Escenario

‘Baghead: Contacto con la muerte’: Más gracia que miedo

CORTE Y QUEDA. Dirigido por Alberto Corredor y escrito por el irlandés Lorcan Reilly llegó a las salas de cine este proyecto de terror que no cumple expectativas

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Fotograma del filme.

Fotograma del filme.

Cortesía

Hay cortometrajes que funcionan de maravilla gracias a su corta duración y una historia concisa que basta para generar el drama, suspenso o terror correspondiente. Tal era el caso de Baghead, proyecto de 15 minutos de duración dirigido por Alberto Corredor y escrito por el irlandés Lorcan Reilly, quienes crearon una criatura capaz de conectar con la muerte, otorgándole la capacidad de volver a hablar con alguien muerto por no más de dos minutos, ya que esto traería consecuencias funestas.

Buscando revivir el éxito de este proyecto, Corredor y compañía encontraron la oportunidad de alargar el relato y hacer un largometraje al respecto. Pero Baghead: Contacto con la muerte, ópera prima de este realizador nacido en Inglaterra y formado en España, resiente la ausencia de su guionista original que conserve la esencia y el orden de aquel pequeño relato para frustrar toda buena intención de este largometraje.

La cinta sigue a Iris (Freya Allen) que, tras la muerte de su padre, descubre que ha heredado un antiguo bar en ruinas. Por ello, viaja a Berlín con su mejor amiga, para aceptar la propiedad. Pero este lugar conlleva una maldición ante la presencia de una criatura, Baghead, que permite contactar con tus seres queridos fallecidos. Sin embargo, todo comienza a salirse de control cuando las situaciones y reglas detrás de esta misteriosa presencia revelen un oscuro secreto.

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Las buenas intenciones de Corredor se desgastan en una trama enredada, sin sentido y que pierde toda buena intención de generar sustos o siquiera un atractivo suspenso. Y es que uno de los principales problemas de la historia recae en que poco a poco traiciona sus propias reglas por la mera conveniencia de alargar el relato, creando inconsistencias imperdonables además de excederse en vueltas de tuerca ilógicas que no ayudan a crear un sentido de amenaza o miedo.

Otro factor que no ayuda es la búsqueda constante del recurso del jump scare para tratar de generar sustos que nunca llegan, algo que es triste dada la buena labor en el diseño sonoro del filme, especialmente en las secuencias donde Baghead está involucrada y en las que el sótano logra ser el lugar con la mayor atmósfera de la historia.

El diseño de la criatura también es destacado así como su interpretación, la cual depende de una labor física por parte de Anne Müller así como de un interesante vestuario y maquillaje. Pero son los efectos digitales quienes juegan en contra de este monstruo así como la falta de una historia donde se pueda comprender no sólo el origen de su don sino la posible maldad o poder que puede alcanzar si no se siguen las reglas, aspectos que llegan tan tarde que se sienten ya forzados o sin utilidad para el suspenso buscado.

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Asimismo, hay aspectos de la fotografía que destacan, jugando de repente con paletas de colores azules y con la oscuridad del sótano, dándole cierta vida al lugar del que Baghead no debe salir jamás. Pero nada de esto es suficiente para que la historia logre ser balanceada, desperdiciando así a una criatura interesante con la mitología que le rodea para hacerlo un burdo ejercicio del montón que pierde toda fuerza, causando más gracia que miedo.

Aunque Freya Allen no es extraña a los elementos sobrenaturales dado su rol en la serie de Netflix, The Witcher, su papel como la joven descarriada que no tiene contacto con su padre ni dinero para sobrevivir tiene numerosos problemas de desarrollo que demeritan también a la joven protagonista. De repente, sus motivaciones no son del todo claras o lógicas y las decisiones que toma están mayormente mal justificadas, cayendo en el cliché de hacer exactamente lo contrario a lo que uno debiera para salir airoso de una situación como la que vive.

Pero es la subtrama que involucra a Nell, interpretado por Jeremy Irvine, un joven que no puede superar la muerte de su esposa, la que termina matando toda buena intención. El papel sobra y el supuesto dolor que tiene para recurrir a la criatura después se convierte en un diálogo digno de risa y un rol que simplemente acaba por ser el clavo en el ataúd de un relato mal contado que da severos trompicones para completar la hora y media de duración que por ratos se vuelve insufrible o simplemente estúpida.

Así, con Baghead: Contacto con la muerte bien se puede retomar aquella frase de que el diablo se encuentra en los detalles, mismos que aquí son metidos con calzador, rompiendo mucho de la esencia del cortometraje original para crear una cinta de horror fallida donde, a pesar de un prometedor inicio, todo se ve condenado a la muerte eterna y ni la misma Baghead puede regresarlo a la vida, demostrando nuevamente que, a veces, las historias cortas funcionan mejor.