Opinión

El libro de medicina interna de Harrison

Lo cargué bajo el brazo durante los ciclos clínicos de la carrera de medicina y mis entrañables compañeros y yo lo leímos prácticamente completo. Era la novena edición que vio la luz en 1980. Como estudiantes, era nuestro primer contacto con cualquier síntoma o signo que quisiéramos entender. La mayoría de las enfermedades las conocimos por primera vez en este libro. Ahí estaba la fisiopatología, epidemiología, estrategia diagnóstica, diagnósticos diferenciales y el tratamiento de cada enfermedad de medicina interna. Como residentes, el libro fue fundamental para decidir conductas y tratamientos. Prácticamente todos los estudiantes de medicina tenían uno. Además de la novena edición en la carrera, en el internado y la residencia me acompañaron en las eternas guardias la décima y la onceava. En ese momento no sabía que Steven Hebert y Barry Brenner, que escribían varios de los capítulos relacionados con enfermedades renales, serían años más tarde mis tutores en el Brigham and Women’s Hospital de la ciudad de Boston.

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Tinsley R. Harrison fue un médico americano que vivió de 1900 a 1978, interesado en la cardiología y en la fisiopatología de las enfermedades. Estudió medicina en la Universidad de Michigan y completó lo que en ese entonces era el internado en la escuela de medicina de Johns Hopkins y en el Hospital Peter Bent Brigham de Boston (ahora Brigham and Women’s Hospital). Fue el director de la escuela de medicina de Southwestern en Dallas, entre 1945 a 1955 y el resto de su vida, fue director de la escuela de medicina y división de cardiología de la universidad de Alabama.

En 1945, Morris Fishbein que recién se había retirado como editor en Jefe del Journal of the American Medical Association y trabajaba en la editorial Doubleday, se acercó a Harrison para decirle que la editorial quería hacer un libro de medicina que compitiera con el Cecil, que en aquel entonces tenía dominado el mercado americano y lo invitó a Nueva York, para discutir el asunto junto con Ted Phillips, que era el director de la compañía Blakinston, que en esos momentos había sido comprada por Doubleday.

Harrison cuenta que no estaba convencido de querer editar un libro de esa naturaleza y tenía preparado un paquete de requisitos que supuso, serían suficientes para que no lo aceptaran y se librara del compromiso. Primero, el libro tendría que centrarse en el porqué y no en el para que. Es decir, tendría que incluir la fisiología, bioquímica y fisiopatología de las enfermedades, lo que no existía en el libro de Cecil, ni en el anterior que fuera muy famoso en la primera parte del siglo XX, que fue el editado por Osler. Segundo, como los pacientes con frecuencia van al médico por un síntoma o signo y no por una enfermedad ya diagnosticada, el libro debería tener una parte inicial dedicada al análisis profundo de los signos y síntomas. Tercero, Harrison debería contar con la libertad de escoger a los Editores Asociados y junto con ellos a los autores involucrados, basados única y exclusivamente en la calidad de cada uno, sin contemplar, como ocurría en ese entonces, que todas las regiones geográficas y universidades importantes del país tuvieran que ser incluidas. Cuarto, que el trabajo iba a requerir de varias reuniones, de diez días cada una, entre él y los editores asociados, que debían ocurrir en algún lugar atractivo e incluir a las familias y por último, que uno de los editores asociados tendría que ser un médico que se dedicara exclusivamente a la medicina privada, lo que ayudaría a mantener el balance entre los otros editores, puramente académicos, para que el libro resultara en algo que no se alejara de la realidad del día a día en la atención de enfermos. Para su sorpresa, todas las demandas fueron aceptadas. La primera edición vio la luz en 1950. Fue idea de Harrison que el título fuera Principles of Internal Medicine y fue el editor en Jefe de la primera a la quinta edición. Dentro de una semana, 72 años después, sale a la venta la edición número 21.

El editor en jefe de la doceava edición del Harrison fue Jean Wilson, que fuera también editor en jefe del Journal of Clinical Investigation (1972 – 1977) y quien murió recientemente, por lo que el JCI recordó en su página un editorial publicado en 2012, en la sección de esa revista llamada “conversaciones con gigantes de la medicina”, en la que entrevistaron a Wilson. En esa conversación, Wilson narró que cuando le ofrecieron ser el editor en jefe del Harrison no estaba convencido de hacerlo y Donald Seldin, entonces el director de la escuela de medicina de Southwestern, trataba de convencerlo de no tomar esa responsabilidad, pero hubo un evento que cambió la decisión de Wilson. Dice en la entrevista: “estaba a punto de rechazar la oferta, cuando asistí como profesor invitado al Instituto Nacional de Nutrición en la Ciudad de México, el hospital premier de medicina interna en México. Me impresionó la calidad de la medicina que se practicaba ahí y de las excelentes presentaciones de los residentes y cuando pregunté cómo es que sabían tanta medicina, lo que me dijeron fue que todos tenían un Harrison e iban del paciente al Harrison y de regreso al paciente y que así aprendían mucha medicina. Eso fue lo que me convenció de aceptar el papel de editor en jefe y nunca me arrepentí de haberlo hecho”

La doceava edición del Harrison en la que Wilson fue el jefe vio la luz en 1991, por lo que el ofrecimiento se lo hicieron tres o cuatro años antes. Mi generación de residentes en el Instituto fue la de 1985 a 1990, por lo que me complace la idea de pensar que nosotros fuimos esos residentes a los que se refirió Wilson que, sin saber, lo convencimos de aceptar la posición de editor en jefe del libro más famoso de medicina del mundo.