Opinión

Gobierno por encarnación

Me resulta imposible no escribir (como tantos otros lo han hecho ya), acerca de la última estación cruzada por este gobierno. Una estación provocada explícitamente para destruir o paralizar instituciones vitales del Estado y de la democracia.

La inaudita confesión del Secretario de Gobernación según la cual, el presidente de la república esta de plácemes porque el Instituto Nacional de Acceso a la Información no podrá funcionar, no podrá resolver ni desahogar las controversias del caso, por falta de qúorum es una de las revelaciones más brutales que haya emitido el gobierno de López Obrador: si no funciona, mejor para mi y mejor para mi manía opaca y secretista. “El mejor de los mundos posibles” deletreó el secretario en una reunión con senadores de la república.

¿Pueden ustedes recordar alguna filtración, alguna declaración de gobiernos de cualquier signo colocada en esta tesitura? ¿Alcanzan a ver alguna otra que se equipare en su prístina desfachatez?

Nuestros gobernantes no se conciben como los primeros responsables de cumplir la constitución, la ley, de procurar la marcha de las instituciones. Nada de eso. Lo que de veras les importa es la grilla, sacar raja, ventajas de situaciones anómalas y autoprovocadas para que no haya quien les incomode con molestas solicitudes de información y complejos recursos de revisión en lo que resta del sexenio.

Ayer mismo, varios articulistas como Raúl Trejo, Jesús Silva Herzog Márquez y Mauricio Merino nos hacían ver esa manía: “si representa un contrapeso, lo desaparezco, lo saboteo, lo convierto en cosa disfuncional”, lo que, insisto, constituye toda una revelación del subconsciente autoritario.

Lee también

Pero el asunto tiene otra cara, igualmente aberrante: el desprecio a los derechos de los demás, de sus gobernados.

Luego de la filtración de lo dicho por el señor Adán A. López; a la mañana siguiente, el propio López Obrador asintió “si, si” a la instrucción dada a su secretario “pero (los del INAI) no sirven para nada, forman parte de un gobierno mantenido… una fachada para encubrir las corruptelas”. De un plumazo, el presidente desconoce el derecho de acceso a la información, la obligación de conducirse con transparencia, los mecanismos para saber que apenas hace 15 años llegaron a la Constitución. En su ilógica, la transparencia es él y sus largas conferencias ¿para que querríamos más? Si además “ahorramos millones de pesos”.

Un gobierno que desfonda a las instituciones para no ser molestado, es él mismo que se cree surtidor y fuente de los derechos de sus ciudadanos. Él nos los sabe otorgar, él los provee, cosa que devuelve a la política nacional hacia un “paradigma monárquico… representación por encarnación” (Urbinati, Nadia. Yo el pueblo. Grano de Sal, p. 209).

Pensemos en el caso de Notimex, durante la misma semana. El INE. Vean cualquier campo de la acción estatal: la desaparición del Seguro Popular, la del Instituto para la Evaluación Educativa o el Fondo Nacional de Desastres entre decenas y decenas de ejemplos. La democracia mexicana no es un campo poblado de instituciones, leyes y reglas, la democracia es, ahora, el cúmulo de decisiones y demoliciones ejecutadas por nuestro rey, el encarnado.

El dice cuando y cuál institución funciona y él dice cómo y de qué forma ejerceremos nuestros derechos. Lo que antes parecía impensable o insoportable ahora se vuelve perfectamente plausible: López Obrador desmonta instituciones y nos dice que derechos -y cuales no- podemos ejercer.

El presidente Andrés Manuel López Obrador en su conferencia mañanera

El presidente Andrés Manuel López Obrador en su conferencia mañanera

Cuartoscuro