Gobernabilidad y régimen constitucional autoritario
Convengamos que las elecciones del pasado dos de junio, anudan un conjunto de enormes procesos que necesitamos entender y explicar para valorar la naturaleza de la coyuntura que las mismas elecciones abren. Aquí, hemos intentado desmenuzarlos a partir de seis procesos (columna Pista de Aterrizaje de la semana pasada), a los que se agregan estos:
Gigantesca reasignación de dinero público. El gobierno de López Obrador dejó de gastar en salud (en medio de la pandemia), en educación, en infraestructura pública, se apropió de los recursos de fideicomisos estratégicos que estaban destinados a atender desastres naturales, medioambiente, ciencia o cultura para así, financiar a los “programas sociales”, la entrega de dinero líquido que ahora incide en casi el 44 por ciento de los hogares con un gasto que superó por primera vez el billón y medio de pesos en 2023. ¿Resultado? Peores bienes públicos, peores escuelas, peores clínicas, instituciones debilitadas (Poder Judicial, INE, etcétera) pero mucha más gente dispone de recursos adicionales en sus bolsillos. El diablo político consiste en haber logrado plebiscitar esta cuestión: un gobierno que mejora tu ingreso vía salarios y programas sociales (una realidad muy tangible) versus la defensa genérica de la democracia, tal como lo planteó la oposición. Y en medio, una enorme maquinaria (los siervos de la nación) que se encargaron de expandir y recordar, puerta por puerta durante meses y añso, que esa mejora se debe y tiene el nombre de su benefactor López Obrador quien, por esa vía si estuvo en la boleta electoral.
La dimensión ideológica. Esa vasta operación material ha estado acompañada de un discurso envolvente e incesante que se autoconcibe como un cambio histórico, como la llegada de una nueva etapa en la vida nacional. Con diferentes intensidades, mucha gente cree seriamente que estamos viviendo un momento de “transformación” social y política al que ellos están convocados: mejores ingresos, un presidente que les habla todos los días dictando el guión polarizante: la oposición representa el viejo e injusto privilegio. Por incierto, imaginario o fantasmagórico que sea, el mensaje ha permeado, lo mismo en los sectores más ideologizados, universidades, centros, que en organizaciones sociales, sectores de ingresos medios, incluso altos y por supuesto, entre los más pobres. Se participa en un cambio, aunque nadie sepa bien como definirlo. La polarización ganó la partida: el voto encontró como su cuestión principal la continuidad o el cambio de este gobierno, su coalición y políticas generales.
Más allá del buen o mal gobierno. La premisa esencial de la vida democrática, según la cual el voto es un instrumento de premio o de castigo a los malos gobiernos, en estas elecciones no se cumplió (salvo algunas excepciones urbanas, como veremos). Es imposible imaginar peores resultados de gobierno en estados como Morelos, Veracruz o Guerrero; y también era difícil encontrar peores candidatos oficialistas en esos mismos territorios (allí está Rocío Nahle como ejemplo) y aún así se levantaron con el triunfo. Debe subrayarse, sin embargo, que el resorte del castigo votado si se activó en las grandes ciudades, Veracruz, Xalapa, Cuernavaca o Chilpancingo, fueron todas, ganadas por la oposición a los malos gobiernos de Morena.
Inseguridad, violencia y preferencia. La revisión más detallada de la elección ofrece datos ambivalentes, pues en los veinte municipios más inseguros y violentos del país, oposición y gobierno reparten casi por igual triunfos y derrotas. No hay respuesta concluyente a esto, pero llama la atención la victoria de Morena en Naucalpan de Juárez, Acapulco, Ciudad Obregón y Cancún, mientras que la oposición -PAN, PRI y PRD- se lleva Fresnillo, Zacatecas, Chilpancingo y León.
La resistencia social y ciudadana al obradorismo, existe. Salvo Mexicali, el resto de las capitales en los estados del norte fueron conquistadas y/o ratificadas por la oposición panista y priista, además de Zacatecas, San Luis Potosí, Aguascalientes, Guanajuato, Colima, Morelia, Chilpancingo y Mérida. Movimiento Ciudadano ratifica su triunfo en Guadalajara y en Campeche, mientras que la Ciudad de México, vuelve a manifestar una geografía polarizada y una votación congresual casi a mitades entre Morena y sus satélites y la oposición, incluyendo MC. En resumen: 15 capitales fueron obtenidas por Morena, 16 por algún otra fuerza política.
Engaño autoinducido. Me parece que requerimos otro tipo de discusión -más comprehensiva y matizada- por parte de quienes disentimos fuertemente del obradorismo, porque durante demasiados meses bordeamos sobre muchas hipótesis falsas y fallidas. Que la alta participación era veneno para Morena; que el voto oculto saldría a votar en contra del gobierno; que MC le quitaba votos a la oposición; que el PRD lograría su registro a partir del voto izquierdista de Xóchitl Gálvez; que las encuestas no eran más que un manojo de mentiras propaladas; que los muy malos resultados de este gobierno -especialmente la gestión de la pandemia- serían un acicate para un masivo voto de castigo y un largo etcétera… que no se cumplió.
Lo que han abierto estas elecciones y sus resultados no es una coyuntura sino un escenario político muy distinto, quiero decir, un nuevo sistema de partidos, una gobernabilidad ensimismada en una sola coalición y un nuevo régimen constitucional autoritario. Todo eso está en la agenda.
Nombrar a esa nueva situación y a ese nuevo régimen será materia de ese mismo debate y pasa por reducir la democracia constitucional que aún tenemos hacia una forma de democracia plebiscitaria o a una autocracia electiva, como anotó Lorenzo Córdova en el seminario del IETD.
No soy de los que piden latigazos expiatorios a la oposición, pero si una nueva ronda de conversación seria, sensata, pronto y con la dosis mayor de honradez intelectual. Son tales y tantas las mentiras sobre las que ha jugado el gobierno, que la primera condición de ser oposición tendría que ser la simple honestidad, ideas claras que aspiren como mínimo la evidencia y el realismo. Lo vamos a necesitar.