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Berlinale: ¡Más ciencia ficción! ‘Spaceman’ o Adam Sandler en el espacio

COBERTURA. El filme de Johan Renck, una heredera simple del simple cine de Nolan y Villeneuve, se presentó fuera de competencia en el festival de cine

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Fotograma del filme.

Fotograma del filme.

Especial

Como se ha comentado ya en este espacio, si la generación de escritores a la que perteneció Julio Verne uso la técnica para soñar, la generación siguiente se aproximó a esta con recelo. A ambos lados del Telón de acero, la ciencia ficción se estableció como uno de los géneros más trascendentes para expresar y entender las preocupaciones de su tiempo. Luego, tras el fin de la Guerra fría, este cayó en relativo desuso, constreñido a representar las fantasías bélicas y demás intereses empresariales del estudio en turno (entre las excepciones, tal vez, Starship Trooper, EU-1998, de Verhoen).

En esta ocasión asistí a una presentación de la nueva película protagonizada por Adam Sandler. Producida por Netflix, ese apelativo es el más correcto para referirse a Spaceman (Renck, EU, 2024), primera obra de su director, que antes había dirigido un episodio de la serie Chernobyl. Digo que es la mejor forma de referirse a esta pues así lo hace toda su publicidad. La más reciente película “seria” de Adam Sandler, ahora en el papel de un astronauta solitario, a quien lo acompaña un reparto “estelar”: Carey Mulligan como su esposa, Isabella Rosellini como la jefa de la misión, Paul Dano como la voz del monstruo en turno y Kunal Nayvar (el indio de The Big Bang Theory) como el contacto en tierra de la misión.

Va de que Sandler, en el personaje de Jakub, el solitario comandante de una misión espacial a Júpiter, tras seis meses en el espacio, empieza a extrañar a su esposa y a tener dudas sobre su matrimonio. La misión tiene por objetivo explorar una nube espacial hecha de partículas desconocidas. La nave, que ya se cae a pedazos, más la carga ideológica de estar separado de su esposa embaraza, provocan el colapso emocional de Sandler.

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Fotograma del filme.

Devastado, incapaz de dormir, una araña aparece en su habitación. La presencia del monstruo en la nave es un lugar común del cine de ciencia ficción, especialmente en su forma moderna a partir de Alien (Scott, Reino Unido-EU, 1979), pero que ha encontrado representaciones actuales, por ejemplo, en Life (Espinosa, EU, 2017). Spaceman juega un rato con la araña como amenaza, pero pronto se decanta por otro camino. Resulta que este ser no sólo es inteligente y sensible, sino que tiene también el poder de explorar la mente humana y develar sus secretos en la forma de recuerdos (o de flashbacks, para fines cinematográficos).

En este punto es imposible no recordar el clásico soviético del género – y del cine en general –, Solaris (Tarkovsky, U. R. S. S., 1972), donde un astronauta llega a un planeta cuyas aguas tienen la capacidad de hacer reales los deseos y miedos más profundos. A partir de esta obligada comparación, a la que Spaceman nos obliga, es imposible no recaer en el aspecto visual. Donde Solaris busca la verosimilitud y trabajar a partir de la composición, el montaje y el blocking, los aspectos poéticos de su estética; Spaceman, por su lado, sigue al pie de la letra el modo Netflix de filmar. Llena de primeros y medios planos, despreocupada de la mise-en-scène, permanente la presencia de filtros amarillos y opacos, insistente en diferenciar de las maneras más obvias los sueños de la realidad (¿no se supone que pretende lo contrario?), incapaz de escapar de un montaje efectista; es, en su estilo, inconfundible de cualquier otra producción de la compañía estadounidense.

¿Cuáles son las preocupaciones a las que apela Spaceman? ¿Qué toma de la herencia de la ciencia ficción que le precede? Pues, más allá de ambientarse en una nave espacial, nada nos habla ni de los riesgos de la técnica (que, al final, es sospecha del hombre que la opera) ni de la naturaleza del hombre (y la mujer). Sus intentos por lograr esto último se diluyen en frases y reflexiones que no trascienden la especificidad del personaje de Sandler. Además de excesivamente rosas, líneas como “la soledad viene de ti mismo” apelan más al lugar común, a la solución del guion simplón, que a las reflexiones metafísicas de su contraparte soviética y hasta de la otra gran obra del género, 2001: A Space Odyssey (Kubrick, EU, 1968).

Spaceman es una heredera simple del simple cine de Nolan y Villeneuve.

@deme_flores