Escenario

‘Un Actor Malo’, las turbias aguas de un presunto abuso sexual

CORTE Y QUEDA. Jorge Cuchi, después del éxito de su ópera prima, ‘50 o Dos Ballenas se encuentran en la Playa’, regresa con una cinta tan interesante como polémica

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Fotograma del filme.

Fotograma del filme.

Especial

El abuso sexual dentro del mundo del cine ha sido un tema recurrente en tiempos recientes debido a movimientos como el revelador #MeToo a la par de la valentía que muchas víctimas han tenido para poder abordar abiertamente ese problema tan delicado en una sociedad que no está preparada para afrontarlo. Casos como el de Harvey Weinstein, Jeffrey Epstein y más han puesto el foco en que el respeto a la intimidad e integridad de una persona debe perseverar en todos los ámbitos sobre todo en el séptimo arte.

Jorge Cuchi, después del éxito de su ópera prima, 50 o Dos Ballenas se encuentran en la Playa, regresa con una cinta tan interesante como polémica en Un Actor Malo, sumergiéndose en las turbias aguas del presunto abuso sexual en medio de la filmación de una película en contra de su actriz protagonista, Sandra Navarro (Fiona Palomo), que acusa a su compañero Daniel Zavala (Alfonso Dosal) de violarla durante la grabación de una escena de cama.

Ante esta premisa, Cuchi desarrolla su dramaturgia en la contención de un set de filmación en la que va construyendo paso a paso la tensión vivida por el grupo que rodea a los involucrados. Por un lado, a Sandra la secundan una asistente de dirección empática que busca se genere la denuncia conforme a ley, mientras que por el otro tenemos a una ayudante de producción con ideas más radicales cuya primera expresión resulta en repudio hacia el actor señalado.

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Esos contrastes no terminan ahí, pues la tensión crece en el set gracias a las conversaciones y posturas que cada uno de los externos al caso van tomando, mientras el tiempo pasa. Gerardo Trejoluna y su rol como director del largometraje muestra la cara de la duda ante estas situaciones y la falta de concientización para afrontar este tipo de dilemas en producciones de este tipo. Asimismo, las posturas que los dos abogados involucrados en la acusación muestran dan una breve pero contundente disyuntiva acerca de la cuestión de género detrás de estos severos problemas.

A nivel argumental, Cuchi crea un microuniverso lleno de tensión contenida, casi como una dramaturgia teatral que funciona no sólo al desarrollar un interesante suspenso alrededor de sus protagonistas al sembrar la duda y el choque de posturas entre los involucrados, creando a su vez un crudo reflejo de una sociedad que no está preparada para afrontar estos temas tan delicados, jugando con esa problemática de buena forma en sus dos primeros actos.

Otro aspecto destacado del filme recae en la ausencia de una partitura que acompañe los hechos, recayendo por completo en los actores el transmitir las emociones de forma directa. Junto a ello está también una fotografía que usa planos cerrados para transmitir esa intimidad que va acorde a lo contenido de la historia, misma que ocurre solamente en el set de grabación siendo este un motel que funciona como gran remate para la difícil circunstancia vivida por los actores de un relato que roza la metaficción gracias a esa cercanía y apego a varias historias de denuncias que bien podrían servir de inspiración indirecta para el proyecto.

Asimismo, la dirección actoral de Cuchi resalta en el trabajo que ofrecen sus dos protagonistas, Fiona Palomo y Alfonso Dosal. Mientras que Fiona dota de fragilidad (alternada con fortaleza) a Sandra durante todo el duro proceso que va viviendo en un solo día, Alfonso Dosal muestra una cara pocas veces vista en su carrera, al crear con Daniel a un descarado y cínico actor que parece desprenderse de sí mismo ante la acusación de su compañera, detonando en una revelación explosiva para dar pie a un último acto de locura, mismo en donde Cuchi pierde de vista lo positivo del relato para convertirlo en un espectáculo que generará una discusión fuerte sobre el destino del personaje y la forma en que se decide retratarlo hacia el final.

Es justo en esa parte donde Un Actor Malo revela sus lados más flacos al dejar de lado subtramas interesantes, como por ejemplo que un hombre defiende a la persona abusada y una mujer al presunto culpable, o la contraposición de posturas entre las dos compañeras de la producción, todo ello sin necesidad de caer en el ruidoso escándalo final donde la cinta pierde su oportunidad de continuar con la contención de un drama al más puro estilo de clásicos como 12 Hombres en Pugna (Lumet, 1957) o Éxito a Cualquier Precio (Foley, 1992), cuando Cuchi busca abarcar otros temas como la locura de las redes sociales y sus supuestas verdades, mismas que han sido fundamentales en estos tiempos para señalar - de buena o mala forma- a acosadores, e incluso la postura radical del feminismo, a quien le hace una apología donde lo exagera en su representación violenta y sedienta de venganza que raya en la victimización innecesaria del presunto culpable, perdiendo el foco del tema principal.

Afortunadamente, después de ese un tanto innecesario desahogo, Un Actor Malo termina recuperando el curso con su escena final y lo que acontece durante sus créditos finales, volviendo la atención al corazón de la historia que es el abuso sexual, las formas de encararlo y sus consecuencias en un relato de suspenso que apunta no hacia el espectador y el conocimiento de lo sucedido, sino al duro caos que puede suceder cuando un actor malo hace honor al mote.