Opinión

Encarnación de la patria

Quizá lo único peor que la arrogante autocomplacencia del líder populista, son las aclamaciones de sus incondicionales. Cada proclama del líder es celebrada como una bendición del destino. Cada capricho, se convierte en instrucción para los feligreses. En el sistema de autolegitimación, propaganda y apariencias que apuntala al populismo, jamás hay espacio para la duda y tampoco para el recato. Ninguna lisonja, por desmedida que sea, resulta oprobiosa. La única ignominia, para los adeptos del líder, sería quedarse fuera de los coros laudatorios.

CIUDAD DE MÉXICO, 16FEBRERO2022.- En la sesión en el Senado de la República: César Cravioto, y compañeros de bancada mostraron cárteles con la leyenda de

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Moisés Pablo

Conforme la discusión pública queda más aprisionada por el fundamentalismo autoritario, las demostraciones de enaltecimiento irreflexivo a favor del presidente López Obrador resultan más grotescas. En todas las sociedades, las emociones y la retórica son más populares que los argumentos. Pero cuando en los espacios en donde se supondría que debiera haber mayor sensibilidad política, al contraste de ideas se le reemplaza con el integrismo y la sumisión podemos confirmar —por si hiciera falta— que estamos en problemas serios.

El Senado de la República siempre ha sido escenario de excentricidades e incluso vulgaridades, pero por lo general allí había mejores condiciones para procesar argumentos que en la otra cámara federal, más populosa y con menos legisladores experimentados. Llegar al Senado, en otros tiempos, era una meta con la que podía culminar una biografía política respetable. Ahora sin embargo, allí hay docenas de militantes políticos de trayectoria escasa y capacidades limitadas, al menos para la reflexión y la elaboración políticas. El Grupo Parlamentario de Morena, en contra de la división de poderes pero también de la sensatez a la que están obligados los senadores, acaba de ofrecer una triste muestra de allanamiento al caudillismo presidencial.

61 senadores —58 de Morena y 3 del Partido Encuentro Social— suscribieron un exaltado documento en donde aseguran que Andrés Manuel López Obrador “encarna a la Nación, a la patria y al pueblo”. Cuando se haga la historia de esta etapa del populismo latinoamericano, ese texto será considerado como una de las más transparentes expresiones de supeditación institucional a los designios de un caudillo.

El populismo implica la suplantación de la voluntad general por un liderazgo unipersonal. La nación, cualquiera que sea la manera como la definamos, tiene una complejidad social, histórica y en muchos otros ángulos tan abundante, que identificarla con una sola persona es un ejercicio demencial, o autoritario. Los senadores de Morena sostienen que López Obrador personifica a la nación y de una vez, para que no queden dudas, también al pueblo y a la patria. En esa concepción la pluralidad y las instituciones no cuentan, comenzando por el Senado del que forman parte.

No hay división de poderes en la apreciación de esos legisladores, que respaldan “incondicionalmente” al presidente López Obrador. Tampoco hay respeto a la diversidad política. Los senadores sobrepasan el discurso polarizador del presidente, que descalifica a todos aquellos que no coinciden con él. Para ellos, quienes no comparten las acciones de la llamada “cuarta transformación” se oponen no a un proyecto y a un gobernante, sino al país. Peor aún: “Son ¡unos traidores a la nación, a la patria y al pueblo!”.

La senadoras y los senadores no esquivaron descalificaciones aunque ese encendido texto, que difundieron el martes 15 de febrero, está fechado el día de la amistad. Tampoco cuidaron mucho la sintaxis, pero a estas alturas nadie se fija en tales pormenores. Con esas irritadas frases, quisieron respaldar a López Obrador que no ha podido explicar los ingresos, las residencias ni los conflictos de interés de su hijo José Ramón.

El documento que considera traidores a la patria a quienes no coinciden con Morena fue suscrito por senadores que en diversos momentos han tenido actitudes de diálogo. Susana Harp, Martha Lucía Micher, José Narro Céspedes y Olga Sánchez Cordero, entre otros, han buscado interlocución con grupos sociales y políticos de variadas adscripciones pero respaldaron esa declaración de intolerancia. La firmó también Ricardo Monreal Ávila el mismo día que fue a Ciudad Universitaria para reunirse, en presencia del Rector de la UNAM, con el seminario Nuevo Curso de Desarrollo en donde participan académicos y especialistas que tienen posiciones críticas al gobierno. Monreal se ufanó de haber acudido a un “diálogo franco y respetuoso” aunque pocas horas más tarde circuló el documento, con su nombre, en donde se considera que “los que se oponen al Presidente de México no son más que un puñado de mercenarios”.

También suscribe ese intolerante manifiesto el senador morenista José Luis Pech Varguez, que el sábado 19 fue designado candidato de Movimiento Ciudadano al gobierno de Quintana Roo. Hay quienes aplaudieron esa postulación porque con ella quedó descartada la candidatura del impresentable Roberto Palazuelos. Pero al remediar una evidente equivocación política, MC cometió otra. Como senador, Pech se allanó una y otra vez a las decisiones de Morena. Hace pocos días, su voto fue uno de los que rechazaron que se investigara el posible conflicto de intereses en torno a las residencias del hijo de López Obrador. El dirigente de MC, Dante Delgado, considera que Pech tiene una “historia de lucha” que es “coincidente con la postura que hemos asumido desde Movimiento Ciudadano”. Caray.

61 senadores del Grupo Parlamentario de Morena firmaron el ensalzamiento de López Obrador como personificación del pueblo. Hubo tres que no lo hicieron: Sasil de León del Partido Encuentro Social (cuyas cuatro senadoras forman parte de la bancada de Morena); el sudcaliforniano Ricardo Velázquez Meza, quizá porque acudió a una reunión en Panamá y la maestra Ifigenia Martinez Hernández.

AMLO como encarnación de la patria: resultaría ridículo, y cursi, de no ser porque hay quienes se lo creen y porque ratifica el caudillismo autoritario que preside hoy nuestra vida pública. Habrá que decir, en esta hora de la patria en absoluto suave: Tu casa en el Palacio Nacional / y el Senado que aplaude servicial / consagrando el populismo patriarcal.