Opinión

¿Y si hablamos de otras cosas?

Con mucha frecuencia escuchamos una frase cada vez más dudosa: el presidente es el hombre mejor informado de México. Es una falsedad, como todas las simplezas reductivas.

AMLO durante su conferencia matutina en Palacio Nacional

AMLO durante su conferencia matutina en Palacio Nacional

Cuartoscuro

Para estar informado es necesario recibir información, con perdón por la tautología.

Así, la categoría suprema en el conocimiento le toca primero a quien fue y le dijo tal cual cosa al presidente. Los mejor informados serían entonces, sus informadores, porque hasta ahora no se conoce persona omnisciente, cuyos ojos y oídos perciban en soledad todo cuanto en el mundo ocurre; cada palabra pronunciada, cada crimen cometido, cada delito sucedido de todo se entere sin intermediarios y de todo sepa por instantánea ósmosis.

Los mejores informados son quienes le informan, lo cual jamás garantiza la certeza o la verosimilitud o la exactitud, en caso extremo, de los asuntos transmitidos para (como dicen las tarjetas de la burocracia), el superior conocimiento de quien en lo alto de la escalera construye el monopolio informativo. La última palabra.

Cuando los datos son falsos, o presentados para provecho del transmisor, quien, con los rumores, chismes, distorsiones y demás pretende (y a veces lo logra), ascender en la pirámide del poder, gracias a la confianza del poderoso en turno, el hombre mejor informado se convierte en el hombre mejor engañado.

¿O no hemos escuchado y leído hasta la saciedad cuando alguien quiere disculpar los dislates presidenciales (de este o cualquier otro): sus colaboradores lo engañan y lo mal informan?

Hay una gran diferencia entre la abundante y la buena información. En esto tampoco son iguales cantidad y calidad.

Por eso el presidente de México se equivoca con vergonzosa frecuencia. Por eso cuando a su conveniencia se aviene, dice ignorar cosas de su obvio conocimiento o suelta como ciertas, mentiras del tamaño de una sandía. Una sandia grande, claro.

Ahora, cuando de manera aleve se ha metido en un berenjenal para torcer en su favor el frustrado asesinato de Gómez Leyva, el presidente ha salido con una especie absolutamente inadmisible. Y la ha dicho con todo el desparpajo de su inmunidad y, por supuesto, de su impunidad: esto pudo ser un autoatentado. Claro. Y la muerte de Colosio fue un suicidio.

Esto dijo el presidente sin mover siquiera las pestañas. Sereno; moreno:

“…hay algunos avances, pero están trabajando y hay voluntad de parte de nosotros, no queremos que haya carpetazo, que no quede por nosotros, vamos a meternos a fondo, porque no es un asunto menor. O sea, quisieron asesinarlo o intentaron hacerlo, y si no fue así el propósito era generar un conflicto mayor, desestabilizar al país, que eso también es un crimen.

“Entonces, como no hay un gobierno represor, como no tenemos relaciones de complicidad con nadie, como somos libres, podemos investigar a fondo, como lo estamos haciendo y se va a seguir haciendo… Por eso cuando plantean lo de Ciro, de que pudo ser un autoatentado, no porque él se lo haya fabricado, sino porque alguien lo hizo para afectarnos a nosotros, no lo descarto…. “

Pues sí él no lo fabricó, entonces no es un auto atentado, como cuando otro presidente López habló de estarnos “auto suicidando”.

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“…Y pueden ir a la ONU, irme a acusar con el rey de España, ir a Washington a pedirle al presidente Biden que intervenga porque se está afectando la democracia en el país. Nunca se había vivido un ambiente de libertades y de democracia en México como ahora, nunca… Pero sí se está haciendo la investigación de Ciro y vamos a fondo, no sabemos hasta dónde vamos a llegar”.

PREDICCIÓN

No se si vaya a ocurrir, pero cuando venga el relevo de cuatro consejeros en el Instituto Nacional Electoral, el sucesor de Lorenzo Córdova, podría ser Arturo Zaldívar cuya carrera en la Suprema Corte de Justicia lo acercó tanto a la fe republicana y divina de la Cuarta Transformación.