Escenario

Epica en el Pepsi Center: Metal sinfónico sobre la trascendencia de la existencia

COBERTURA. La banda neerlandesa se presentó en el Pepsi Center con su disco ‘Omega’, uno de sus disco más reflexivos en torno a la espiritualidad y el ciclo de la vida desde su luz y oscuridad

música

Epica celebra más de 20 años de existencia con su disco Omega.

Epica celebra más de 20 años de existencia con su disco Omega.

Cortesía Germán García/Dilemma Entertainment

El guitarrista y fundador de la banda neerlandesa de metal sinfónico Mark Jansen compartió con Crónica Escenario días antes las inquietudes detrás de su nueva producción Omega: “El álbum es sumamente espiritual y retrata que de alguna forma todos nos desvanecemos hacia un punto de unificación definitiva, creo que hemos comenzado este proceso como revertir el big bang y al final también volvemos a un punto nuevo, es un ciclo de vida”, dijo.

La noche del 13 de mayo en su presentación en el Pepsi Center la banda tomó todo simbolismo de su discografía para compaginar con la propuesta conceptual de este álbum mostrándonos que la vida y la existencia está llena de todo tipo de emociones: de oscuridad y luz, pero con la exaltación casi heroica que la banda lleva en su nombre. Toda vida es épica de acuerdo a los ojos que la ven.

El inicio de su presentación se dio como en su disco, con el breve tema introductorio “Alpha - Anteludium”, con ese bello y dulce piano acompañando al sintetizador, que invita a más instrumentos a sumarse a la orquestación, mientras los gritos eufóricos del público dan la bienvenida a los integrantes que tomaron sus puestos con ese tema esplendoroso e inspirador que culmina entre coros para dar paso a la acción.

Sin dejar que el silencio llegue suena el sintetizador de Coen Janssen y la batería a toda velocidad de Ariën van Weesenbeek, para dar continuidad a su más reciente producción con la estridencia de “Abyss of time - Countdown to singularity”, que da inicio a esa marca de la casa de cantos entre el cielo y el infierno que provocan Mark Jansen con su endemoniado gutural y Simone Simons con su divino registro soprano.

“Reemplaza tus emociones más oscuras/Con pura divinidad/Enciende la llama en mí/Únete a tu luz interior/Deberíamos liberarnos de las sombras/Y la esclavitud de la noche”, reza la letra de este tema que incita a la esperanza desde una turbulencia eufórica de sonidos, los cuales parecen luchar durante toda la canción entre la luz y la oscuridad especialmente en ese momento del solo de guitarra que rompe de pronto con una propuesta magnánima musical, mientras en el público las cabelleras se agitan y los puños se alzan por todo lo alto.

Rob van der Loo (bajo), Isaac Delahaye (guitarra) y Coen Janssen (teclado y sintetizador), en una de las canciones.

Rob van der Loo (bajo), Isaac Delahaye (guitarra) y Coen Janssen (teclado y sintetizador), en una de las canciones.

Cortesía Germán García/Dilemma Entertainment

El siguiente tema no fue de su nuevo disco, pero sí es coherente con la apuesta de la banda de reflexionar con los enigmas de la existencia de Omega. Se trata de “Sensorium”, perteneciente a ese emblemático disco The phantom agony (2003), que consagró la voz de Simons hace dos décadas. Aquel disco cuya orquestación casi se elevaba a otra cosa que no era metal, de no ser por el poderío de la guitarra y gutural de Jansen o las pinceladas de la batería.

En esta línea espiritual que la banda propone, “Sensorium” no es ajena a la reflexión existencial pues su letra tiene una carga filosófica que reflexiona sobre el valor de las oportunidades, incluso desde el fracaso; sobre la valoración de los detalles menores frente a la ambición o la forma en que la creatividad viene de todo tipo de conocimiento o espiritualidad: “Ser consciente es un tormento/Mientras más aprendemos, menos obtenemos/ Cada respuesta trae una nueva pregunta/Una pregunta sin respuesta, un camino sin final”, dice la letra, mientras la voz diabólica de Jansen causa tensión previo al interludio coral: “No tengo miedo de morir/Tengo miedo de vivir sin tener tiempo”, cierra Simons.

“Muchas gracias por venir a vernos tocar, estamos muy contentos de ver sus rostros otra vez”, dijo Simone Simons para dar la bienvenida a sus fanáticos presentes, porque era el inicio del culto a la existencia. El tema siguiente fue “Victims of contingency” (The quantum enigma, 2014), una canción de groove metal con pinceladas dulces y un coro neoclásico que aborda a la vida misma como una eterna contingencia, cuya palabra es una metáfora que implica la propia conciencia de nuestros actos: “No podemos culpar todas nuestra fallas en alguien más (...) No podemos aprender de las decisiones en nuestras vidas/ Sin autorreflexión/ Nunca podremos huir de la contingencia”, canta Simons con su voz angelical.

Con la cantante en el centro del escenario con los brazos extendidos dio inicio el siguiente tema que regresa a Omega; se trata de “Freedom - The wolves within”, que si bien da un parón a la energía elevada que llevaba el concierto, da pie al lucimiento de Jansen en los riffs de la guitarra y hace que Simons muestra el lado más cálido de su voz, especialmente por el estribillo más pegajoso que contundente.

Si bien el público está expectante, en este tema le costó conectar. Lo cierto es que no podía faltar en la gira pues es la verdadera semilla del nuevo disco como lo ha contado Jansen: “La escribí cuando estaba de gira con la banda; recuerdo que nos encontrábamos en el escenario haciendo pruebas de sonido, yo tocaba la melodía que luego se convirtió en uno de los riffs de la canción, ese fue el punto de partida para Omega”.

Mark Jansen y su pareja Simone Simons.

Mark Jansen y su pareja Simone Simons.

Cortesía Germán García/Dilemma Entertainment

“Esta canción está basada en una vieja historia sobre una pelea entre dos lobos. Un sabio Cherokee está hablando de la vida con su nieto y le dice: ‘Hay una batalla dentro de mí entre dos lobos’. Un lobo es malvado y representa el enfado, la envidia, la pena, los remordimientos, la avaricia, la arrogancia, la culpa, el resentimiento, las mentiras, la inferioridad, el falso orgullo, la superioridad y el ego”, explicó el músico en una entrevista anterior.

“El otro lobo es bueno, representa el amor, la esperanza, serenidad, humildad, la generosidad, la benevolencia, la empatía, la verdad, la compasión y la fe. Todos tenemos la misma batalla dentro de nosotros y el resultado de esa batalla se refleja en el mundo exterior. El niño siente curiosidad y le pregunta a su abuelo que qué lobo termina ganando. ‘Aquel al que alimentas más’ le responde. Lo que queremos ser y lo que queremos proyectar en el mundo que nos rodea depende del lobo al que alimentemos y del grado de control que tengamos sobre nuestros lobos internos”, añadió en una explicación que vale la pena tener presente para el sentido de su música actual.

Durante la velada la banda también se alejó un poco de estas canciones con letras inspiradoras, pues también dieron muestra que la existencia tiene una poderosa carga de oscuridad y terror: “¿Cuál es una razón para la esperanza de naufragios y todos nuestros sueños que está dejando sin fin de acertijos para las masas?”, se pregunta Simons con dulzura y crueldad en la tensa letra de “Unchain utopia” (The quantum enigma, 2014), que habla sobre el poder y la opresión. En esta canción el bajista Rob van der Loo y el guitarrista Isaac Delahaye, se acercan a tocar juntos, mientras Simons recogió un ramo de flores del escenario.

Más aún, Epica continuó con una canción sobre la demencia y los amores enfermizos como lo es “The obsessive devotion” (The divine conspiracy, 2007), el cual tiene en los sintetizadores una influencia del medio oriente que le da un toque especial a esta canción sobre el lado oscuro del ser humano a través de los celos y la posesión. Veloz, trepidante y provocadora que invitó al público a gritar con el puño en alto mientras Simons agitaba su cabellera pelirroja de un lado a otro como un ángel en medio de un manicomio y Delahaye tomaba los guturales en el lugar de Jansen. Qué emocionante ese momento a mitad de la rola cuando Simone recita un fragmento entre la sensualidad y la locura, para dar paso al solo de guitarra que se acentúa con el sintetizador.

Del disco Requiem for the indifferent (2012), la banda incluyó en su setlist el tema “Storm the sorrow” cuya letra vuelve a buscar la esperanza, cuando menos el intento de ella a través de la reconciliación con uno mismo a través de la crítica: “Ningún momento debería echarse a perder, no es tan complicado/Eres libre de vivir tu vida a gusto sin más restricciones/No prestes atención a las sombras en el camino que intentan robar tu risa/Tu luz las alejará a todas, ten confianza”, dice el tema.

Coen Janssen, el tecladista, fue uno de los que más interactuó con el público.

Coen Janssen, el tecladista, fue uno de los que más interactuó con el público.

Cortesía Germán García/Dilemma Entertainment

De regreso a Omega, uno de los momentos de mayor lucimiento instrumental se dio con “Kingdom of Heaven Part 3 – The Antediluvian Universe” (el cual cierra la trilogía de temas bajo la temática “Kingdom of Heaven” que se viene dando desde el álbum Design your Universe), una pieza brutal y hermosa que da brillo especial al teclado de Coen Janssen, pero cuya complejidad está llena de detalles musicales desde un inicio que apela a la fantasía pasando por estrofas frívolas, agresivas y secas, que dan pie a momentos más luminosos. Una epopeya llena de atmósferas que tiene diferentes frecuencias de tensión y que encuentra algo de hermosura entre su orquestada tempestad.

“Hemos visitado México desde el inicio, sólo tenemos buenos recuerdos de aquí. Excelentes personas y exquisita comida. Los amo, pero no le digan a mi esposo”, dijo Simons para después dar inicio con “The skeleton key”, un sorpresivo tema del nuevo disco en cuya melodía hay tintes de terror y un aura fantasmagórica, casi onírica, que se vuelve en toda una revelación de su más reciente producción: “Somos dueños de la noche/es mejor que te escondas/Los susurros de un mentiroso maldiciéndome por dentro, mis pensamientos están en llamas”, dice y de nuevo el mensaje de esa mirada hacia el interior con un solo de guitarra trepidante y coros de niños: “Yo llevo mi propia llave maestra”, cierra Simons imponente.

Los coros no se fueron para la recta final del concierto. Más aún fueron más poderosos y contestatarios con la voz lírica de Simone en el clásico “Cry for the moon” (The phantom agony, 2003), que es acompañada primero a tono de sintetizadores melodiosos y luego al estruendo de la guitarra y la batería con un tema crítico contra el uso de la espiritualidad desde el lado religioso pues condena el abuso de niños por parte de los sacerdotes católicos. Sin duda uno de los grandes momentos de la noche y la más coreada por parte del público.

El concierto común terminó justo como en el disco. “Omega – Sovereign of the Sun Spheres”, cuyo inicio es digno de una banda sonora de un filme péplum. Un tema in crescendo, que tiene un tono más dramático que el significado espiritual de su letra pues esta apela a dejarse fluir con el cosmos, mientras Jansen eleva sus guturales por encima de los solos de guitarra más temibles que radiantes: “La vida es un laberinto, encuentra tu camino a casa”, cierra Simons en un grito armonioso que marca el fin del instrumental.

Como es tradición en los conciertos después de una salida en falso y las aclamaciones del público la banda regresó para cerrar como se debe: “Qué onda cabrones. No sé qué decir, siempre es un sueño tocar aquí, han sido tan amables con nosotros. Viva México cabrones. Vamos a tocar más canciones, sé que por esta estúpida pandemia extrañan los shows y la fiesta, así que vamos a tocar más”, dijo el tecladista, Coen Janssen.

Simon Simons, una de las voces más hermosas del metal sinfónico.

Simon Simons, una de las voces más hermosas del metal sinfónico.

Cortesía Germán García/Dilemma Entertainment

Luego comenzó a sonar “Code of life”, quizás el tema más importante de su nueva placa, con sus coros árabes y cantos de niños como la luz al final del túnel. Nuevamente la progresión de su desarrollo nos lleva a un clímax musical catártico y con un lucimiento especial en la voz de Simons que llega a registros que enchinan la piel. Más aún, en cuestión lírica tiene un mensaje más poderoso sobre la forma en que los humanos retan a la eternidad: “¿Podemos desafiar el código de la vida?/ Tratamos de ser divinos/Es el origen de las mentiras de los humanos”, dice la letra. Una de sus piezas más bellas que además incluyó un fragmento en español.

La despedida final llegó con dos temas, el primero de ellos fue “Beyond the Matrix”, un tema que nos transporta a otra dimensión más efusiva y en la que el bajo de Rob Van Der Loo destaca marcando la pauta del poderío de las guitarras distorsionadas, al momento que Simone Simons nos regala sus registros más agudos y vibrantes.

El tema culminante no pudo ser mejor con “Consign to oblivion”, que da nombre a su radiante disco del 2005, el cual comienza con una orquestación deslumbrante y trasciende con la armoniosa voz de Simons y la rudeza gutural de Jansen, en una canción que nos habla sobre el ego del humano por encima de la naturaleza y el dramático futuro que nos espera. Un tema que cambia lo esperanzador por lo mordaz, por lo agresivo y adrenalínico, como si preparara a soldados para una guerra... esa que se llama vida.

“Gracias por mantenerse con nosotros durante poco más de 20 años, es un año especial para nosotros”, expresó Simone para despedirse de los fanáticos capitalinos, que se rindieron en aplausos hacia la banda.