Opinión

Chupando rueda (electoral)

En la terminología política anglosajona existe un concepto muy útil para entender la lógica de las elecciones. Le dicen “coattails”. Las coattails son las dos largas piezas de tela que caen de los sacos formales antiguos. Y la referencia es que algunos candidatos llegan a puestos de elección popular montados en esas piezas de tela, jalados por quien porta el saco, que es un candidato verdaderamente popular.

Para hacer una analogía menos decimonónica, pensemos en una carrera ciclista. Un corredor va adelante, haciendo el esfuerzo; detrás de él va otro, chupando rueda: es decir, aprovechándose de la menor resistencia del viento y de que la bicicleta que va adelante se traga todo el aire y genera una estela en su trasero.

A diferencia del ciclismo, donde quien va adelante normalmente es un “gregario” que se sacrifica en favor del corredor estrella que va atrás, en política electoral quien va adelante es el candidato a la posición más alta, y jala votos para los demás aspirantes de su mismo partido o coalición.

Ahora bien, la capacidad de un candidato para jalar votos a favor de sus correligionarios no es siempre la misma, y ni siquiera podemos decir que es generalizada. En el caso de elecciones presidenciales mexicanas, tenemos ejemplos en uno y otro sentido. Vicente Fox sí tuvo coattails, al grado que Santiago Creel casi le arrebata la jefatura de gobierno capitalino a López Obrador. No hubo muchos que le pudieran chupar rueda a Felipe Calderón, en la medida en que una parte de la votación del panista fue “voto útil” para impedir el triunfo de AMLO y no se trasminó tanto a su partido. Tampoco se dio el efecto de manera notable en las elecciones de 2012, tal vez porque Peña Nieto, por las razones que fueren, era un candidato atractivo, pero su partido ya cargaba con cierto estigma.

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Cuando hubo un fenómeno enorme de coattails fue en las elecciones de 2018, dada la gran popularidad en ese momento de López Obrador. Tan estaba consciente de ello el candidato, que

durante una parte importante de su campaña insistió machaconamente en que sus simpatizantes cruzaran todas las boletas por su movimiento.

Pero el efecto electoral de chupar rueda no depende sólo del candidato que jala y que permite que los demás viajen en su estela. También depende de qué tanto se dejan los otros candidatos arrastrar. En el ejemplo ciclístico, depende de qué tanto se mueven en la parte trasera de la bicicleta líder, de acuerdo con el comportamiento del viento. En el ejemplo político, eso tiene qué ver más con el carisma propio, con las circunstancias de la entidad o distrito en el que se compite, con las características de los candidatos rivales.

Analizando los datos de las elecciones de 2018, podemos ver que, si bien Claudia Sheinbaum pudo montarse en los coattails de AMLO, no fue particularmente exitosa: tuvo 579 mil votos menos que el candidato presidencial en la capital. De hecho, los entonces candidatos al Senado por Morena en CDMX, Martí Batres y Citlalli Hernández, siendo la suya una elección donde contaron más los partidos que las personalidades, obtuvieron 226 mil votos más que Sheinbaum.

Eso significa, en principio, que por sí sola, Claudia Sheinbaum no parece capaz de generar el suficiente rebufo como para que los corredores de su equipo, que vienen atrás de ella, puedan aprovecharse de que les corta el viento. Pero Sheinbaum cuenta con el apoyo electoralmente valioso de Andrés Manuel López Obrador: en la medida en es vista como su sucesora elegida, puede tomar prestada algo de su popularidad, aunque ésta no sea la misma de hace seis años.

En el entendido de que ese préstamo de popularidad funciona, la coalición que encabeza Morena ha hecho campaña mostrando la cercanía -real o propagandística- de Sheinbaum con los distintos candidatos. Ahí la vemos sonriente, posando para la foto junto con la aspirante a la gubernatura o el candidato al senado. De igual modo (imaginemos un grupo de ciclistas en fila), los candidatos a diputados, a alcaldías o municipios, etcétera, van chupando rueda del que va delante de ellos. Si en algún lado de la fila, alguien falla (es decir, es impopular por sí o comete un error garrafal), se acaba la protección aerodinámica.

Xóchitl Gálvez, Claudia Sheinbaum, Jorge Álvarez Máynez

Xóchitl Gálvez, Claudia Sheinbaum, Jorge Álvarez Máynez

Especial

De la parte de la coalición Fuerza y Corazón por México, no sabemos qué tanta capacidad tenga Xóchitl Gálvez para jalar votos en las siguientes candidaturas. Y parece que no lo sabremos,

porque la candidata del Frente ha tenido que pasar la charola entre los partidos que la apoyan, para mejorar el financiamiento de su campaña y está claro, al menos por el gasto en publicidad, que los partidos han puesto más énfasis en las candidaturas a gobernadores, jefe de gobierno, Congreso, alcaldías y ayuntamientos, etcétera. (En todo caso, el precedente de la candidatura de Gálvez al Senado por CDMX en 2018, nos dice que tuvo 263 mil votos más que el candidato presidencial Ricardo Anaya, pero 116 mil votos menos que la candidata a la jefatura de gobierno, Alejandra Barrales).

Y de parte de Movimiento Ciudadano, la cosa parece clara. La candidatura de Samuel García, si no hubiera desbarrado (algo que igual pudo suceder después) hubiera traído enormes beneficios al resto de los candidatos naranjas, que hubieran chupado rueda a gusto. Con Máynez, que podrá tener ideas, pero no ha enseñado nada de carisma, cada uno ha tenido que hacer un esfuerzo doble, y pedalear con el viento en contra.

Veremos en el debate de este fin de semana si alguien es capaz de mostrar la capacidad para generar sus propios coattails, y permitir que los compañeros de aventura política chupen rueda a gusto.

fbaez@cronica.com.mx

Twitter: @franciscobaez