Opinión

Campeones de la decepción

Nadie se salva. América Latina se ha convertido en una región de 642 millones de habitantes que están perdiendo a su democracia; lenta, gradual, pero sostenidamente desde hace ya diez años. Esta constatación ha sido documentada por el Latinobarómetro la semana pasada y el hecho más inquietante es que se trata de una pérdida votada y -todo parece indicar- seguirá siendo votada.

El documento de 49 cuartillas entiende la pérdida o erosión de la democracia como violación a la ley por parte del gobierno que debería aplicarla, restricción de libertades, polarización de las sociedades y acoso a instituciones o poderes que son el contrapeso del ejecutivo. En su presentación, el Latinobarómetro lo explica así: “La recesión se expresa en el bajo apoyo que tiene la democracia, el aumento de la indiferencia al tipo de régimen, preferencia y actitudes a favor del autoritarismo, el desplome del desempeño de los gobiernos y el desplome de la imagen de los partidos políticos. Varios países están en estado crítico de su democracia, otros ya pasaron a no tener democracia” (https://bit.ly/3O2roLL).

En todas partes la predilección social y electoral por un “hombre fuerte”, por un sistema autoritario aumenta. “En ciertas condiciones ¿es preferible un gobierno autoritario a uno democrático?” la pregunta ha visto un incremento entre quienes responden que sí. Solo Panamá ha aumentado su aprecio subjetivo a la democracia entre 2020 y 2023, pero El Salvador exhibe un aumento de 1 por ciento, Brasil aumenta 2 por ciento, Colombia 3 por ciento, Chile 4 por ciento, Guatemala 9 por ciento, pero el territorio donde las sirenas del autoritarismo cantan con mayor rotundidad es México, cuya población que se inclina a favor de tal afirmación aumentó ¡11 por ciento!

Informe Latinobarómetro 2023

Informe Latinobarómetro 2023

Esto representa el giro mental más drástico de toda América Latina y exigiría una explicación muy profunda de lo que ha pasado con la sensibilidad social de los mexicanos en un periodo convulso y angustiante como el de la pandemia (2020-2023).

Cuando vemos el juego de las tres preguntas clave, “La democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”; “En algunas circunstancias un gobierno autoritario puede ser preferible” y “A la gente como yo, nos da lo mismo una democracia o no”, el resultado es un ligero descenso del aprecio a la democracia en todo el subcontinente (de 49 al 48 por ciento de la población) pero en México, la merma es de 43 a 35 por ciento de sus adultos en el trienio apuntado.

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Pero cuidado: no debe interpretarse que esas respuestas se traduzcan en apoyo electoral al autoritario en turno, sino más bien como un malestar más difuso y general. Hablo de resortes que han traído un periodo de alternancias frenéticas y cambios en los gobiernos, el más intenso que haya visto América Latina y eso es crucial: la ola de decepción que encumbró al autoritario de hoy, es la que puede desplazarlo del poder mañana… por otro, acaso más incompetente o autoritario en un descenso endemoniado.

En las últimas elecciones presidenciales del periodo 2020-2023, solo en un caso, el partido se ratificó en el poder ejecutivo (Paraguay). En cambio, en 20 elecciones ocurrió una alternancia. El voto de castigo es el fenómeno que parece dominar los escenarios.

Y la pandemia lo aceleró todo, en especial ese sentimiento de decepción. En tal ambiente, las elites populistas perciben la persistencia o el surgimiento de una nueva frustración de una parte de su base electoral, lo cual refuerza las pulsiones de su autoritarismo. Cómo perciben las probabilidades de perder el poder en la siguiente elección, intensifican ellos mismos sus conductas autoritarias. Cada vez son más frecuentes los casos de “presidentes que fuerzan su estadía en el poder rompiendo las reglas de reelección (cinco casos)”, mientras que “un tercio de los presidentes elegidos… han trasgredido las reglas de la democracia”.

Malestar que devalúa a la democracia en la mente de los ciudadanos. Curanderos que aparecen ofreciendo discursos interminables y soluciones instantáneas. Problemas que no se resuelven y aparecen otros. Nueva decepción que vuelve a minusvaluar la democracia. Ese es el círculo en el que la población demanda y sigue demandando, populismo.