Escenario

“Es como magia”: ‘Anastasia’ en la experiencia de una niña de cinco años

COBERTURA. Un musical de Broadway que despertó todos los porqués que una pequeña puede pensar en dos horas y media

TEATRO

Imagen de la obra.

Imagen de la obra.

OCESA/ Santiago Covarrubias

Mi hija tomó asiento en el banquito de plástico que colocan para que niñas y niños puedan disfrutar mejor la función. La emoción se le salía por los ojos, no paraba de preguntar a qué hora comenzaría.

Mientras esperaba, la puse en contexto de la historia: Una nena llamada Anastasia, se pierde luego de que su familia fuera atacada por la revolución bolchevique, años después su abuelita la busca…

Mamá, ¿qué es bolchevique?”... (una facción dentro del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia)... Respuesta real: un grupo de personas en contra del gobierno de Rusia; “Mamá, ¿qué es Rusia?”... Un país que está al otro lado del mundo; “¿El mundo tiene otro lado?”... La conversación no paró hasta que el telón se levantó. Entonces, pasamos uno de los momentos más divertidos y curiosos que pudieran imaginarse.

¿Por qué se mueven las paredes?

En voz alta (por supuesto) hizo esta pregunta. Y yo, como mamá novata, buscaba las palabras más adecuadas para explicarle el mecanismo y la estructura rotatoria que Jaime Matarredona de OCESA horas antes había detallado a medios de comunicación. En los breves segundos en los que yo pensaba la mejor respuesta, mi hija impaciente contestó: “Es como magia”, mamá.

Y claro que la combinación de movimientos entre cambios de escena, es como magia. Anastasia está en San Petersburgo, en el Palacio de los Romanov, en un tren, en París, y en la casa de la Emperatriz, en un abrir y cerrar de ojos.

El diseño escenográfico a cargo de Alexander Dodge y las luces en manos de Donald Holder, es impresionante. La pantalla led de 126 metros cuadrados, genera un realismo que combinado con el montaje planeado hasta el último detalle, logra que el público, y mi hija, sientan que de verdad se encuentran ahí.

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“que no busca pelear con aquellas historias del cine, ya que el teatro tiene su propia magia”, dijo Alejandra Ambrosi.

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Haciendo la cabeza hacia atrás y tapando un poco la vista de algunas personas, señaló una pequeña pantalla que proyectaba al director de la orquesta que tocaba en vivo cada una de las canciones del musical.

Todo el trabajo de Isaac Saúl, Director Musical Residente, Doug Besterman, encargado de las Orquestaciones, y Tom Murray, Supervisor Musical, mantuvo a mi pequeña deslumbrada con el sonido y abrazada a mí en los momentos trágicos donde la música avisaba su llegada.

¿Por qué todos tienen ropa vieja?... ¡¿Hasta la princesa?!

El vestuario, a cargo de Linda Cho, fue sin duda analizado hasta el mínimo detalle por la crítica de moda más pequeña entre el público… “Es que Anastasia y sus amigos no tienen mucho dinero, y compran poquita ropa… Pobrecitos, si está muy fea su ropa”. Pero las cosas cambiaron cuando Anastasia se arregló para ver por primera vez a su abuela… “Mamá, ¡una princesa de verdad!...”.

Y no se diga cuando Dimitri, interpretado por Javier Manente, se transforma en segundos en un buen caballero… “¿Ése es el amigo de Anastasia?” (agreguen los ojos totalmente abiertos). Y cuando la Emperatriz aparece con un vestido de más de 15 kilos de peso y lleno de pedrería… “No puede ser, es la reina de reinas”, mamá.

No faltó la observación de la pareja más apasionada, graciosa y romántica de la historia, la Condesa Lily y Vlad, interpretados por Gloria Toba y Manuel Corta… “Mamá, ¿por qué la señora bonita le da besos al viejito?”.

Es un sinnúmero de cambios de vestuario que cada uno de los personajes hacen en cuestión de segundos, los detalles de la época y el maquillaje, hacen la fusión ideal para cada uno de los momentos más emblemáticos.

¿Por qué siguen cantando todos? Quiero que cante Anastasia

Mariana Dávila, en el papel de Anastasia, dejó impactada a mi niña… “Mamá, cuando sea grande quiero hacer lo que ella…”; ¿Cantar y actuar?... “Sí, y brillar así”.

La obra terminó, mi hija se levantó a aplaudir, y después de dos horas y media de espectáculo, concluyó la velada con un suspiro… “Qué bueno que la abuelita le creyó a Anastasia, si no, otra vez iba a cantar triste”.