
A la escandalosa historia de los mundialistas brasileños dada a conocer ayer, habría que agregarle casos tan o más sonados en la historia del futbol internacional, de jugadores que fueron incluso más famosos por sus escándalos que por su propios atributos futboleros.
George Best. El "quinto Beatle" fue tan famoso en el campo de juego por sus genialidades como fuera por sus tremendas parrandas y borracheras. El norirlandés se empeñó en aparecer públicamente en estado inconveniente en diversas oportunidades y su relación con el alcohol, aunque comenzó cuando era futbolista, lo siguió hasta el fin de sus días.
Sus malos hábitos y amoríos le valieron ser carne de cañón de los tabloides británicos que llegaron a contratar a reporteros que eran capaces de invitarle unos tragos a Best justo cuando había anunciado su decisión de alejarse del vicio. En realidad Best no pudo nunca jugar un Mundial ni tampoco evitar una borrachera.
René Houseman. Campeón del Mundo en Argentina 1978 y mundialista cuatro años antes, para muchos ha sido el más grande genio en la historia del futbol argentino, pero su incapacidad para llevar una vida deportivamente correcta le llevaron a apagar su luz en el campo de juego de manera prematura. Miles de anécdotas se cuentan de sus escapadas de las concentraciones de sus equipos y del penoso estado con el que llegó a jugar varios partidos, en los que pese a ello, dejaba huella.
Diego Armando Maradona. Aunque para casi todo el mundo ha sido muy famosa la historia del astro argentino ligado a las drogas, sus suspensiones por haber dado dopaje positivo cuando jugaba para el Sevilla y luego con el Nápoles y en plena Copa Mundial de Estados Unidos en 1994, la verdad es que la historia del alcoholismo de Maradona serviría para escribir prácticamente un libro completo.
Sus famosas trasnochadas en los antros más famosos de Argentina, Italia y España y su predilección por las bebidas espirituosas, fueron el inicio de los excesos en los que cayó y que mermaron sustancialmente lo que pudo haber sido, sin discusión, la trayectoria más importante en la historia del futbol, incluso, ya sin discusión, por encima de Pelé.
Manuel Manzo. Ningún caso en México ha sido tan conocido como el del talentosísimo Manuel Manzo, volante que en su momento era considerado como el mejor futbolista mexicano pero al cual, los excesos le mermaron sus grandes condiciones.
Aunque tarde para rescatar su carrera, Manzo supo ganarle la batalla al alcohol y lleva años ayudando a otros jóvenes a combatir adicciones.
Ariel Ortega. El genial Burrito Ortega tuvo que volver de Europa pues pese a su gran talento, su disipada vida nocturna y sus costumbres poco profesionales fueron causándole conflictos con sus entrenadores y notables bajas de juego. Pero al volver a Argentina su mal empeoró.
Ya es público su alcoholismo, y pese a que se dice controlado, sus faltas a los entrenamientos, antes en Newells Old Boys, y ahora en River Plate son habituales. El partido contra la bebida, el Burro lo está perdiendo por goleada.
Sebastián González. Su adicción por las discotecas y antros, sus trasnochadas y las lesiones fantasmas con las que eludía algún entrenamiento fueron mermando su crédito en el Atlante, en donde al menos metía los goles suficientes para convertir ese vicio en simple anécdota.
Pero el cuerpo pasa factura y cuando Chamagol empezó a perder la puntería ante el marco rival todos sabían que detrás de esas fallas había un comportamiento poco profesional que lo llevó de ser el jugador de moda en el futbol mexicano a un refuerzo "de lujo" para el modestísimo Olimpo de Bahía Blanca de la Primera División Argentina, en donde esperan que la sequía del andino no sea de goles sino de copas.
Más chilenos briagos. Tras empatar a cero goles en un triste partido frente a México, en Puerto Ordaz, en la Copa América de Venezuela 2007 seleccionados chilenos, Reinaldo Navia, Jorge Vargas, Javier Valdivia, Pablo Contreras, Álvaro Ormeño y Rodrigo Tello fueron sorprendidos regresando muy temprano al hotel evidentemente borrachos.
El penoso asunto se transformó en un escándalo que acabó con la renuncia del entrenador y un castigo de 20 partidos internacionales para cada uno de los infractores.
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