Opinión

Terquedad

El domingo 26 de junio fueron sepultados los sacerdotes Javier Campos y Joaquín Mora en el atrio de la iglesia de Cerocahui, municipio de Urique, Chihuahua. Allí mismo, en el templo de San Francisco Javier, estos dos jesuitas, junto con el guía de turistas Pedro Palma, fueron asesinados el lunes 20 de junio por José Noriel Portillo Gil, alias “El Chueco”. El clamor

Y es que “El Chueco”, a pesar de contar con una orden de aprehensión desde 2018, se movía por la zona con toda libertad. Incluso, patrocinaba un equipo de beisbol. Claro: “después de niño ahogado, tapen el pozo.” Sedena desplegó mil soldados en Urique y la zona serrana de la Tarahumara; pero allí ya no está “El Chueco”. Seguramente huyó al “otro lado.” Además, ¿hasta cuándo durarán los militares en ese lugar? ¿Mientras pasa el vendaval? Lo cierto es que la presencia del crimen organizado allí ha sido constante. Tanto así que, uno de los jesuitas entrevistados por Joaquín López Dóriga en su programa de radio, decía que cuando se les pide a los niños de esa región dibujar algo que les sea familiar, ponen jeeps atiborrados de sicarios con rifles y metralletas.

El compañero y amigo de los prelados asesinados, el padre Javier Ávila pronunció una frase contundente: “Ya no alcanzan los abrazos para tantos balazos.” Y agregó: “Están rebasados los abrazos, entonces son inútiles. Nunca he practicado ni seguido esa política, voy por otro rumbo para conseguir la paz, ese no es el camino para conseguirla.”

Allí en Urique, el “Pato” Ávila pidió no olvidar a sus compañeros: “Aunque los sistemas le apuestan al olvido, nosotros le apostamos a la memoria porque como bellamente dice Mario Benedetti: el olvido está lleno de memoria.” También pidió al presidente Andrés Manuel López Obrador cambiar la estrategia de seguridad en el país. (Vanguardia de Veracruz, 23/06/2022).

López Obrador había adelantado la respuesta: “No vamos a cambiar de estrategia de seguridad, que sigan con su campaña de desprestigio, atacándonos con su prensa vendida o alquilada, porque sólo si el pueblo, en un proceso electoral decide que hay que cambiar y llega un gobierno como los de antes entonces sí cambiamos. Nosotros no llegamos aquí para seguir con lo mismo, no es más de lo mismo, somos completamente diferentes a (Carlos) Salinas, a (Ernesto) Zedillo, a (Felipe) Calderón, a (Vicente) Fox, a (Enrique) Peña Nieto.” (Forbes, 23/06/2022).

Pero, los números no mienten: en lo que va del sexenio de López Obrador se han registrado 123,364 homicidios dolosos. Durante el mismo lapso de tiempo en el gobierno de Enrique Peña Nieto hubo 74,737, y en el de Felipe Calderón 53,319.

Con todo y eso, López Obrador asegura que su estrategia de seguridad marcha bien: “Estoy absolutamente convencido que no se puede enfrentar la violencia con violencia. No bastan las medidas coercitivas; esa es una concepción conservadora y autoritaria.” Pero aquí está el error que comete López Obrador cuando dice: “no se puede enfrentar la violencia con violencia.” Confunde la violencia privada con el poder del Estado. Esto es sumamente grave dicho por un jefe de Estado quien debería saber que el poder del Estado es una fuerza legítima erigida para garantizar la paz (Thomas Hobbes) y así evitar que se regrese al estado de naturaleza, vale decir, la condición en la que priva la violencia privada, “la guerra de todos contra todos,” en ausencia de una autoridad constituida, de un poder común.

Esa no “es una concepción conservadora y autoritaria”; simplemente, es no saber para qué sirve el Estado. Dicho de otro modo: el poder público tiene la obligación de aplicar la ley. Dicho de otra manera: “La ley sin la fuerza para aplicarla es letra muerta.” Es más, cualquiera de los autores que se leen en la materia “Teoría Política” que se imparte en la carrera de Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública, que es la licenciatura que cursó en la UNAM, Andrés Manuel López Obrador, hace énfasis en la distinción entre violencia privada y poder político.

La obligación de todo profesionista y de todo funcionario público es la de estar actualizado en su campo. En lo que respecta a la lucha contra el crimen organizado los avances más notables se han dado porque ha habido “capacidad adaptativa” (Ronald A. Heifetz y Marty Linsky). La muestra la proporciona Leoluca Orlando, quien fue alcalde de Palermo y desarrollo una política pública imaginativa y exitosa para combatir a la mafia: no impuso unilateralmente una determinada estrategia de seguridad; por el contrario, escuchó a los diversos sectores de la sociedad siciliana. Es más, estableció una alianza con la sociedad civil de tal manera que fomentó la mutua confianza entre la policía y los ciudadanos. Así, la gente común y corriente perdió el temor de denunciar en dónde se escondían los mafiosos; se dieron golpes espectaculares contra los capos de la mafia y sus estructuras logísticas y financieras.

Los criminales perdieron la capacidad de iniciativa y, en cambio, las autoridades y la sociedad civil pasaron a la vanguardia; se impuso el Estado de derecho sobre la ley de la jungla.

Empecinarse en mantener la estrategia de “abrazos y no balazos”, únicamente favorece a los delincuentes. Se prefiere la terquedad a la impartición de justicia. Hiede a complicidad.

Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar, sacerdotes jesuitas

Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar, sacerdotes jesuitas

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