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Los veinte meses del gobernador Felipe Carrillo Puerto

Tal vez, si el gobierno federal no hubiera declarado 2024 como “Año de Felipe Carrillo Puerto”, pocos recordarían al gobernante socialista del estado de Yucatán. Sus ideas progresistas se tradujeron en políticas que, en un estado donde la “casta divina” de los hacendados henequeneros libraba una guerra sorda contra la permanente resistencia de los pueblos mayas, se convirtieron en punto de conflicto. Las tensiones generadas por la rebelión delahuertista solamente produjeron el escenario ideal para que los enemigos del gobernador colaboraran en su caída

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Felipe Carrillo Puerto gobernador

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INAH

Felipe Carrillo Puerto, gobernador socialista de Yucatán, ocupó su cargo por espacio de veinte meses. ¿Qué hizo en esos días? Importa decir que hace un siglo, la península era un verdadero laboratorio social-revolucionario. Si ese hombre, nacido en Motul, se convertiría en una presencia inquietante e incómoda para los grandes hacendados del estado, fue porque estaba llevando a la radicalización algunas de las iniciativas que Salvador Alvarado, en su breve estancia al frente de la entidad, había instituido. Alvarado no era socialista, simplemente tenía ideas muy concretas acerca de la igualdad social que se había prometido en la Constitución de 1917. La diferencia en 1922, año de la victoria electoral de Felipe Carrillo, es que él sí había abrazado el ideario socialista, y por eso se convirtió en una presencia que la “casta divina” consideró peligrosa.

La irrupción de los sublevados delahuertistas en Yucatán interrumpió un experimento político-social que podía haber alcanzado mayores magnitudes. Pero la división de los revolucionarios, a favor o en contra del gobierno de Álvaro Obregón y la candidatura presidencial de Plutarco Elías Calles volvió enemigos a antiguos camaradas, o por lo menos a gente con ideas en común.

EL TRIUNFO ELECTORAL

Carrillo Puerto había regresado a su Yucatán después de haber pasado un tiempo en las filas del zapatismo, donde se adentró en uno de los temas que más le inquietaban: los reclamos de reparto agrario, y la forma en que, en el centro del país se operaba aquel proyecto. Convencido de la necesidad de promover y defender el reparto de tierras, regreso a su tierra.

Ya no era un desconocido. Carrillo Puerto se convirtió en un personaje notable de la vida colectiva en la península. Era un hombre de llamativos ojos claros, de elegancia en el vestir, y por añadidura era un buen hablante de maya. Sus ideas socialistas no se quedaban en discurso; se dedicó a formar comités de militantes y a la larga fundaría el Partido Socialista Obrero (PSO), que luego se convirtió en el Partido Socialista de Yucatán (PSY), del que fue presidente. De nada sirvieron los esfuerzos de Venustiano Carranza para fundar un partido político local que se opusiera a la popularidad de Carrillo Puerto.

Para derrotar a Carrillo Puerto, un amigo de Carranza, Bernardino Mena Brito, creó el Partido Liberal Yucateco. Pero simplemente no atrajo a los votantes. En consecuencia, en las elecciones de 1917 para el Congreso Local, los socialistas ganaron y Felipe Carrillo Puerto se convirtió en el líder de la legislatura. Siguió ganando adeptos: en 1918, El Partido Socialista de Yucatán tenía 58 mil afiliados, cosa insólita en la época y en la entidad.

Aquellos afiliados estaban organizados en lo que Carrillo Puerto llamó Ligas de Resistencia; muchos de ellos eran empleados o peones de haciendas. A partir de aquellas células, se inventó un sistema de cooperativas que le daría ingresos al partido. Y sí, en esos grupos se hablaba de capital, de lucha de clases y de proletariado. Naturalmente que los hacendados de la península empezaron a inquietarse seriamente, y empezaron a preocuparse cuando, debido a que el gobernador Carlos Castro Morales pidió una licencia de un mes, y fue suplido por Carrillo Puerto, que fungió como gobernador del 13 de noviembre al 14 de diciembre de 1918. Hubo quien no le dio importancia al hecho, pero un mes le bastó a Carrillo para promulgar un Código de Trabajo.

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La vida política en Yucatán se desarrollaría con la constante confrontación de los liberales carrancistas y los socialistas. Todavía en 1920, los liberales alcanzaron a ganar la gubernatura, y Carrillo Puerto tuvo que abandonar el estado por una temporada. Pero nuevamente las tensiones políticas del centro del país determinaron su destino: los sonorenses se oponían a los designios de Carranza en materia de sucesión. Como se sabe, el Plan de Agua Prieta marcó el declive del carrancismo y el ascenso de los sonorenses al poder. Felipe Carrillo Puerto se benefició de ello y al regresar a Yucatán, fue electo diputado federal, y no de los casi invisibles. Llegó a exigir, en tiempos de carestía, que los principios bolcheviques se aplicaran y se saquearan los comercios de acaparadores y encarecedores. Aunque al presidente interino Adolfo de la Huerta no le gustaban esas exaltaciones de Carrillo Puerto, no hubo confrontación con el diputado yucateco, que miraba con ambición la gubernatura de su estado.

EL GOBIERNO DEL DRAGÓN ROJO DE LOS OJOSDE JADE

Llegó 1922 y nuevamente hubo elecciones para gobernador. Carrillo Puerto encabezó una campaña de gran aliento. El Partido Socialista Yucateco presumía, en aquellos días, de tener 60 mil afiliados, entre los cuales había muchos empleados obreros y pequeños productores henequeneros, y un sector importante de hacendados, como Ricardo Molina Hubbe, Manuel Cirerol, Felipe G. Cantón y Tomás Castellanos Acevedo. También importantes comerciantes libaneses como Jacob Simón, Ameen Rihani y Neguib Simón, lo apoyaron. Esas grandes fortunas preferían al yucateco Carrillo Puerto al sinaloense Alvarado. Los que no estuvieron de su lado fueron los dueños de las grandes haciendas henequeneras, porque fueron víctimas de lo que podría llamarse “expropiaciones selectivas” para efecto de reparto de tierras. Su ley de Expropiación fue llamada por sus malquerientes “ley de despojo”.

A pesar del discurso socialista, la verdad es que Carrillo Puerto gobernó capoteando tensiones y desacuerdos con algunas de las organizaciones obreras y por otro lado se enemistó con los henequeneros, a quienes no les gustó que el gobernador les aplicara un decreto según el cual la cuarta parte de los ingresos de la Comisión Exportadora del Henequén a debería ir a manos de los trabajadores para la formación de cooperativas. De ese modo empezó a cultivarse enemigos en varios frentes.

Tradicionalmente se ha exaltado la labor Carrillo Puerto como defensor de los indios mayas de quienes se presentaba como una especie de gran padre, aunque las luchas de los pueblos de la península eran anteriores al encumbramiento del gobernador socialista. Para 1923, año en que estalló la rebelión delahuertista, los precios del henequén estaban por los suelos, después de la primera guerra mundial y el gran temor de todos los propietarios de tierras era acabar siendo sujeto de la “ley despojo” de Carrillo Puerto.

Pero tampoco puede echarse en el olvido la labor social del gobernador. A fines de 1923, ya había repartido 664 mil 835 hectáreas entre más de 30 mil familias. Inició la restauración de las zonas arqueológicas del estado y promovió modelos -siguiendo un poco la huella de Salvador Alvarado- educativos de corte racionalista.

Si Alvarado había apoyado manifestaciones feministas, Carrillo promulgó leyes de divorcio y de previsión social. Tiene coherencia que haya promovido el control natal, las bodas comunitarias y los “bautizos socialistas”. Laborando en tantos frentes, llama la atención que estas prácticas no cobraran la fama que tendrían acciones parecidas en Tabasco, años después, con Tomás Garrido Canabal. Como decisión personal decretó la posibilidad de que las mujeres pudieran ejercer el voto en el estado, a pesar de que el congreso local no había aprobado una iniciativa en ese sentido.

A la larga, Carrillo Puerto acabó por declarar a la industria henequenera un elemento de interés público. Con el modelo de sus Ligas de Resistencia formó una Liga de Medianos y Pequeños Productores de Henequén, que lo puso en confrontación directa con los hacendados, que por definición eran los grandes productores de la fibra.

Cuando los delahuertistas llegaron a Yucatán, había inquietud y agitación. Carrillo Puerto, que aguardaba a su prometida para casarse, había apoyado al gobierno obregonista cuando estalló la rebelión. La efervescencia del estado propició que el gobernador enfrentara a los sublevados con una fuerza más bien pequeña. Su captura y fusilamiento, rápida, extraña, le daría armas a Álvaro Obregón para atormentar la conciencia de Fito de la Huerta.