Cessna 206, matrícula HK 2803, pilotada por un hombre que antes había sido taxista, Hernán Murcia.

Era 1 de mayo. La madre, Magdalena Mucutuy, y sus cuatro hijos iban a encontrarse con el padre, Manuel Ranoque. Él, que era gobernador de ese territorio indígena, había huido de Araracuara después de ser amenazado por la guerrilla. Esperaba empezar una nueva vida con toda su familia en Bogotá.

El vuelo salió desde su pueblo y debía llegar a San José del Guaviare, la capital de departamento vecino. El trayecto supone recorrer una buena parte de la selva. A mitad de camino, sobre el río Apaporis, el piloto reportó el fallo de un motor. Fue la última comunicación que tuvo con la torre de control. Después de eso empezó a perder altura. Por el trazado que hizo la nave, se cree que el piloto trató de amerizar en el río, pero no le dio tiempo e intentó posarse sobre los árboles. El golpe fue igual de brusco y la avioneta acabó cayendo al suelo.

Por algún motivo que por ahora nadie ha logrado explicar, los tres adultos murieron por el impacto, pero los cuatro niños sobrevivieron sin apenas heridas. Las autoridades que vieron perderse ese vuelo dieron por hecho que no había supervivientes.

No fue hasta 16 días después que unos indígenas encontraron la avioneta con los tres cadáveres de adultos. ¿Dónde estaban los menores? Aparecieron un biberón, una manzana mordida, una goma del pelo y un pañal que daban a entender que estaban vivos. ¿Pero dónde?

Más de 100 miembros de las fuerzas especiales colombianas y 70 indígenas se encargaron de buscarlos como fuera mientras ellos vagaban sin rumbo por el bosque húmedo más grande del planeta.

En compañía de un perro

En el camino se toparon con un perro que los acompañó durante un buen trecho y que les hizo muy buena compañía. Un buen día, se lo tragó la selva y nunca supieron más de él: su mejor amigo se perdió. 

Ahí dentro siempre es de noche por el espeso follaje y es difícil advertir más de una silueta a 20 metros. Si alguien se aleja más de esa distancia puede perderse y nunca más aparecer. Así que los niños debieron permanecer muy juntos. Lesly, según una fuente militar, es la que cargaba al bebé la mayor parte del día.

Cuestión de honor para el presidente

Ellos no lo podían saber, pero encontrarlos era una cuestión de honor para el presidente del país. Días después de la aparición de la avioneta, Gustavo Petro tuiteó que habían aparecido con vida

La noticia se volvió viral en minutos. Con el paso de las horas, sin embargo, los militares no terminaban de confirmarlo. Se supo después que una funcionaria se había dejado llevar por unos rumores en una comunidad indígena y dio por hecho que los habían encontrado. Petro tuvo que borrar el mensaje, toda una afrenta para un tuitero consumado como él. Quedó mal delante de todo el mundo y ordenó a las fuerzas militares que hicieran lo imposible por dar con ellos.

Era un asunto de prioridad nacional.

A esas alturas, los niños llevaban ya casi 20 días perdidos. El comandante encargado de la búsqueda, Pedro Sánchez, decía que si no fueran indígenas, las probabilidades de encontrarlos con vida serían muy bajas. Mantenía la fe en Lesly… y la niña no le defraudó.

Pasaron otros veinte días en los que la sociedad colombiana se entretuvo con el enésimo escándalo político nacional: escuchas ilegales y rumores sobre financiamiento ilegal de la campaña de Petro.

“Hasta que no los encontremos no nos vamos a ir”, declaró el comandante Sánchez. Su teoría era que si estuviesen muertos ya hubieran encontrado sus cadáveres. No los encontraban, aseguraba él, porque se movían por la selva.

Uno de los niños-milagro de Colombia a su llegada a Bogotá

Uno de los niños-milagro de Colombia a su llegada a Bogotá

Presidencia de Colombia

Con la ayuda de los indígenas, los mejores conocedores de la selva, dieron con los cuatro hermanos 40 días después de iniciada su odisea con síntomas de desnutrición y cansados, pero sin que su vida corriera peligro. Lesly lo consiguió. Colombia la elevó al rango de mito.

Pero, como dijo su padre este domingo, lo único que quieren es salir del hospital y jugar, sin signos aparentes de estar traumatizados por la tragedia vivida y la muerte de la madre. A fin de cuentas, antes que héroes, son eso: niños.