Ya conocerémos los resultados de la gran encuesta de ingreso gasto del INEGI, en unos meses, pero mientras llega, podemos afirmar que el trabajo sigue siendo el sustento y la condición de existencia de la enorme mayoría de la sociedad mexicana (¡gracias al cielo! No todas las sociedades son así, las hay parasitarias, y por mucho tiempo).
El 61 por ciento de la población vive de las remuneraciones obtenidas gracias a su empleo. El 9 por ciento, vive de su trabajo independiente y otro 3 por ciento, se mantiene gracias a diversos tipos de ingresos provenientes de su trabajo presente o anterior. Y a pesar de que el debate público y la atención gubernamental se han centrado en los “programas sociales”, solo el 16 por ciento de los mexicanos se sostiene de esas transferencias. El hecho, crucial es que alrededor de las tres cuartas partes del país sigue obteniendo sus ingresos vitales por su propio esfuerzo.
Los ingresos han mejorado gracias a cinco años consecutivos de aumentos significativos al salario mínimo y sin embargo, el mexicano sigue estando entre los más bajos del mundo y de América. En el año 2023, México todavía tiene un salario mínimo peor que el de El Salvador, peor que el de Chile, más bajo que el de Costa Rica y más bajo que el de Uruguay, sin hablar ya de Estados Unidos, cuyo salario mínimo es 7.4 veces superior al de nuestro país.
El tema es todavía más decisivo si examinamos la cantidad de personas que ganan entre uno y dos salarios mínimos: 17.9 millones ganan alrededor de uno y 19.7 millones quienes ganan hasta dos salarios mínimos (https://tinyurl.com/3x3tt7mh).
Aún con los avances de los últimos años, incluido el último aumento de 34.57 pesos (20 por ciento) del salario mínimo (diciembre 2022) tal ingreso alcanza para adquirir dos canastas alimentarias (la propia y la de un dependiente) con 62.5 pesos sobrantes para el resto de sus necesidades esenciales (casa, transporte, energía, educación, ropa, etcétera). De esa suerte, los ingresos de la gran mayoría de mexicanos siguen siendo insuficientes -tanto en la formalidad como en la informalidad-, por eso el nivel salarial produce y reproduce pobreza todos los días.
El problema mayor consiste en que durante cuatro décadas, en México, los ingresos que provienen del trabajo no han sido vehículo para salir de la pobreza, para reducir la desigualdad ni para el ascenso social. Creo que la raíz de casi todos nuestros problemas críticos se encuentra en ese hecho que ha definido nuestra época.
Ahora que se ha abierto el frenesí programático rumbo al 2024 -y si es que queremos cambiar el modelo- el de los salarios (empezando por los mínimos) debería ser el problema principal.
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