Escenario

El clímax de la historia de Zahara resuena en los labios de “PUTA”

Tras lanzar Santa y Astronauta, la cantante española hurga en su pasado para utilizar a la música como catalizador emocional, cerrando con la triada musical que juega por los planos de lo celestial, estelar y terrenal

Entrevista

El polémico álbum fue publicado el pasado 30 de abril. Foto:

El polémico álbum fue publicado el pasado 30 de abril. Foto:

Cortesía

Pasó un mes y María no tenía ánimos de subir ni una foto a Instagram, ya no le veía mucho sentido al hábito predominante de exhibir la ‘perfección de la vida’, la estética y la diversión, porque consideraba que, para ese punto, su vida estaba “vacía”.

Sin embargo, tomó su guitarra acústica y dentro de una luminosa habitación blanca, se sentó en ese cómodo sofá grisáceo de cojines rojos y marrones, para —sin mucho glamour— disponerse a recuperar la inspiración, ese ímpeto por sentirse bien: así surgió Canciones Confinadas.

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No obstante, el reversionar esos temas ajenos no fue suficiente estímulo para que María se dispusiera a crear algo nuevo y liberar su creatividad.

“Justo llegó el confinamiento. Me deprimí, me quedé encerrada en casa y las canciones que empezaron a salir fruto de las sesiones de terapia con mi psicóloga y de lo que le contaba a Martí Perarnau, empezaron a hablar de mi historia”.

Entonces comenzó a gestarse el que se convertiría en el quinto material discográfico —y probablemente uno de los más importantes— en la trayectoria de su proyecto como Zahara.

“Ha sido el disco que más atención ha recibido por parte de los medios. Es la primera vez que estoy hablando con medios del otro lado del mundo, que siempre estamos aquí muy centrados y por fin, de alguna manera, poder comunicarme con vosotros para mí es un lujazo”, aseguró a Crónica Escenario, con entusiasmo.

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Pero para llegar a este punto, tuvo que superar sus propias expectativas respecto al disco con el que cerraría una ambiciosa triada musical compuesta por: Santa (2015), Astronauta (2018) —que deriva en una segunda parte a la que llamó Alienígena (2019)— y para el que solo contaba con la certeza del nombre: lo bautizaría PUTA.

“Hace dos años estaba con la gira de Astronauta y de repente comencé a visualizar este título; como el otro disco se llamaba Santa… luego Astronauta. Me parecía como un descenso del plano celestial pasando por el plano estelar hasta llegar al terrenal y consideré que 'PUTA' era un nombre que resumía aquello de lo que yo quería hablar sobre la historia de las mujeres. No quería hacer un disco personal u autobiográfico, sino un disco sobre la historia de la música y cómo las mujeres en la industria, siempre hemos estado relegadas al plano que han querido, no al que nosotras hemos elegido”.

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Pero los planes han debido cambiar y fue justamente Martí Perarnau —productor y amigo—, quien la incentiva a plasmar en papel todas aquellas cicatrices y algunas heridas aún abiertas, que se convirtieron en un material de 11 temas osados, incómodos y, sobre todo, honestos; llenos de la realidad que no solo María Zahara Gordillo Campos ha experimentado, sino de esa realidad que miles millones de mujeres han callado en todo el mundo. 

Un disco universal, repleto de bemoles empapados de indignación, resentimiento y hartazgo por la violencia, el abuso y el menosprecio hacia la mujer: “Fue un poco el detonante verme sumida en la tristeza. Empecé a hacerlo y ya no pude parar”.

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Y sin saberlo, a un mes que estallara la cuarentena en España, nació “RAMONA”, como la premonición de lo que iba a venir en la vida de Zahara… la separación, la mudanza, la custodia compartida de un varón que aún no entiende bajo qué contexto ha nacido ni por lo que ha pasado su madre, pero con la primicia de llegar a conocer quién es y de lo que ha sido capaz.

“Intenté verlo como proyectando mi yo pequeña. Y pensé que, si mi madre hubiese hecho público todas las cosas que le habían hecho daño y toda la maldad que había sufrido, pienso que sería un ejemplo maravilloso. Mi madre es un ejemplo brutal para mí, porque se metió en política cuando era muy joven y sufrió las agresiones que viven las personas que se dedican a eso, pero yo veía que a ella le daba igual porque estaba defendiendo lo que consideraba justo”.

“En ese sentido, creo que habrá un momento intermedio en el que mi hijo no entienda nada y dirá, ‘¿por qué mi madre ha puesto un insulto a un lado de su cara?, ¿por qué está diciendo estas cosas tan feas?’ Pero creo que eso va a ser un pequeño paso muy positivo”, sobre todo porque Zahara busca ofrecer y enseñar a su hijo, lo que encontró y aprendió gracias a este disco: empatía, solidaridad y compasión.

Esa misma compasión y empatía que sintió por Sansa Stark —uno de los personajes femeninos de la exitosa serie Game of Thrones— cuando, durante uno de los episodios reflexionó cuán parecida era a ella por “su silencio”, se identificó “con cómo se reprime y cómo su viaje personal se va haciendo cada vez más grande de una manera silenciosa”.

“Y en el momento en el que ella da las gracias por lo que ha pasado, porque ‘gracias a lo que ha vivido es la mujer que es; en ese instante algo me chocó y le digo como si la tuviese sentada a un lado en el sofá: ‘Tía, Sansa, nooo. ¿Cómo vas a dar las gracias a quienes te han violado y te han hecho tanto daño! Le vamos a dar las gracias a las personas buenas que están a nuestro lado”.

“Una cosa es que cuando superas un trauma o un abuso, te enfrentes a ello y eso está ¡way! Pero no eres una mejor persona gracias a eso, ¡eres mejor a pesar de eso!”, y es como aparece ante ella el recordatorio del fantasma del maltrato psicológico y la importancia de identificarlo, por ello decide llamar el tema como el personaje que lo inspiró, “SANSA”.

Pero en realidad fue “Flotante” de la que detonó prácticamente todo el material: “Cuando escribí la primera canción dentro del confinamiento, fue porque me sentía vacía y triste, pero no conseguí hacer nada. El momento determinante llega cuando me veo el documental de Taylor Swift, Miss Americana (2020), porque conecto con ella, empiezo a bailar y esa misma noche empecé a escribir”. Esta vez la magia había vuelto, pero no con las usuales letras melancólicas llenas de amor hacia la pareja, esta vez, era un amor distinto que iba a cambiarlo todo, el propio.

Un jueves por la noche, tras dejar a su hijo en casa de su ex pareja, Zahara llega a casa y aprovecha el tiempo a solas. Acompañada únicamente por una copa de vino, se dispone a escribir… así arranca con el clímax de su historia, desatando una catarsis fragmentada en temas como “MERICHANE”, “Canción de muerte y salvación”, “TAYLOR”, “Médula” o “DOLORES”: “Siento que empiezo, por fin, a hondar en algo que necesito, que es vital soltar para mí. A cada canción que termino me doy cuenta que la siguiente tiene que ir un paso más allá, que con cada tema no he terminado y es por eso que cada canción se vuelve un poco más dolorosa”.

Salvo “Berlín U5”, que funciona como descanso, justo a la mitad del álbum, para bailar y aligerar la carga contestataria de la producción; el resto de los temas fueron escritos en el orden en como aparecen en el material.

Sin prejuicios por ‘el qué dirán’, ni miedo alguno, Zahara decide continuar durante seis meses con la misma rutina hasta que finalmente el disco queda listo y ve la luz el 30 de abril, sorprendiendo al público y la crítica musical; convirtiéndose en una exclamación brutal que exige justicia y otorga perdón, que sana y aligera la carga que la sociedad deposita en la mujer; siendo a la vez, una invitación para que los hombres también sean responsables por su cultura, por su actuar y su ser.