Opinión

¿Perdonamos al Cartel del Golfo?

Matamoros es del Cartel del Golfo. En esa localidad fronteriza las autoridades federales, estatales y municipales están pintadas. Ni el gobernador ni el alcalde se apenan. Las cosas son como son, qué le van a hacer. El Estado mexicano cedió la plaza a una organización criminal que hace y deshace a su antojo. Tanto poder provoca que algunas de sus células disparen sin medir las consecuencias de sus actos.

En ocasiones los matarifes se equivocan, pero hay de errores a errores. Secuestrar a un grupo de ciudadanos norteamericanos y matar a dos de ellos fue un gazapo colosal que los mandos del Cartel, que son los mandos reales en Matamoros, ya no saben cómo enmendar.

La entrega de sicarios amarrados y la cartulina con las explicaciones y sus disculpas colocan a México en una dimensión alterna para la que no hay calificativos. Mientras el Cartel hacia la chamba de las autoridades, el presidente andaba en el bunker de García Luna tratando de sacarle jugo a las villanías del pasado, haciendo sus chistoretes e ignorando, como si no existieran, las vergüenzas internacionales del presente.

Cuando comenzaron a circular las primeras imágenes del secuestro de los ciudadanos norteamericanos en una calle céntrica de Matamoros, al mediodía, en medio de un tráfico intenso, los observadores plantearon una pregunta pertinente: ¿Y dónde están los policías? Porque hubo disparos, gritos, una víctima de una bala perdida y de los uniformados ni sus luces. Igual y no hay policía en Matamoros y todo el trabajo, delinquir y corregir, corre a cargo del Cartel del Golfo.

Hay una noticia mala para los jefes del Cartel: el daño ya está hecho y entregar a los supuestos autores materiales no lo remedia. Es Estados Unidos está en marcha el proceso electoral y políticos republicanos y demócratas han elegido el problema de la frontera con México como centro de su debate. Están compitiendo, y lo seguirán haciendo, para ver quién es el más macho y toma las acciones más contundentes.

Una vez que ubiquen al jefe de plaza del Cartel vendrán por él en una acción relámpago de sus fuerzas especiales para presentarlo allá como botín de guerra y ganarse el aplauso de los electores. Si necesitaban un motivo para hacer tropelías ya tienen uno insuperable. No vaya a creer el amable lector en ningún momento que los políticos de allá están realmente preocupados por la fuerza de los carteles mexicanos en la frontera con Texas. Claro que no. Si de verdad estuvieran preocupados tienen a la mano un remedio eficaz: dejar de venderles armas.

Ellos pertrechan a los sicarios mexicanos con armamento de última generación. Los carteles son los clientes VIP de las tiendas de armas ubicadas a lo largo de la frontera con México. La primera acción sería entonces parar el suministro de rifles de asalto y municiones. Mientras no paren la venta de armas no tienen autoridad moral para pedir paz.

El segundo remedio sería impedir que depósitos millonarios de carteles mexicanos entren a los circuitos financieros de Estados Unidos. El tercero, y de más largo plazo, sería frenar el insaciable apetito de drogas de la sociedad norteamericana. No olvido decir que la actual crisis de los opiáceos, que ocasiona una mortandad apocalíptica, la generó la industria farmacéutica de Estados Unidos que los drogó con medicinas recetadas.

En suma, políticos de aquí y de allá juegan el juego del poder con todo y sus bravuconadas, sin entrarle al fondo de problema. Mientras tanto el Cartel del Golfo gobierna Matamoros como el diablo le da a entender, matando a discreción, y cuando se equivoca de víctimas pues pide una disculpa y a otra cosa. Usted dirá si perdonamos al Cartel del Golfo

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