Deportes

¿Jerry Jones se tragará sus palabras tres décadas después?

Y pensar que a casi 30 años de distancia Jerry Jones quizá se trague sus palabras; si, esas que un día interrumpieron lo que pudo ser un equipo de época, el de aquellos Vaqueros de Dallas de inicios de los 90 que, sin dudar, era imparables, y que sólo podían ser retados en ese momento por los 49ers de San Francisco.

Jimmy Johnson y Jerry Jones

Jimmy Johnson y Jerry Jones

Pero ¿a qué viene lo anterior?, pues sin más a lo que todos vimos que sucedió en el palco del dueño de los Vaqueros la mañana del domingo cuando de la nada apareció al lado de Jones un muy sonriente Jimmy Johnson, si, el mismo que al inicio de la década de los 90 conformó un trabuco que ganó dos Super Bowl de manera consecutiva (ediciones 27 y 28).

De acuerdo a lo que se dijo y se vio, Jones y Johnson se encontraron antes del encuentro entre los Vaqueros y las Panteras de Carolina en el llamado “Palacio de Cristal”, el AT&T Stadium, y pues de la charla, el dueño del equipo texano decidió invitar al ex entrenador a presenciar el encuentro desde el palco.

La pregunta natural es ¿Acaso este encuentro e invitación a un lugar donde, por lo regular, sólo están Jerry y su hijo Stephen, podría significar algo más allá de un cordial saludo? Pues si nos ponemos a especular podríamos señalar que si.

La realidad es que desde hace tiempo, y más aún esta temporada, ese cuento de que los Vaqueros tienen calibre de Super Bowl sólo se lo cree Jerry Jones, porque quizá ni su mismo hijo, Stephen le compra tal ilusión.

Lee también

Pareciera que el mismo Jones juega a no ver la realidad de su equipo sin punch para los momentos realmente importantes, y sin embargo, cuando es cuestionado sobre ese asunto, señala que sólo son tropiezos pero que sus Vaqueros tienen todo para llegar la Super Bowl.

Cuando fueron vapuleados por los 49ers, al día siguiente Jones salió en defensa de su franquicia y sus jugadores al declarar que ciertamente habían enfrentado a un buen equipo y que los suyos no habían salido en su mejor momento.

Y ciertamente, a la semana siguiente Dallas aplastó a su rival (hay que decirlo, un equipo de esos de récord perdedor y que andan sufriendo en esta temporada). Tras el resultado, Jones volvió a señalar que sus Vaqueros estaban para cosas grandes, y lo peor de todo es que muchos lo creyeron y lo siguen creyendo aún ahora.

Pero si somos honestos y checamos los rivales a los que Dallas ha ganado, no hay un sólo equipo con récord ganador. Las siete victorias que acumula el conjunto de la Estrella Solitaria son ante escuadras que pocos juegos han ganado. Es entonces que ese argumento de que los Vaqueros tienen calibre de Super Bowl se va por la borda.

Por esa razón, no hay que engañarse, y aunque el mismo Jones trate de defender o esconder una realidad, esta es clara. Por tal motivo, la visita de Jimmy Johnson al palco de los Jones este domingo, bien podría significar el reecuentro de dos mandos que juntos hicieron temblar a la Liga hace casi 30 años.

Es cierto, el perfil de Johnson, dada su edad e inactividad como coach, ya no es como para ofrecerle el cargo de entrenador en jefe, pero si otro rol que desde siempre ha sido la piedra en el zapato de los Jones: la carencia de un gerente general de verdad, y no uno que ve al equipo como su juguete y lo maneja con la inercia de sus caprichos.

No podemos olvidar que a la fecha Jerry y quizá su hijo, tienen la última palabra dentro del equipo, eso incluye contrataciones y peor aún reclutamiento del talento colegial, una tarea que debe ser cubierta por un especialista, es decir por un gerente general, un cargo que Jones jamás ha querido instaurar dentro de su organización, pues él y sólo él tiene el poder absoluto para decidirlo todo.

Si pensamos de manera lógica, Johnson encajaría de maravilla en ese puesto, pues no olvidemos que en ese periodo dorado de los Vaqueros, Johnson fungía como entrenador y gerente general sin título; su habilidad y visión permitieron la construcción de aquel gran equipo, hasta que un día, la torpe lengua de Jones señaló que aquel equipo era tan bueno que cualquiera, si cualquiera, al frente del equipo podría hacerlo campeón. Dichas palabras calaron tanto en Johnson que decidió marcharse de la organización.

A Jerry poco le importó y en efecto, trajo a su amigo Barry Switzer y si, como dijo Jones “cualquiera podía hacer campeones a esos Vaqueros”. Con Switzer al frente, que no es lo mismo que al mando, ganó el Super Bowl 30, pero porque ese equipo estaba más que aceitado y embalado. Después de esa temporada, la de 1995, no volvieron a figurar en el mapa de los contendientes.

Jones siguió fiel a sus convicciones y sólo en un momento pareció razonar cuando contrató a Bill Parcells, a quien sacó del retiro, para que se hiciera cargo del equipo tanto en el campo como en la oficina. Con Parcells los cambios fueron notorios, no en vano fue quien llevó a Tony Romo a la organización al verle algo que los demás scouts no distinguieron. Romo ha sido el último mariscal de campo competente que han tenido desde Roger Staubach, Danny White y Troy Aikman (conste que no los comparo, porque estos tres eran muy superiores al mismo Romo).

Sin embargo, como era de esperarse, el pueblo era muy pequeño para que dos egos como el de Jones y Parcells pudieran coexistir. Parcells se fue. Obvio, el dueño es el dueño.

Por esa razón, y tras ver la misteriosa reunión de Johnson con los Jones en el palco de honor, podría apuntar que Jerry quizá se ha dado cuenta de que requiere de alguien que si sepa cómo armar un equipo y no sólo a base de abrir la cartera, sino con conocimiento del talento y potencial de los jugadores.

En realidad no lo sabemos, sólo lo imaginamos, pero de ser una realidad, Johnson podría darle un toque de enorme calidad al equipo a nivel de oficina, de decisiones, de planeación, algo de lo que claramente carecen los Jones. En fin, sólo el tiempo lo dirá.