Opinión

Las otras guerras

Qatar y las tensiones con sus vecinos del Golfo de no ser desactivadas podrían tener consecuencias imprevistas en Siria, Libia y el Cuerno de África.

A principios de junio, Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos (EUA), Egipto, Yemen, Bahréin y Maldivas rompieron las relaciones diplomáticas con Qatar y tomaron medidas para aislar el país.

Yemen

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EFE

Han pasado más de tres años y no parece que la brecha vaya a cerrarse.

La tensión entre varios de estos Estados, en especial los principales protagonistas, Qatar, Arabia Saudí y los EUA que aunque no es nada nuevo, en medio de un Oriente Medio polarizado, conflictos en toda la región y las exhibiciones de poder de los propios Estados del Golfo, esta disputa amenaza con empeorar todavía más la situación.

Puede que un estallido de violencia en el Golfo sea poco probable, pero, dado que Estados Unidos sea incapaz de mediar para que se arregle la situación, la UE y sus Estados miembros, especialmente Francia, deben contribuir a desactivar la tensión para que no se extienda a otros países y conflictos subsidiarios.

No está claro qué fue exactamente lo que precipitó la decisión. Doha no recibió ningún aviso. En sus conversaciones con Crisis Group, los representantes saudíes y de los Emiratos no han mencionado ningún detonante concreto, sino que hablan de una acumulación de frustraciones y promesas incumplidas. Al parecer, les molestaron especialmente dos cosas. En primer lugar, algunos dicen que Qatar se ha aproximado a Irán, pese a que la política catarí coincide bastante con el consenso árabe explícito de enfrentarse a los aliados de Teherán, mantener relaciones económicas y pensar en negociar en el futuro, cuando los árabes tengan unas bazas más fuertes. Segundo, y más importante, acusan a Doha de apoyar a “extremistas”, es decir, a una serie de grupos islamistas, tanto yihadistas como políticos, en particular los Hermanos Musulmanes, a los que los gobiernos de los países involucrados tienden a meter en el mismo saco que grupos como Al Qaeda y Daesh. A pesar de que Doha se ha comprometido desde 2014 a cambiar su política, un representante de los Emiratos asegura que “dicen una cosa y hacen otra”, por lo que Riad y Abu Dhabi decidieron tomar medidas más enérgicas.

En cuanto al momento escogido, no parece coincidencia que la decisión saudí se produjera inmediatamente después dLas otras guerras e la triunfante visita e la triunfante visita a Riad del ex presidente estadounidense Donald Trump.

El viaje envalentonó a la familia real, sin duda, sobre todo al entonces príncipe heredero adjunto (hoy príncipe heredero) Mohamad Bin Salman, que está empeñado en romper con la que considera la tradición de pasividad saudí y reafirmar el liderazgo regional del reino.

Si bien la campaña saudí contra Qatar es de una ferocidad sin precedentes, las quejas vienen de atrás. La tensión en la frontera entre los dos países aumentó a finales de los noventas cuando Doha empezó a utilizar sus recursos económicos para ampliar su influencia política en la región.

Empezó a desarrollar una política exterior iconoclasta y, en ocasiones, aparentemente contradictoria, centrada en la mediación de conflictos, fuertes lazos con Estados Unidos, que tiene en el país una importante base militar, el patrocinio de un instrumento mediático regional poderoso y a menudo combativo (Al Jazeera) y el apoyo a grupos de tendencia islamista, en especial los Hermanos Musulmanes pero también, posteriormente, algunos de la órbita salafista y yihadista. En opinión de Doha, esta estrategia era una mezcla de principios políticos sólidos, el deseo de cultivar aliados y una declaración de independencia. Para Riad y otras capitales del Golfo, era un desafío a su liderazgo y, en ciertos casos, una posible amenaza al orden interno establecido.

Con las revueltas árabes de 2011, la rivalidad en el Golfo se intensificó, con Doha a un lado de la brecha regional que enfrentó a los Hermanos Musulmanes contra los regímenes establecidos y Riad y Abu Dhabi en el otro. Cada capital trató de influir en los acontecimientos en su propio beneficio. Qatar intensificó su apoyo a Hamás y los Hermanos al tiempo que seguía cultivando su relación con Estados Unidos; Arabia Saudí y los EAU presionaron para que se restableciera el orden anterior, sobre todo en Egipto.

Aunque las causas inmediatas de la disputa no están claras, las posibles consecuencias sí. Aparte de las repercusiones humanas y económicas en Qatar y sus ciudadanos, si la crisis se prolonga existe el riesgo de que distraiga a los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) de otras necesidades más urgentes, tanto internas como regionales. Además, dado que Qatar, Arabia Saudí y los EAU extienden su influencia a otros escenarios conflictivos —en especial Libia y el Cuerno de África, dos lugares de particular interés para la UE—, no parece probable que las cosas se queden circunscritas al Golfo.

Luis David Fernandez A

Economista

@DrLuisDavidFer