Escenario

‘Araña sagrada’, verdades atroces disfrazadas de una gran dramatización

CORTE Y QUEDA. El filme va más allá de un relato de asesinos seriales, ofreciendo un análisis de caso de auténtico miedo acerca del impacto social que ello puede tener 

Fotograma de 'Araña sagrada'.

Fotograma de 'Araña sagrada'.

CORTESIA

En el 2001, en el pueblo sagrado de Mashhad en Irán, fue detenido un hombre llamado Saeed Hanaei, veterano de guerra que salió a las calles para evitar que su país cayera ante las impurezas morales que aquejaban al mundo. En su mente creía estar cumpliendo un mandato de Dios que le permitió acercarse a las prostitutas que trabajaban en las oscuras calles de esta localidad. Con esta firme visión de rectitud acerca de la impartición de justicia divina bajo su propia mano, cometió el asesinato de 16 trabajadoras sexuales.

Basándose en este relato de la vida real, el realizador nacido en Teherán, Ali Abbasi, hace no sólo un recuento de los atroces actos de este criminal conocido como ‘El Asesino de Arañas’, sino que ahonda en la gravedad de las problemáticas sociales que rigen a un país como Irán en el que, detrás del velo de la religión, se esconde un sistema machista que justifica el trato denigrante hacia las mujeres, pero sobre todo, de un mundo violento que justifica los actos más deleznables permitiendo la repetición de los mismos en lugar de cambiar los esquemas claramente fallidos.

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Fotograma del filme.

En Araña Sagrada (2022), Abbasi toma este aparentemente problema local de una nación para lanzar críticas interesantes acerca de lo que hemos hecho en el mundo para acabar con estos patrones tóxicos que permiten no sólo la inequidad en el trato a las mujeres, sino acerca de un problema más grande como es la misoginia y la violencia de género, criterios que van más allá de las fronteras de Irán o del caso mismo de Saeed. El guion, escrito por él con la ayuda de Afshin Kamran Bahrami y la supervisión de Jonas Wagner, va mas allá de un relato de asesinos seriales, ofreciendo un análisis de caso de auténtico miedo acerca del impacto social que ello puede tener así como las delgadas líneas morales que cruza el fanatismo religioso y las estructuras patriarcales que, muy peligrosamente, pueden perdurar hasta crear monstruos impensables.

Si bien la cinta se centra en este caso, en realidad cuenta la historia a través de la mirada de una reportera, Rahimi (Zar Amir-Ebrahimi), que va tras la pista de este asesino de prostitutas, enfrentando cualquier clase de negativas, evasiones y peligros que conlleva ser una mujer en Irán. Mientras más se sumerge en este mundo oscuro para dar con este mesiánico asesino, la periodista se dará cuenta que hacer justicia a las víctimas de este criminal no será tan fácil como esperaba. Batallando contra el sistema, el relato va revelando esos recovecos que van convirtiendo al demencial villano en un héroe, ya sea por la prensa, la mano endeble de las autoridades o el mismo pueblo, que descarta los atroces actos como justicia divina.

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No es la primera vez que la ‘Araña Sagrada’ ha sido llevada al cine. Anteriormente, en el 2003, el documental de Maziar Bahari, An Along Came a Spider, mostraba los testimonios de varias partes involucradas en el caso, incluyendo al mismo Saeed. Por otra parte, la ficción iraní Killer Spider (2020) de Ebrahim Irajzad, se enfocaba solamente en la historia de Saeed, sus traumas y motivaciones que lo llevaron a convertirse en ese asesino, causando opiniones divididas. Es hasta este relato de Abbasi donde el abanico se expande hacia las visiones de todos usando una ficcional narrativa que nos brinda las diversas miradas alrededor de este duro caso.

Si bien Rahimi es la guía, también podemos apreciar la contrastante locura que va en aumento por parte de Saeed, la reacción de su familia al respecto de su culpabilidad, así como las consecuencias de sus actos. Esto enriquece la narrativa del relato que esquiva por completo el sensacionalismo de un suspenso básico o la exploración de sus actos, amparándose no sólo en su protagonista que siempre cuestiona los retos a los que se enfrenta sino a un problema que Abbasi y compañía decidieron ahondar de manera general, dándole ese dato terrorífico de realidad no sólo a lo sucedido con Saeed sino a la violencia en contra de las mujeres que, durante los últimos 30 años, ha tenido más de un asesino en serie. 

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Ese miedo real se expresa en la fotografía del filme, que captura el peligro de la noche para las sexoservidoras, así como en los colores amarillos que persiguen a Saeed o a Rahimi cuando se enfrentan a situaciones delicadas. Ni que decir de ese momento de tensión en que ambos se encuentran por primera vez, frente a frente. La música de Martin Dirkov, colaborador de cabecera de Abbasi, transmite la tensión necesaria durante las dos horas de esta dramatización intensa que llega a una conclusión bastante amenazante como desesperanzadora que nos orilla a plantear ciertas reflexiones no sólo acerca del sistema patriarcal justificado por todo tipo de ideologías, sino de qué tanto está en nuestras manos que eso siga perdurando.

Gran parte de que Araña Sagrada funcione recae no solo en un guion bien estructurado sino en la fuerza que ambos protagonistas tienen en la pantalla. En Mehdi Bajestani recae el infame Saeed, que a los pocos minutos conocemos como el asesino. En él, vemos una deconstrucción de este obrero, casado, con hijos. Pero poco a poco, la poca sanidad que le queda se va perdiendo ante la idea purificadora de la suciedad de su pueblo. Es ahí que, poco a poco, va encontrando un camino hacia una locura misógina que parece incongruente ante su vida real, logrando el desprecio de unos pero la admiración de otros, como su hijo adolescente.

‘Araña sagrada’, verdades atroces disfrazadas de una gran dramatización Video

No, Araña Sagrada no es un filme sencillo de ver pues trae consigo verdades atroces disfrazadas de una gran dramatización sumada al factor narrativo del suspenso para alejarse del típico testimonial. Su naturaleza es problemática porque confronta al espectador ante temas que aún resultan incómodos, siendo bastante directa en su postura y mensajes. Abbasi expone sin temor una difícil realidad, misma que le ha costado ser acusado a él, su actriz protagonista y al proyecto en Irán de ser una blasfemia, una obscenidad desvergonzada. A pesar de ello, cumple su cometido de señalar estos temas en tiempos donde es pertinente hablar de estas estructuras y la reconstrucción de las mismas.