Escenario

César Díaz: “‘Nuestras madres’ es para las mujeres que luchan por la verdad”

ENTREVISTA. El cineasta guatemalteco César Díaz estrena en México su más reciente filme el cual ganó la Cámara de Oro de Cannes a la Mejor Ópera Prima en el 2019

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Imagen del filme Nuestras madres, protagonizada por el mexicano Armando Espitia.

Imagen del filme Nuestras madres, protagonizada por el mexicano Armando Espitia.

CORTESIA

Nuestras madres, cinta guatemalteca dirigida por César Díaz se estrena en México tras haber sido parte de la Muestra de Talento Emergente de la Cineteca Nacional, para presentarnos el drama de aquellos buscan a sus familiares desaparecidos durante la dictadura de José Efraín Ríos Montt, mostrando los horrores vividos por los desprotegidos ante la brutalidad de una mano dura militar que imponía su visión ante todo.

Ante el estreno de la cinta, en Crónica Escenario tuvimos una charla con el realizador quien nos habla del proceso creativo y emocional que fue el realizar este trabajo.

César, un tema duro, un tema complicado el de Nuestras madres y que lo abordas desde una perspectiva más compleja, más dolorosa, de lo que a simple vista nos estas narrando al inicio. ¿Cómo es que te llama la atención el tema de los desaparecidos en Guatemala?

Pues porque lo vivo día a día, al ser mi padre un desaparecido político, es un tema que conozco y que he atravesado a lo largo de toda mi existencia. Me toca de muy cerca y eso es lo que les permite nutrir o construir el personaje de Ernesto, el de Armando Espítia, de una manera justa, de una manera precisa y de una manera compleja y no sólo crear arquetipos de lo que debería ser, sino de construirlo con anécdotas, historias, pasados, sensaciones que le comentaba a Armando. Es un tema que me toca de cerca y al mismo tiempo yo no quería hacer una obra autobiográfica, creo eso no tiene sentido, quería sólo utilizar este sentimiento que conozco para transformarlo en otra cosa, en una narrativa de ficción.

Regularmente se habla de los desaparecidos de Argentina, en Chile, de Sudamérica pero hablar de desaparecidos en Centroamérica parece todavía un tema vedado para muchas personas. ¿Qué tan importante es para ti recordar que este tema está presente y que es una herida que aún no sana?

Es esencial porque creo es una deuda que tenemos local e internacionalmente, las dictaduras argentinas, las chilenas, las conocemos muy bien, se han hecho películas, novelas, obras de teatro, tenemos un imaginario colectivo, tú dices “Operación Cóndor” y todos saben que es pero en este país hay un plan muy parecido, llamado “Plan Victoria 82” y nadie sabe que es. Es una manera de poner sobre la mesa este tema, porque hay muchas familias esperando, hay muchas familias que siguen sufriendo y muchas familias que siguen esperando justicia, entonces, el no cansarnos, el seguir siendo tercos con este tema me parece esencial. Más allá de las heridas individuales creo que colectivamente, como país, no vamos a sanar si no logramos ir a estos pequeños formatos y sanar individualmente.

Algo llama mi atención porque aparece recurrentemente en los trabajos sobre desaparecidos en Guatemala, es el juicio a José Efraín Ríos Montt, el cual aparece en tu película de fondo. Creo que muchos no entendemos la importancia que tuvo, pero que al verlo en tantos trabajos nos da la intención de que a ustedes los marca profundamente.

Nos marca de una manera brutal. Te contaré una anécdota para que veas lo que es: Ríos Montt, que es este dictador al que se juzgó, durante mi infancia, antes de que me fuera a México exiliado... recuerdo que los domingos en la mañana había una cadena nacional donde él tomaba la radio y la televisión y, como si fueran prédicas religiosas, amenazaba a la gente, le preguntaba a las madres si sabían dónde estaban sus hijos. Días antes de la visita del Papa a Guatemala, habían detenido a unas personas por robo y él las condenó a muerte, televisó la ejecución, incluso el Papa le pidió que las perdonara y él no accedió, las ejecutó en directo por la televisión y días después lo recibió en el aeropuerto.

Ese es nuestro imaginario, ese es el monstruo que tenemos aquí, entonces en el momento que hubo el juicio tuvimos una pequeña esperanza de justicia, fue chiquitita, pero para mí fue algo impresionante, la decepción que vino después fue aún más fuerte. Una vez que se le condenó, y me acuerdo perfectamente fue un 10 de mayo, ese día el país estaba en fiesta, decíamos que la justicia iba a llegar, que era el primer paso para seguir adelante, días después, la Corte Constitucional de Guatemala lo libera y muere como un hombre libre en su casa. Lo que significó fue muy entrañable y al mismo tiempo doloroso, fue una dosis de realidad de lo que tú quieres y como tu país te vuelve a repetir una y otra vez que la impunidad y la falta de justicia están ahí.

Uno de los momentos más fuertes de la película es cuando el personaje de Armando Espítia enfrenta a los pobladores buscando los restos, estamos viendo el choque entre las generaciones que tienen el recuerdo de los desaparecidos, pero que no tuvieron contacto con ellos realmente porque se los arrebataron muy pequeños y aquellos que han cargado toda la vida con la pérdida de un familiar. En Guatemala ¿cómo está la conciliación entre esos mundos que están buscando la misma verdad?

Es algo más profundo que eso incluso. El mundo urbano y el rural siempre han sido dicotómicos en el país, no se hablan, se menosprecian el uno al otro, es un diálogo pendiente que debe existir. Yo pensé cómo narrativamente y cómo a nivel sonoro ambos mundos se enfrentan, cómo están en conflicto permanente. En el fondo, creo que tenemos dos maneras de ver la vida y tenemos que encontrarnos en un lugar medio donde podamos decir “todos somos ciudadanos de éste espacio-tiempo y que compartimos una historia común”. Creo que poco a poco se han ido acercando, pero no es sólo en este tema en el cual chocamos. Chocamos en muchos otros temas. Esta es una arista de las muchas que hay alrededor. Para mí era interesante porque yo intento describir Guatemala y contar Guatemala, es justamente mostrar este choque entre lo urbano y lo rural, este último se ha sentido menospreciado porque somos los urbanos los que vamos y ponemos hidroeléctricas, minas, sacamos maderas, estamos explotando los recursos naturales.

Hay otra cosa importante, es la manera en que el personaje de Ernesto pasa de una búsqueda egoísta, al inicio lo que él hace en la fundación, a pesar de ser la búsqueda para otras personas, es una búsqueda suya, la de su padre, entonces creo que uno de los aprendizajes para él a través de la película es que lo suyo no es lo más importante, si así fuera sería un personaje mezquino, uno que al lograr su objetivo no va hacía la comunidad, él da algo más, por eso la última imagen de la película es esencial, permite entender como éste personaje una vez que ya encontró la verdad sobre su identidad y puede enterrar a su padre, puede dar algo al otro y por eso va y busca al marido de Nicolasa y puede devolver. Uno piensa que sus dolores son únicos e individuales, que sí lo son, pero se inscriben dentro de un dolor colectivo. Esta ida y vuelta entre lo colectivo y lo individual es lo que nos hace crecer como seres humanos.

Tienes unas decisiones visuales muy cercanas al documental, el inicio con Ernesto viendo los restos y sobre todo en la parte donde está entrevistando a los familiares, dónde estamos viendo estos rostros en pantalla que no narran nada con voz, pero que basta verlos para entenderlos, ¿qué te lleva dentro de esta ficción a decantarte por este estilo semidocumental?

Creo que tiene que ver con un lado con mi formación y lo que había hecho antes. Tiene que ver con el momento en que dialogas con la audiencia y puedes tener una ruptura de lenguaje con ella, entonces le puedes decir que esto que están viendo es real. Esta ficción es una ficción documentada, la persona que estás viendo es alguien que realmente sufrió; yo tenía una obsesión por traer esas víctimas a la ficción. En el guion, estas mujeres están dando su testimonio a Ernesto y volvían a decir la misma historia que Nicolasa le dice al inicio. Eso se filmó, existe, pero en la edición nos parecía que era redundante y llegaba a un pico de emoción que era difícil mantenerlo al final, y fuimos llegando a varias cosas. Así ellas llegaron a tener ese espacio y creo que es esencial porque el espectador se está contando su propia historia y cualquier cosa que yo hubiera podido decirles en ese momento no iba a ser tan grande como lo que el espectador se imagina del horror tiene enfrente. A mí me molestan las películas que te dicen lo que tienes que sentir, que emoción debes tener, es un momento en el que te dejo solo frente a la película, eres tú y tu imaginación enfrentándose a eso y genera un momento muy emotivo. También eran muy arriesgados estos saltos de lenguaje, pero era una manera de que la realidad invadiera la ficción y que estuviera enfrente siempre.

Algo que tienes presente toda la película son estos personajes femeninos fuertes, ¿qué te lleva a construirles de esta manera?

Yo fuí criado por mujeres fuertes y siempre me he entendido desde un lugar donde han tenido un papel fundamental en mi vida, era una manera de rendirles homenaje. Es curioso porque las cabezas de equipo del crew, en su gran mayoría, eran mujeres: la productora, la directora de fotografía, la directora de arte, la boom, de alguna manera yo me siento cómodo con ellas, las entiendo porque me han acompañado toda mi vida. Son el pilar de la sociedad guatemalteca, las que están buscando justicia hoy, son ellas; las que están queriendo contar la historia, son ellas; las que se plantan en las bases militares para buscar los cuerpos de sus familiares, son ellas. Nos están dando esta lección de valentía y tenacidad, para mí era importante rendirles homenaje porque son el motor, el pilar, lo que nos da un poco de cohesión social.

Para terminar, ¿para dónde vas?

Voy para un thriller en la Ciudad de México, se llama México 86, sobre los momentos antes del Mundial y el exilio guatemalteco en ese contexto y voy para una película guatemalteca con tres personajes, una única locación, se llama Fidelidad, un triángulo amoroso. Estamos trabajando en estas dos películas ahora.